Siglo Nuevo

La punzante realidad de Mueck

ARTE

Máscara II, 2001-2002.

Máscara II, 2001-2002.

Miguel Canseco

El australiano Ron Mueck nos abre las puertas a una realidad sorprendente y amedrentadora. Su obra hiperrealista es ampliamente reconocida y se le ubica como una referencia obligatoria en la escultura contemporánea.

UNA HISTORIA FAMILIAR

En 1986 Ron Mueck diseñó, ensambló y dio voz a Ludo, un monstruo enorme y bondadoso, personaje de la entrañable película Laberinto (Labyrinth, Jim Henson, 1986). La vida profesional del nativo de Melbourne (1958) estaba centrada en la manufactura de efectos especiales y utilería. Su obsesión por la creación de piezas con un realismo perfecto le trajo prestigio en el mundo de la televisión y el cine.

Mueck se casó con Caroline Willing, hija de la célebre pintora portuguesa Paula Rego. La obra de esta última se teje en imágenes ambiguas que pueden oscilar entre la ternura y la violencia. Cuando en 1996 Rego encargó a Mueck una escultura de Pinocho para su exposición en la Hayward Gallery de Londres, comenzó a gestarse una historia sin par en el arte actual. El resultado de la colaboración fue la imagen de un niño perfectamente realista, a escala de una marioneta. La pieza llamó la atención del famoso galerista Charles Saatchi quien en ese momento diseñaba la muestra Sensaciones, a la postre la exposición más polémica y popular de los años noventa, misma que incluyó obras ya clásicas como La imposibilidad física de la muerte en la mente de alguien vivo de Damien Hirst (un tiburón blanco suspendido en formol). Para la ocasión Mueck desarrolló Padre muerto (1996-1997), fiel reproducción del cadáver de su padre a la mitad del tamaño natural. Frente al diminuto cuerpo, exacto en cada detalle, el espectador se encuentra ante la presencia cruda de la muerte y choca con lo real fuera de escala, situación que despierta intensa curiosidad. Padre muerto lo catapultó a una fama inmediata, cambiando su estatus de escultor comercial al de artista de museo. Aquí es notoria la lección de Paula Rego, quien trabaja con el miedo a las potencias del cuerpo. Encontramos también la maestría técnica del propio autor y por último el genio del marketing de Saatchi, que juega con el escándalo para elevar el prestigio y el precio de las obras.

Lo anterior ocurrió hace más de 10 años. En ese entonces cabía preguntarse si Mueck era algo más que una sofisticada atracción de feria. Hoy la respuesta es evidente: Ron es sin duda uno de los más importantes artistas de nuestro tiempo.

FIGURA Y SÍMBOLO

Desde su aparición en Sensaciones, el currículum de Mueck ha acumulado un récord de premios y participaciones en las más importantes ferias y bienales del mundo. Como ejemplo podemos tomar Chico (1991), un adolescente de cinco metros agachado en una pose que sugiere recelo o miedo, poseedor de una presencia ominosa de la cual ningún espectador logra sustraerse. Se exhibió en la cúpula del London Millenium y fue la pieza más comentada de la bienal de Venecia 2001.

Es difícil decir cuáles son las principales obras de Ron. Cada una conlleva tanta labor que la decisión misma de realizarla implica un costo enorme. Claro que a estas alturas el valor de sus creaciones se tasa a partir de medio millón de dólares, en promedio.

El australiano es un fenómeno mediático y artístico a gran escala. Los más importantes museos alrededor del mundo se pelean por albergar sus esculturas. Cuando alguno lo consigue todos quedan contentos: la crítica, los funcionarios y sobre todo el público que interactúa con las obras, las examina y se toma fotos junto a ellas.

