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La sucesión

GILBERTO SERNA

Un joven, casi imberbe, con peinado de adolescente, me recuerda a los grillos de prepa universitaria con jersey a la moda, mocasines bien boleados, hasta ahora todo ha sido de color de rosa, es precandidato a la presidencia de este país, tiene enfrente a un viejo lobo que se las sabe, como luego se dice, de todas todas, desde viajar en un autobús de segunda, esperando en una esquina mientras la lluvia le cae encima, para ir, en ese entonces, a su modesto trabajo; hasta viajar en una limousine con un puro hecho a mano, en la isla de aquí junto, un experimentado político que lleva media centuria en veces recibiendo pisotones, en otras ajustándose las arrugas de su gabán, sobándose los moretones donde otros pusieron sus codos, con el cabello pegado al cráneo, y un colmillo del que, como diría Renato Leduc, de tener la dicha inicua de ver pasar el tiempo. Son dos de las figuras políticas que han venido destacándose con luz propia como los principales contendientes de un partido que, poco a poco, es cada vez más institucional y menos revolucionario.

Ué diría su fundador Plutarco Elías Calles, si pudiera siquiera incorporarse para asomarse por entre los paños de seda de su ataúd, al darse cuenta de que cualquier ciudadano puede aspirar a la silla presidencial, en el más puro estilo democrático, claro... siempre que pueda darse el lujo de gastar millones de dólares en crearse una imagen adecuada.

En esta vez, son dos boxeadores, uno técnico el otro fajador, que se encuentran sentados en sus esquinas esperando que se escuche la campana que dé inicio al combate. Será una pelea limpia. Quedan prohibidos los golpes abajo del cinturón.

(A propósito, quién no recuerda a Mario Moreno 'Cantinflas' en las funciones cinematográficas que cobraban 20 centavos, aquí a la vuelta, en la escuela Amado Nervo, edificio porfirista que todavía luce como si se acabara de estrenar, boxeando contra Estanislao Shilinsky Bashanska. Eran cortos fílmicos, chuscos, graciosos y ocurrentes, en improvisada arena.

Me pregunto ¿será igual la pelea por lo que se refiere a una pantomima? ¿Estará arreglada? ¿Los golpes serán de mentiritas? ¿Habrá tongo? No lo sé, pero sé de una en que los actores de un drama sin igual, se volvían locos tratando de adivinar por dónde saldría el nuevo sol. Recuerdo ahora haber estado en una casona de la ciudad a la que el Barón de Humboldt bautizó como de los palacios, los graves rostros de los circunstantes miraban el reloj de la pared, cuyas manecillas caminaban más despacio que de costumbre, haciéndose el remolón pues sabía que en este país la desgracia o la fortuna de un político dependía de quien fuera el elegido de los dioses o mejor dicho del dios Huitzilopochtli en que, en aquel entonces se convertían los presidentes al terminar el período de su mandato. Dicen que la política en este país se hace a base de rumores.

Saltemos hacia el pasado. El cachorro de la revolución no había decidido o cuando menos no lo había dado a conocer, cuál de sus secretarios le sucedería en el cargo. Antes de él, aun con los resabios de una Revolución que muy pronto perdería el rumbo, la Secretaría de la Defensa Nacional era la cantera de donde saldría el candidato.

El Presidente casualmente tenía un primo carnal que ocupaba una cartera en su gabinete ampliado. Está por demás decir que era el favorito de los que habían sido beneficiados por el exitoso político de la atractiva sonrisa. Llegó a tal grado la convicción de que era el tapado, que no se inhibían al hablar pestes del otro que a la larga resultaría el verdadero agraciado. Todos enmudecieron cuando brindaban por el triunfo del primo, cuando oyeron que en la calle un voceador gritaba el nombre de Adolfo Ruiz Cortines, la persona ganadora. ¿Qué fue lo que pasó? No había que investigar mucho. Un expresidente logró evitar sin decir palabra, haciendo declarar a su esposa y a un hermano que ellos apoyarían a cierto militar de alto grado, lo que bastó para que se derrumbara la candidatura del pariente. Eran otros tiempos, otras ideas, pero las mismas mañas, donde imperaba lo que dijera el dedo índice que no siempre era el del ocupante de Los Pinos.

En una revista de las llamadas del corazón, abordemos el tema central de esta colaboración aparecen declaraciones del Presidente de la República que, como sin querer, dijo que su esposa tiene todos los atributos para ser candidata a un puesto de elección popular, aclarando que eso evidentemente no ocurrirá al término de su mandato; sin embargo, siguió diciendo, hemos hablado de eso y a pregunta del reportero, insistió: sí, sí la veo como candidata. Esto haría pensar a cualquiera que tenga un gramo de suspicacia, que en la casa de los Calderón se está pensando seriamente en Margarita Zavala como una fuerte aspirante a buscar la candidatura de su partido.

Podría creerse, a pesar de que ella tiene una trayectoria política propia e independiente, que popularmente no sería bien visto que sucediera a su marido, impedimento que viéndolo bien no se da en los países donde opera la democracia. En efecto, tenemos en Argentina a Cristina Fernández de Kirchner, que fue electa Presidenta teniendo a su consorte en el mando.

En fin, el hecho de que sean los ciudadanos los que votan deja la decisión en sus manos y si la ciudadanía así lo resuelve no hay impedimento alguno que detenga las pretensiones sucesorias de una primera dama, menos con las credenciales políticas que puede mostrar la cónyuge del actual presidente.

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