La nueva recesión
Hace apenas unos meses los mejores economistas habrían dicho que era imposible. Hoy la palabra recesión empieza a volverse una clara posibilidad.
Una recesión es una contracción económica. No se trata de una simple desaceleración, como la que hemos vivido en los últimos meses, en la que el ritmo de crecimiento se vuelve más lento. En una recesión el volumen total de bienes y servicios disminuye. Los sueldos caen, se destruyen muchos empleos y la pobreza se extiende.
No sorprende que los gobernantes le tengan miedo a la recesión. Ésta genera un gran sufrimiento entre la población. Quienes pierden su empleo y ya no son jóvenes difícilmente vuelven a conseguir otro. Pero quizá hay otra razón por la que los políticos le temen a las contracciones de la economía. En una recesión, los electores suelen votar por los partidos que se encuentran en la oposición. Y el miedo de perder el poder es el mayor acicate que puedan tener los políticos.
El problema es que la economía tiene ciclos por naturaleza. Éstos se presentan desde tiempo inmemorial. Ya en el Éxodo la Biblia hablaba de años de vacas flacas y años de vacas gordas. La eliminación de los ciclos, con sus periodos de ascenso y sus declinaciones, es un viejo sueño de los gobernantes que nunca se ha podido cumplir.
Lo que nos dice la experiencia es que cuando se toman medidas que reprimen las recesiones, el resultado final es peor. Los mercados acumulan presiones y cuando se produce la caída ésta suele ser mucho peor de lo que habría sido si el proceso se hubiese llevado a cabo de manera natural.
Desde que George W. Bush asumió la presidencia de los Estados Unidos en enero de 2001, empezó un proceso de gasto deficitario que se conjuntó con una política monetaria extremadamente laxa de la Reserva Federal, el banco central del país; el propósito abierto era el de impedir una recesión.
Hubo un éxito inicial. A pesar de que la economía de Estados Unidos había crecido durante la mayor parte de los años noventa, en buena medida por las sensatas políticas financieras del presidente Bill Clinton, el presidente Bush evitó que se registraran dos trimestres consecutivos de contracción, que es la definición tradicional de una recesión. Alan Greenspan, presidente de la Reserva Federal, empezó a hablar de una ‘gran moderación’, una situación en la que gracias a las políticas expansionistas del gobierno y el banco central, podía evitarse una recesión de manera indefinida.
La experiencia nos ha demostrado otra vez que el mercado toma su venganza cuando es reprimido. En 2008-2009 no sólo hubo una recesión, sino que fue más profunda y prolongada que las anteriores. Habría que remontarse hasta la década de 1930 para encontrar una peor contracción de la economía.
Esta gran recesión fue combatida por los gobiernos y los bancos centrales con gigantescas inyecciones de dinero artificial, dinero generado por las propias autoridades sin ningún respaldo en la producción o en activos de valor. Y si bien se logró sacar a la economía de la postración, la recuperación ha durado muy poco... Hay muy buenas razones ahora para pensar que una nueva recesión puede empezar en unos meses.
Los gobiernos del mundo deben entender los ciclos de la economía y abandonar los intentos por generar rebotes con inyecciones artificiales de dinero. Deben empezar en cambio a tomar medidas para aumentar la productividad. Sólo así podrá lograrse una recuperación sostenida de largo plazo, aunque nunca nadie podrá eliminar completamente las recesiones.
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