En estos tiempos donde el arte se vuelve cada vez más incomprensible y lejano al gran público, la aparición de Mueck resulta algo cercano al milagro; sigue una línea humanística y al mismo tiempo apela a la espectacularidad. La extraordinaria apariencia de sus trabajos apuntala su contenido con cuerpos que se tornan en símbolos. Dos frases suyas nos dan la llave para entender sus objetivos: “Nunca hago figuras a tamaño natural porque no me parece interesante. Conocemos gente a tamaño natural todos los días”; y en relación a la amplificación del contenido psicológico al alterar la escala de las representaciones menciona: “Esto hace que te des cuenta de las cosas en una manera que no podría darse si trataras con algo sencillamente normal”.

No basta con saber que existe Ron Mueck. Hay que verlo personalmente. Con su muestra en el Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey (MARCO) se abre la posibilidad de experimentar emociones que sólo pueden darse a un nivel sensorial frente a sus esculturas.

ANTECEDENTES Y OBRAS

Cabe decir que Ron Mueck no es el único escultor que ha explorado el hiperrealismo. Duane Hanson presentaba piezas a escala natural que causaron revuelo en los años setena y ochenta. Maurizio Cattelan, por su parte, ya había retado al espectador con su efigie del Papa Juan Pablo II siendo golpeado por un meteorito, reproducido con exactitud fotográfica. Pero Mueck no busca una denuncia social como Hanson o un choque irónico como Cattelan. Tal vez, curiosamente, se encuentra más cerca de alguien como Kiki Smith, que explora las profundidades y el misterio de los mitos y cuentos de hadas.

A menudo se compara a Ron con el escritor Jonathan Swift y su novela Los viajes de Gulliver, ya que el Mueck convierte a sus espectadores en gigantes o enanos. Su hiperrealidad está fuera de este mundo y es al mismo tiempo cotidiana. Pensemos en Dos mujeres (2005), un par de ancianas con inquisidoras miradas. Su lenguaje corporal nos invita a pensar en el típico cotilleo malicioso, mientras que la escala reducida condensa la banalidad y la negrura de un chisme. Por otro lado, con En la cama (2005), nos encontramos frente a una mujer de seis metros que podría ser cualquier persona con cualquier problema, pero cuyo tamaño la convierte en monumento a esas cotidianas congojas de las que se teje la vida. En la descripción de ambas piezas resalta la parcialidad en la lectura del posible significado o significados de las mismas. Para algunos las ancianitas miniatura representan la maldad y la mujer gigante la fragilidad. Pero otros tendrán una percepción radicalmente distinta.

Esta ambigüedad manifiesta es un factor central en el planteamiento de Mueck y hace que sus esculturas reafirmen su estatus de símbolo. Una niña (2006), recreación de una recién nacida en descomunales dimensiones, es el símbolo crudo del potencial y la apabullante indefensión humana al llegar a este mundo. Hombre en un bote (2002), con un varón desnudo en una precaria barcaza, tiene una naturaleza cuasi religiosa que presenta a manera de icono la incertidumbre ante la vida. Por su parte, Pareja acurrucada (2005) muestra a una pareja en ropa interior, lo cual habla de forma elocuente sobre la vulnerabilidad de las relaciones entre el hombre y la mujer.

Sus creaciones viajan del nacimiento a la muerte, pasando por las distintas etapas de la vida, abrazando lo pleno y lo decrépito. Mueck, en suma, no da tregua; su golpe sensorial es potente y descarga toda su fuerza con el arma del asombro.

Correo-e: cronicadelojo@hotmail.com

MUECK EN MONTERREY

La exposición de Ron Mueck en el MARCO continuará abierta hasta el 31 de julio. Vale la pena trasladarse para verla.

-Número de piezas en exhibición: 11

-Domicilio del MARCO: Zuazua y Jardín s/n. Centro. Monterrey, Nuevo León

-Horario: Martes, jueves, viernes y sábado de 10:00 a 18:00 horas. Miércoles de 10:00 a 20:00.

-Página web: www.marco.org.mx

MUECK EN LA RED

Museo de Brooklyn

www.brooklynmuseum.org/exhibitions/ron_mueck

Construcción de una escultura

http://www.titerenet.com/2007/03/27/como-construye-sus-figuras-ron-mueck

Ron Mueck en Mexico

http://blog.taxiartmagazine.com/2011/03/ron-mueck-en-marco

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