Aquella tarde del jueves 15 de julio del año pasado, el presidente Felipe Calderón compartió con un grupo de directivos y colaboradores de El Universal las razones detrás del nombramiento, que había dado a conocer la víspera, de Francisco Blake Mora como secretario de Gobernación: "porque logró alinear las fuerzas federales con las estatales y municipales, lo que ha dado buenos resultados al reducir la delincuencia en Tijuana; porque está dispuesto a dar la vida en sus tareas y porque quien hable con él sabe que habla conmigo". Sus palabras resultaron premonitorias, murió en el cumplimiento de sus responsabilidades.
Aunque algunas veces parezca que los políticos son una raza aparte, lo cierto es que, como todos, y hoy quizá más, están expuestos a perder la vida. En los últimos años hemos conocido la muerte accidental de Gustavo Vázquez, gobernador de Colima (el 24 de febrero de 2005); Ramón Martín Huerta, secretario de Seguridad Pública en la administración de Vicente Fox (el 21 de septiembre de 2005) y Juan Camilo Mouriño (el 4 de noviembre de 2008).
La decisión de llamar a Blake a asumir la titularidad de la Secretaría de Gobernación fue insólita: nunca antes un secretario de Gobierno de un estado de la república había llegado, sin escalas, a encabezar Gobernación, la misma que en el siglo XX ocuparon políticos del calibre de Miguel Alemán, Ruiz Cortines, Díaz Ordaz, Echeverría, Reyes Heroles, Bartlett o Gutiérrez Barrios.
Pero hace rato que Gobernación dejó de ser la instancia concentradora del poder que fue: desde allí se tomaban las decisiones más graves (incluso, podía decidirse la desaparición física de los enemigos), se instrumentaba la salida de gobernadores, se controlaba al Congreso, se alineaba a los partidos políticos... Hoy es una instancia disminuida al menos por tres factores: 1) la alternancia, que significó la dispersión del poder; 2) el vaciamiento lento, pero consistente, de atribuciones legales y metalegales, y 3) el achicamiento de los titulares que empezó desde el último tramo de Salinas, continuó con Zedillo y se acentuó durante los gobiernos del Partido Acción Nacional.
A partir de Miguel de la Madrid, le fueron cercenando a Bucareli atribuciones torales que le permitían ser el espacio por antonomasia del poder político: desaparecieron la temible Dirección Federal de Seguridad y la Dirección General de Investigaciones Políticas y Sociales, y en su lugar se creó el Cisen, cuyos nexos con Bucareli son laxos; la conducción de la comunicación social del Gobierno federal se trasladó a Los Pinos; la seguridad pública salió de Gobernación para convertirse en una nueva secretaría de Estado.
El propio Calderón, al anunciar el 7 de enero la designación de Roberto Gil Zuarth como su secretario particular, menguó a Blake; dijo que su nuevo secretario particular tendría entre sus responsabilidades: "la relación del titular del Ejecutivo federal con los otros Poderes de la Unión, con las soberanías estatales y, desde luego, con los ciudadanos", atribuciones que por ley le corresponden al titular de la Secretaría de Gobernación.
Blake repitió el error de Mouriño: en lugar de construir un trabuco con políticos de experiencia y trayectoria, se rodeó de su propia gente, "tijuanizó" la Secretaría de Gobernación, entre sus paisanos está el subsecretario que temporalmente ocupa la silla.
Su muerte le pega duramente al Presidente, en lo personal porque se trata de un amigo cercano a quien reconocía por su lealtad y entrega, y en lo político, porque deberá nombrar a un nuevo titular cuando, como es evidente, "no hay mucha tela de donde cortar".
Su decisión va a ser leída cuidadosamente: si nombra a un peleonero que vuele los puentes con las oposiciones o a un operador dispuesto a usar los recursos a su alcance para jugar con una lógica partidista en la sucesión presidencial, contribuirá a generar mayores desarreglos en el escenario político. La alternativa responsable, democrática, es nombrar a un político institucional, con capacidad de interlocución con los otros poderes y con los actores relevantes del sistema político.
Luisa María Calderón casi logra la gubernatura. Su hazaña, al venir de tan atrás en las encuestas, no debería de ensombrecerse con acusaciones sin pruebas. Con el enorme respaldo que alcanzó, Cocoa tiene la oportunidad de encabezar una oposición responsable, lúcida y propositiva y en sólo tres años y siete meses, que durará el próximo gobierno, estar en condiciones de regresar a la competencia.
@alfonsozarate
Presidente de Grupo Consultor Interdisciplinario