CASA QUE FUE DEL SEÑOR FRANCISCO DOMENE, EN SAN PEDRO DE LAS COLONIAS
Salimos para San Pedro de las Colonias, la pequeña ciudad de los grandes capitalistas; dista pocas horas de Torreon. Creíamos encontrar una ciudad preciosa, mas por lo contrario no sabíamos en donde poner los pies, tan alto era el estrato de polvo que llenaba las calles. Con un pequeño esfuerzo, este pequeño inconveniente se podría remediar, porque en San Pedro todos son millonarios o casi millonarios, o siquiera acomodados”. Era tanta la arena en las calles de San Pedro que la juntura de las paredes de las construcciones con el piso era imperceptibles, pareciese que las paredes terminaban deshaciéndose suavemente en el piso.
Con aquellas palabras comienza Dollero su relato sobre la visita que él y sus acompañantes Bornetti y Vaucresson hicieron a San Pedro, a mediados del mes de diciembre de 1908. Ya hemos dicho que Dollero, regresó a Torreón después de haber visitado Saltillo, Monterrey, Parras y Viesca; apenas habían bajado él y sus compañeros del transporte que los llevó al hotel Salvador, cuando notaron la presencia del alemán, dueño del restaurante a donde acudían a tomar sus alimentos, quien los recibió con un expresivo y cordial saludo, “…él era una persona muy agradable, siempre fino y siempre contento… que si encontrábamos su cocina alemanoamericana detestable…
Una cosa compensaba con la otra.” Por lo tanto los viajeros tuvieron que regresar a dicho restaurante, que se encontraba situado en la calle Ramos Arizpe (“Restaurante Alemán Salchichonería…”). Otro día trataron de visitar la fábrica de guayule “La Continental Rubber Co.”, sin embargo desistieron de ello ya que al gerente nunca lo localizaron.
Los visitantes tenían especial interés en conocer la parte más fértil de la Región Lagunera. En donde a su decir: “Todos los terrenos de los alrededores, fértiles de una manera asombrosa, están dedicados al cultivo del algodón que produce anualmente millones de pesos.” Según Dollero dichos terrenos alcanzaban un precio de 100, 000 pesos por kilómetro cuadrado y según nuestros cálculos, la mayoría costaba mas del doble de lo que valían en la región de Viesca. Agregó Dollero: “…la región baja del Río Nazas es como un segundo Valle del Nilo, por su fecundidad que despierta verdaderamente la admiración”.
Consideraba Dollero que San Pedro, fue creado por los agricultores, como un centro de reunión en la región para evitar el aislamiento en el que se desarrollaba su vida cotidiana por las inmensas haciendas que poseían. En este caso pone de ejemplo a la Casa Purcell y Co., que según él cultivaba millones de hectáreas, Gil Ornelas, un aproximado de 1, 000 y el señor Francisco Madero 3, 000. Dice que aparte de ello, algunos de los agricultores poseían lejos de las regiones algodoneras, grandes extensiones de terrenos (agostaderos) que se podían atravesar a caballo en varios días. Para complementar las notas de Dollero, tomamos el Directorio Comercial de Vaca y Aguirre de 19051906 y pudimos rescatar los nombres y propietarios de las haciendas de San Pedro en esa época: Albia y Anexas, de Muñusuri y Cía., representante, Bartola Santos. Altamira y Anexas de Adalberto A. Viesca. Ancora y Anexas, de Francisco Gámez. Alamito, de Gonzalo Siller. Amparo y Anexas, de Medellín e hijos.
Bolivar y Anexos, de Federico Ritter. Buenavista de Arriba, de Jesús Pámanes. Buenavista de Abajo, de Francisco I. Madero y Hno. Candelaria y Anexos, de Carlos Herrera. El Cuatro, de Indalecio de la Peña. Carolina y Anexos, de Aurelio Corral. Concordia y Anexos, de Gurza, Hermanos y Cía. Florencia, de Pedro Francisco Ugarte. Jaboncillo y Anexos, de Paulino Madrazo. La Luz, de Frumencio Fuentes. Lequeitio y Anexos, de Francisco Martínez Arauna y Cía., representante Leandro Urrutia. Nuevo Linares y Anexos, de Ávila Hermanos. Nuevo León, de Raul Rodríguez.
