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Faltan diez días para el cambio de gobierno en Coahuila, y en la recta final de la administración de Humberto Moreira, que terminó Jorge Torres López, se hace evidente la deuda que deja.
No se trata del adeudo bancario que explotó a 35 mil millones de pesos, sino de otro igual de grave aunque no es fácilmente cuantificable: la cadena de promesas incumplidas para elevar la competitividad económica de La Laguna.
El Gobierno estatal saliente deja detrás un rezago en infraestructura que ha impedido severamente la capacidad de la región para atraer inversiones que generen empleo. Si el argumento de la administración estatal para justificar el aumento de la deuda es que se hizo obra que generaría derrama económica que a su vez permitiría el pago de los crédito, la realidad dice otra cosa.
La inversión en infraestructura no ha generado una plataforma para que La Laguna pueda atraer inversiones, a diferencia de la región sureste. El desplegado que publicó ayer la asociación Fomento Económico Laguna de Coahuila (Fomec) se une a otras voces que constantemente recuerdan la falta de acciones estatales y municipales para elevar la competitividad de la región.
Fomec no es el único organismo que ha señalado esto, pero sí es la principal institución privada de fomento de inversiones en La Laguna y su carta abierta significa que prácticamente todo el empresariado lagunero está convencido de que la realidad es muy diferente a las promesas.
La falta de obras, o el retraso de las ya iniciadas, en la zona de Mieleras significa que la actual administración nunca tomó en serio la urgencia de dotar a La Laguna de Coahuila del hospedaje industrial necesario para crear empleos.
El gobernador electo Rubén Moreira ha dicho que una de las principales tareas de su administración será darle competitividad a La Laguna. Lo mismo dijo en su momento su antecesor, Humberto Moreira. El futuro mandatario deberá escuchar las voces de reclamo y comprender que sólo con promesas no se detonará el desarrollo de la Comarca Lagunera.
Hay una deuda con La Laguna que, a diferencia de los créditos bancarios, no es negociable ni pagadera a varias décadas. Es contundente y urgente de saldar.
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