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La imaginación nos encarcela o nos libera

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La imaginación nos encarcela o nos libera

La imaginación nos encarcela o nos libera

Jacinto Faya

¡Cárcel mental o libertad de espíritu; atroces sufrimientos o placeres ficticios; razón sólida o fantasía perniciosa! Esto y mucho más, nos conduce la ‘pura’ imaginación sin fundamento en la realidad.

La raza humana está controlada por su imaginación, escribió Napoleón. Y el poeta inglés Milton expresó: “La imaginación puede hacer de nuestro cielo un infierno y de nuestro infierno, un cielo”.

Es absolutamente cierto lo que dijo el más grande científico del siglo XX, Einstein: “En los momentos de crisis, sólo la imaginación es más importante que el conocimiento”.

Pero con la imaginación tenemos un gravísimo problema: que se trata de un cuchillo afiladísimo en sus filos opuestos. El asunto es que la imaginación no se comporta sólo para nuestro provecho, sino en la mayoría de los casos, para nuestra ruina. Su afilado cuchillo quiere cortarnos las arterías del raciocinio, pues con enorme frecuencia nos presenta lo falso como verdadero y viceversa.

La imaginación por sí sola no es prueba de certeza, sino una torre de Babel en donde se hablan todos los idiomas de nuestra confusión; es un banquete que muy a menudo nos presenta un variadísimo menú de platos sin advertirnos cuáles son los envenenados. Si la razón quiere pelear con la imaginación perderá la batalla y la imaginación inclinará a su favor la voluntad de la muchedumbre.

Cuando una persona es muy imaginativa, se ha echado en brazos de la imaginación y ha renunciado a la razón y a la verdad. Cuando la razón gobierna al individuo, la imaginación se convierte en su poderosa aliada; pero cuando la imaginación ha encarcelado al sujeto, la razón deja por completo de funcionar y la persona se mueve solamente en el terreno de la especulación y la fantasía, y es llevada en sus alas, desbocada por todas las direcciones de los caprichosos vientos.

Cuando la inteligencia es presidiaria de la imaginación convierte al rico en pobre y al pobre en rico; al tonto en genio y audaz y al inteligente en tonto y cobarde; al enfermo en sano y al saludable en enfermo terminal. Todo esto, por supuesto, en una intensa emoción de realidad virtual. Cuando la imaginación se impone sobre la razón, el hombre vive entre fantasmas buenos o malos y precipita a las personas al desfiladero de sus ilusiones o miedos.

La imaginación jamás podrá volver cuerdo al loco, aunque al loco lo haga sentir inteligente y sabio; también hace del valiente un asustado pajarito y lo conduce por la mirada hipnótica de la serpiente a su hocico, para que lo devore. Al infeliz sin razón lo hace sentir dichoso y al feliz con fundamento lo hace sentir tan desgraciado, que prefiere huir de la vida y lanzarse en manos de la muerte.

Critilo se pregunta: ¿qué podemos hacer ante esta malvada bruja de la imaginación? La solución pude parecernos tan simple, que podemos deshelarla sin más. Critilo cree que la respuesta es la siguiente: cuando entremos al tobogán de la imaginación, siempre -sí, siempre- hay que tener como mortales enemigos a la especulación, al ‘yo me imagino’, a la duda, al ‘parece ser’, etcétera.

Con papel y pluma, precisemos el problema o terror que nos espanta. Anotemos todas nuestras suposiciones y dudas. Pero una vez realizada esta tarea, apliquemos nuestro juicio y nuestros razonamientos objetivos. Si no tenemos a la mano las pruebas no nos quedemos paralizados en la duda, como el Hamlet de Shakespeare. Sino que vayamos tras las pruebas y comprobaciones. Si éstas dependen de otras personas, confrontémonos con ellas y de forma directa pidamos la información que necesitamos.

Las llamas de la imaginación sólo podremos apagarlas con el agua de nuestra razón. Jamás podremos hacer frente a la negra imaginación si no nos comportamos como verdaderos valientes. La cobardía hará que la imaginación nos destruya. ¡Cuántos divorcios, fracasos económicos, pérdidas de salud y de vidas, sólo se debieron a que faltó la ‘presencia de espíritu’ (la valentía y firmísima decisión) a que se refirió Goethe! Muchos remedios tú nos recomiendas, yo de todos ellos desconfío; la única manera de salvarse, es la presencia de espíritu, escribió Goethe.

Correo-e: jacintofayaviesca@hotmail.com

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