Colaboración especial. Guillermo Ortiz Martínez, gobernador del Banco de México.
El primero es la crisis fiscal en Europa. De manera más inmediata preocupa el posible contagio a otros países como Italia y España. A más largo plazo, el reto es mejorar la competitividad y aumentar el crecimiento de los países periféricos, particularmente de Grecia. Asimismo, está por verse si los líderes europeos logran marchar hacia una mayor integración fiscal.
El segundo tema que inquieta a los mercados es Estados Unidos. La necesidad de una consolidación fiscal en este país es menos urgente que en Europa. Actualmente, EU se enfrenta a una crisis de empleo y no a una crisis fiscal inmediata. Es por esto que el reto para el gobierno estadounidense es estimular el débil crecimiento económico y la creación de empleos en el corto plazo e ir implementando al mismo tiempo medidas creíbles que solucionen el problema de sustentabilidad fiscal en el mediano plazo.
Otro temor que acecha a los inversionistas es la desaceleración de China. En el tercer trimestre del año, la economía de éste país creció 9.1% anual, siendo ésta la tasa de crecimiento más baja registrada desde hace dos años. Esto se debe en gran parte a que las exportaciones han caído rápidamente en los últimos meses, especialmente las exportaciones a Europa (el principal socio comercial del gigante asiático).
¿Qué implicaciones tienen estos riesgos para México? Mayor volatilidad e incertidumbre, y probablemente menor crecimiento. Este es el contexto global que México y los demás países emergentes van a tener que enfrentar. Es cierto que México cuenta con varios puntos a su favor. Ha sostenido una política fiscal responsable, la deuda pública representa actualmente alrededor de 30% del PIB; ha mantenido un sistema bancario bien regulado y supervisado; y la inflación está controlada, cercana al objetivo del Banco de México, además las expectativas de inflación se encuentran ancladas por debajo de 4%. Gracias a esto el país tiene ahora un margen de maniobra relativamente amplio.
Sin embargo, no debemos olvidar que en 2009 la economía mexicana presentó una de las mayores contracciones de entre los países emergentes (6.1%). De hecho es notorio el bajo desempeño de México no sólo durante la reciente crisis, sino también en años anteriores. Uno de los principales factores que explican la tan acentuada caída de la actividad económica en México ante la crisis global es la fuerte dependencia que tenemos hacia Estados Unidos.
México se ha especializado en producir y exportar bienes manufacturados como automóviles y otros bienes durables; y destina alrededor del 80% de sus exportaciones manufactureras a EU. En este contexto, la contracción en EU de la actividad económica, y particularmente, la caída en el gasto en bienes durables que se observó, ha constituido un choque externo adverso de magnitudes considerables.
Actualmente, con un entorno global tan incierto y unas expectativas de crecimiento bajas en EU, resulta más urgente que nunca impulsar la demanda interna y dejar de depender tanto de este país. Hace muchos años sabemos cuáles son las reformas que se requieren para fortalecer el mercado interno y estimular el crecimiento potencial que ha sido tan bajo en las últimas décadas.
Por una parte, están los temas energético y fiscal que van de la mano. Los ingresos petroleros representan más de un tercio de los ingresos totales y han ido disminuyendo como consecuencia de la reducción en la producción de petróleo. Se necesita abrir la discusión a un cambio en la estructura de Pemex que le permita ser más eficiente y tener más flexibilidad y autonomía para, por ejemplo, poder operar con compañías extranjeras. En el tema fiscal, es esencial corregir la elevada dependencia del gasto público a los ingresos petroleros buscando incrementar la recaudación tributaria. México es uno de los países con menor recaudación dentro de la OCDE. Se debería buscar expandir la base gravable orientando la carga fiscal hacia impuestos indirectos, unificando y ampliando el impuesto al consumo (IVA generalizado), protegiendo a los sectores más vulnerables.
Otros puntos débiles de nuestra economía que le restan productividad y competitividad son la rigidez del mercado laboral, la falta de competencia y la baja penetración financiera. Fomentar la flexibilidad laboral es un tema urgente. A diferencia de México, otros países como Brasil, Chile y Colombia han llevado a cabo reformas para facilitar la movilidad del trabajo. Sin embargo, en México las propuestas se han quedado estancadas en iniciativas de reforma. Por su parte, la falta de competencia en los mercados de bienes, por ejemplo en las telecomunicaciones, y la baja penetración financiera hace que los costos para las empresas sean mucho más altos en México que en otros países, en particular para las pequeñas y medianas empresas.
No hay soluciones fáciles ni instantáneas para lograr mayor crecimiento, sin embargo ya conocemos los primeros pasos a seguir. La crisis dejó claro que es imprescindible corregir las fallas que hemos venido arrastrando desde hace tantos años. Es momento de empujar las reformas estructurales que tanto se necesitan.
Presidente del Consejo de Administración del Grupo Financiero Banorte y Ex gobernador del Banco de México.