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LA TRAGICOMEDIA GRIEGA

SALVADOR KALIFA

La saga de Harry Potter terminó este verano, cuando se estrenó la última película de la serie que relata la historia de este niño/joven hechicero que, después de superar muchas vicisitudes, derrotó a su enemigo acérrimo, Lord Voldermort.

Ojalá pudiéramos decir también que este verano hemos visto el último capítulo de la tragicomedia griega y que, además, con el más reciente apoyo financiero por parte de los países europeos y el Fondo Monetario Internacional logrará superar su insolvencia.

Me temo, sin embargo, que ése no será el caso. La historia griega no tendrá un final feliz. No hemos visto todavía el último episodio de lo que promete ser un largo y penoso calvario para los griegos, contagio para otros países débiles como Irlanda y Portugal, y turbulencias incómodas en los mercados financieros del resto de los países europeos.

El principal obstáculo para salir del atolladero en el que se encuentra la eurozona es que sus líderes políticos se niegan a aceptar que Grecia es insolvente y necesita una reestructuración de su deuda con quitas substanciales, en vez de los acuerdos voluntarios que tratan de lograr.

Les asusta que al aceptar esa realidad y actuar en concordancia, pudieran estar afectando también la solvencia de Irlanda, Portugal y hasta España, así como comprometiendo la salud financiera de los bancos de la eurozona.

Prefieren, en su lugar, comprar tiempo con el anuncio de cada vez más grandes planes de apoyo, como si ello fuera suficiente para transformar la insolvencia griega en tan sólo un problema de liquidez. Es cierto que pocas veces hay una distinción clara entre la falta de liquidez y la insolvencia, pero en esta ocasión no hay duda de que Grecia no pueda pagar su deuda.

Estos programas de apoyo dilatan la hora de la verdad pero no evitan su llegada. Cuando eso suceda, quizá tampoco podrán evitar que se materialicen los temores de contagio que orillarían al borde de la insolvencia a otros países débiles de la eurozona.

Para entonces, sin embargo, las complicaciones financieras y económicas serán mayores ya que los gobiernos habrán agotado su arsenal de apoyos, así como la flexibilidad de sus políticas fiscal y monetaria. Es muy probable, además, que ya no exista la voluntad de los habitantes de los países fuertes para seguir solventando una parte importante de los costos de la crisis.

Por ahora nos encontramos en la etapa donde el Fondo de Estabilidad Financiera Europeo cuenta con recursos suficientes para que los políticos europeos den vuelo a su imaginación para encontrar formas de usarlos, como compras de deuda en los mercados secundarios y mecanismos de capitalización de los bancos de la zona.

Ellos insisten, además, que participen los tenedores privados de deuda con parte del costo del ajuste, ya sea extendiendo los plazos de sus bonos o aceptando una quita en su valor. Algunas estimaciones hablan de acciones equivalentes a una quita del 20 por ciento.

No obstante, aún con todos estos apoyos y buenos deseos, no está claro cómo le van a hacer los países endeudados para reducir su carga de deuda sin crecimiento económico y con un alto nivel de desempleo.

En efecto, los gobiernos de esos países enfrentan muchos años de una dolorosa austeridad, ya que al no tener una política monetaria propia, con la posibilidad de devaluar su moneda, toda la carga del ajuste es fiscal y se traduce en caídas grandes de producción y empleo.

Ese escenario sombrío parece, sin embargo, mejor que enfrentar las consecuencias enormes de una cesación de pagos y por ello los gobiernos de la eurozona hacen todo lo posible por evitarla. No obstante, la medicina amarga del ajuste real será tan dolorosa que las poblaciones afectadas no estarán dispuestas a soportarla, como tampoco estarán dispuestas las poblaciones de los países ricos en continuar apoyándolas.

En consecuencia, esta charada durará mientras los políticos de los países débiles puedan forzar más sacrificios de sus poblaciones, así como los de los países ricos sean capaces de extraer más recursos de sus electores para seguir haciendo transferencias a los países endeudados.

Pero llegará el momento en que eso no será posible. En algún país de la periferia cambiará el gobierno, o en uno de los ricos perderá el que siga apoyando el rescate. Cuando eso suceda, veremos la venganza de los mercados y el verdadero desenlace de la tragicomedia griega.

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