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'La salud es un derecho, no un capricho sindical'

GENERO LOZANO

Desde enero del año 2000, un inmueble que albergaba la Clínica de especialidades número 1 se convirtió en la Clínica de especialidades Condesa, mejor conocida como la Clínica Condesa, que atiende a adultos que viven con VIH-Sida, residentes en el Distrito Federal y que no cuenten con seguridad social.

Desde entonces, la Clínica Condesa se ha ido transformando de manera pausada hasta ser hoy el centro de atención médica para personas que viven con VIH-Sida más grande de América Latina con más de 6 mil pacientes. Desde 2009, la clínica también atiende con terapias hormonales a personas transgénero y ha extendido su labor mucho más allá de la clínica con proyectos de atención médica a presos en los reclusorios del Distrito Federal y atendiendo a víctimas de violencia sexual.

Acudí a la Clínica esta semana para platicar con algunos pacientes y con sus directivos sobre lo que ocurrió a principios de septiembre cuando la Clínica Condesa se enfrentó a uno de los problemas más graves desde que empezó a operar hace ya casi 12 años: un grupo de integrantes del sector 12 del Sindicato de Trabajadores de la Salud tomó las instalaciones de la clínica y no permitía el acceso a sus tres directivos, la Coordinadora del Programa de VIH-Sida, el director y el subdirector de la Clínica, poniendo en riesgo la atención médica de los pacientes y la distribución de los medicamentos a los mismos.

La razón dada por los sindicalistas para impedir el acceso de los tres directivos era que la Coordinadora del Programa de VIH-Sida había emitido una circular a los trabajadores de la Clínica para que llamaran por su nombre femenino a las mujeres trans, que se atienden en la Clínica en lugar de llamarlas por sus nombres oficiales.

La crisis duró pocos días gracias a que los pacientes se organizaron y llamaron la atención de algunos medios de comunicación. Al acudir a sus citas y ver que no había doctor y que no se estaba dando atención, las mujeres trans organizaron un grupo de información para todos los pacientes y de empezaron a manifestar en la Clínica con el lema "la salud es un derecho no un capricho sindical".

La presión de los pacientes y las negociaciones entre directivos de la Clínica y los sindicalistas, que tienen una oficina en un piso de la Clínica Condesa, lograron apagar la crisis y que se reanudara la atención médica. Sin embargo, el problema sigue latente y es que en diciembre pasado Ricardo Hernández fue elegido como el nuevo líder sindical de la sección 12 y éste entró en una lucha de poder con las autoridades de la clínica sobre todo por la contratación de un médico endocrinólogo, una plaza sindicalizada y que Hernández no quería dejar la decisión en torno a esta plaza a las autoridades de la clínica.

Desde su aparición a inicios de los años ochenta, el Sida irrumpió con toda fuerza en la historia de la Humanidad, inicialmente causando muertes masivas de hombres homosexuales, por lo que en un primer momento se le llamó incluso el "cáncer gay". La reacción inicial de muchos gobiernos, incluido el de Ronald Reagan en EU, fue el de negar la atención necesaria y dar los recursos necesarios para la investigación médica del virus. Las primeras terapias antirretrovirales llegaron tarde y luego de que casi 30 mil hombres homosexuales muriesen de Sida en Estados Unidos.

Para el movimiento de la diversidad sexual el Sida significó un parteaguas. La respuesta inicial de los activistas LGBT (lésbicos-gay-bisexuales-transgénero) fue la de miedo y aislamiento. Durante los setenta el activismo LGBT había cosechado una serie de logros importantes como por ejemplo el que la Asociación Psiquiátrica de EU declarara que la homosexualidad no es una enfermedad en 1973, el arribo de Harvey Milk a un cargo público en San Francisco. La irrupción del Sida sacudió al movimiento LGBT en todo el mundo y lo obligó a reorientar sus prioridades y objetivos en los ochenta.

El Sida tuvo un efecto similar en México. Activistas como Arturo Díaz Betancourt organizaron las primeras respuestas ante la crisis. La Clínica Condesa llegaría casi 20 años después de que apareciera el virus y se logró precisamente gracias al trabajo de activistas como Díaz Betancourt.

La Clínica Condesa es hoy un verdadero centro comunitario para los pacientes y sus familiares. A la clínica, los pacientes acuden no sólo por la atención médica, sino también a participar en grupos de autoayuda, talleres sobre sexualidad así como a otras actividades recreativas como un curso de teatro y actuación que es patrocinado por el Conaculta.

La labor de la Clínica Condesa es un notable caso de éxito de buena cooperación entre instituciones gubernamentales y grupos de ciudadanos organizados. La experiencia de esta clínica debería ser replicada en los estados de la República y su labor debería tener una mayor difusión y de fondo este problema vuelve a obligarnos a pensar sobre los vicios y virtudes del sindicalismo mexicano, que lo mismo mantiene secuestrada la educación en el país y que puede poner en jaque la salud de todos.

Politólogo e Internacionalista

Twitter @genarolozano

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