Porvenir de Arriba, de Julio Luján. Panamá y Anexas, de J.H. Bahansen y Cía. Playa y Anexos, de Andrés Regalado. Santa Teresa y Anexos, de Rafael Arocena, representante Miguel Bierna. Santo Niño y Anexos, de Veremundo Garde. San Francisco y Anexos, de Adolfo Aymes. San José de los Álamos y Anexos, de Guillermo Purcell. San Marcos y Anexos, de Compañía La Virgen, representante, Carlos Herrera. Santa Anita y Anexos, deManuel Madero. San Esteban de Egipto, de Abraham Lujan. Dollero constató que las casas particulares en San Pedro, “…están bien amuebladas y tienen en el interior toda clase de comodidades; los gastos de mesa son mayores que en otras partes y se consumen vinos importados; sin embargo San Pedro, no se presta a derrochar el dinero a pesar de que los habitantes tengan fama de pródigos. Por lo general, gastan más bien en educar a los hijos con buenos colegios en el extranjero, lo que es el mejor elogio que se puede hacer de ellos.” Sobre el particular, agregaremos que el comercio en San Pedro era boyante, existían infinidad de establecimientos dedicados a la venta de ropa, abarrotes y algunas ferreterías y mercerías. Vaca y Aguirre en su Directorio Comercial nos mencionan el nombre de no menos de 100 establecimientos dedicados a esos giros. Lo que es un indicativo claro de que en San Pedro había dinero “constante y sonante”. Continúa diciendo Dollero: “San Pedro tiene muchas escuelas, varios jardines públicos, un mercado y un pequeño hospital y servicio de agua potable.” Aseguró que en ese tiempo en la ciudad había cierto barullo por la cuestión de los problemas de las aguas del Nazas, las cuales traían los elementos necesarios para la fertilidad de las tierras que bañaban; y que el gobierno federal para dar fin a las discusiones entre propietarios de la parte alta y baja del río, propuso la construcción de una enorme presa para el mejor control y distribución de las aguas y la cual tendría un costo de 20 millones de pesos, con lo que se conseguiría una distribución más equitativa entre los usuarios y que de acuerdo con un estudio del señor Francisco (I) Madero, el resultado de las cosechas se triplicaría. Dice Dollero, que Alfonso Madero le comento que en 1900 su familia concedió a unos colonos norteamericanos, para su uso, un predio de 40 leguas cuadradas, les dieron también 2, 000 vacas y 1, 000 toros, con el fin de que crearan un rancho ganadero, cuyas ganancias se repartirían por partes iguales. Los beneficiados se encargarían además de buscar el agua, ya que el predio carecía de ella.
Y que en ese año (1908), dichos colonos ya habían dotado a la propiedad de algunos pozos de agua; y a pesar de que cada año se vendía y sacrificaba parte del ganado, el número de cabezas, había aumentado a 9, 000.
Continúa refiriéndose Dollero a los agricultores de San Pedro y escribió: “Los millonarios de San Pedro son muy diferentes de muchos otros que tuvimos la oportunidad de conocer en nuestros viajes por la República. Con los primeros, cualquiera se encuentra bien, pues ninguno de ellos piensa aplastaros con el peso de su oro; son personas amables, campechanas, bien educadas, y muchos también muy cultas… las propiedades valen decenas de millones (de francos) y en este movimiento asombroso de capitales, no se sabe si admirar más la generosidad de la naturaleza o la abnegación de esas personas que viven casi en una aldea (pueblo), cuando podrían llevar una vida de príncipes… no decaidos!” Es bien sabido de que algunas familias distinguidas de Parras, emigraron hacia La Laguna, cuando acá se suscitó la fiebre del oro blanco y aquella población dejó de ser el principal centro poblacional del suroeste de Coahuila; entre dichas familias se encontraron, algunas de losMadero y de los Viesca.
El enamoradizo del grupo, el doctor Vaucresson que ya había dejado un amor en la capital del país, “…deseaba ver alguna de esas señoritas millonarias siquiera por curiosidad, pues no tenía, según aseguraba ninguna intención de ser infiel a Luz (su novia mexicana), con la cual continuaba su epistolario y (en quién) pensaba muy seguido; pero las señoritas millonarias no se dejaban ver ni siquiera atrás de las rejas”.
En San Pedro no había realmente mucha diversión, en ese entonces relata Dollero, que se estaba construyendo un teatro; “…el que había era un verdadero jacalón. La entrada era por una peluquería, en donde en la noche quitaban las sillas para que el público entrara. Afuera la banda municipal atraía la gente tocando marchas y dancitas y solo faltaba el gritón con su... ¡Entren señores! ¡Entren para que se convenzan!
Los viajeros visitaron la casa del señor J.A. Benavides, “otro entusiasta de mi patria que conoce muy bien” dijo Dollero al referirse a dicha visita, que allí vieron dos cestas funerarias, de las que se depositaban junto al cadáver del fallecido, dentro de ella había puntas de flecha o chuzos; dichas piezas fueron encontradas por el señor Benavides en una gruta del Bolsón deMapimí (hacia el norte de San Pedro), en donde había localizado también un entierro, cuyo cadáver se destruyó cuando intentaron sacarlo. Ya en la paz del hotel, Dollero y Borneti se dedicaron a poner en orden los apuntes recabados, mientras que Vaucresson, fue con un ingeniero italiano a visitar una cantera que distaba un poco de San Pedro. A su regreso les comentó que un trabajador de la cantera había sido mordido por una víbora venenosa y que después de que sus compañeros le aplicaron algunas yerbas en la mordedura, lo habían hecho morder la cabeza del reptil aún vivo, “para prevenir completamente el efecto del veneno”.
Dollero y sus compañeros, estuvieron tres días en San Pedro, en ese tiempo existían dos hoteles, el “Jardín” y el “México”. Después regresaron a Torreón, en donde compraron los boletos para viajar a Durango, capital. Sigue…
Fuentes:
*.-Dollero Adolfo. “México al Día”. (Impresiones y Notas de Viaje). Librería de la Vda. de C. Bouret. París. México. 1911
*.-Baca y Aguirre. Directorio Comercial e Industrial de la Laguna. 1905-1906. Segunda Edición. Grupo Colorama. Torreón, Coah. 2006.