La Marcha por la Paz, la Justicia y la Dignidad que partió la semana pasada de Cuernavaca para llegar el domingo al Zócalo capitalino, ha generado como era de preverse, una nutrida cascada de comentarios. Muchos la saludaron como un nuevo paso para concienciar a las autoridades de la desesperación ciudadana que el sangriento combate que la Federación libra contra las mafias narcotraficantes y el crimen organizado que los acompaña. Los frutos del evento están todavía por aparecer.
El reclamo popular de la marcha convocada por el poeta Javier Sicilia con su ya famoso grito desesperado se dirigía originalmente a las mafias y a los criminales que siembran terror y muerte por toda la Nación. Las declaraciones iniciales rogaban a las mafias dejar sus criminales asesinatos y secuestros contra gente inocente. El apasionado grito todavía no contenía el elemento de odio que más tarde se manifestó en el Zócalo con gritos de muerte al Presidente de la República y demandas de cese contra el Secretario de Seguridad.
A la demanda central se sumaron otros propósitos que también acabaron siendo emblemáticos, como el de justicia para los jóvenes, guerra a la corrupción, mayor participación cívica, todos colgados de la insistencia en el que se abandone de inmediato la estrategia bélica contra el narco y que regresasen los militares a sus cuarteles. A paso de los días, así se incorporaron a la marcha los que la aprovecharían para atacar, ya no a las mafias, sino a las autoridades culpándolas de una larga lista de males, muchos sin relación alguna al narcotráfico.
La marcha podría pues verse como otro triste desperdicio de energía ciudadana que, una vez más, cae víctima de los intereses que se especializan en montarse en cuanto genuino reclamo cívico se presenta para propagar sus propias tesis antigobiernistas. Fue el caso del sindicato de mineros, de los electricistas o el líder de Atenco que blandía machetes.
Contraste notable con la lucha por la democracia que en los años 80 y 90 libró la ciudadanía contra las implacables maquinaciones electorales del partido en el poder. Organismos como el Consejo para la Democracia, de cuidadosa y equilibrada participación de fuerzas políticas y ciudadanas del momento, o de Alianza Cívica que en su inicio fue una organización ciudadana imparcial rechazó vinculaciones partidarias. Hoy día no apreció la misma imparcialidad política en la marcha con todo y que la avalara presencia de valiosos luchadores como la señora Wallace, Julian LeBaron y María Elena Morera.
Pese a todo lo anterior, el gobierno ha respondido con ecuanimidad, abriendo todas las puertas necesarias a la interlocución para dar plena oportunidad no sólo a las exigencias, sino a cualquiera propuesta sensata que pueda dar remedio inmediato a la violencia criminal que nos asuela. Cualquiera entenderá que las soluciones de fondo, las que se requieren para corregir el caos y desbarajuste que se enquistó las siete décadas de abusos y contubernios del PRI y de las que existen aún hoy en día claras muestras en estados como Tamaulipas, Nuevo León, Durango, Chihuahua, Coahuila, no pueden terminar de un golpe con las diarias ejecuciones, secuestros, robos, que victimizan a la población inocente.
Sabemos también que el problema no es únicamente nacional. Al otro lado de la frontera, todo el pueblo norteamericano viene viviendo su paranoia por las amenazas de Al Qaeda y otros extremistas contra personas, edificios e instituciones, que se ahora intensifican para vengar la muerte de Osama bin Laden. En México, a la vez, se vive bajo el temor de que nos llegue la diaria violencia inhumana que cobra vidas que desde luego nada tienen que ver con choques de ideología.
En ambos países se vive un clima de gran tensión. En Estados Unidos el ataque a las Torres Gemelas del centro de comercio mundial de Nueva York reportó 3,000 muertos, en México la violencia ha llegado a cobrar más de 30,000 vidas desde el mismo año.
La valentía que el presidente Calderón ha mostrado al emprender esta batalla, también la dirige a los Estados Unidos exigiéndole poner un drástico remedio que, al ser el mayor consumidor de drogas del mundo y el país donde más se comercia armas, es hoy por hoy el foco generador del mayúsculo problema por el que México está enfrentando.
Esta misma semana Calderón le ha reclamado a Estados Unidos la incongruencia de su conducta interna que de continuar, hace imposible que México pueda salir victorioso de esta guerra. Este ingrediente debería de formar parte de la temática del diálogo próximo a abrirse con las fuerzas cívicas que marcharon desde Cuernavaca y que hasta ahora pretenden ignorar nuestra realidad.
Juliofelipefaesler@yahoo.com