Amistad. Margarita sale a tomar el sol cada mañana, ella sufre un padecimiento vascular cerebral que hace que sus vivencias se arremolinen en su cabeza.
El requisito es tener 60 años de edad o más y entrar por su propia voluntad. En los albergues, los adultos mayores juegan dominó, tejen, escriben, pintan, duermen, toman el sol o simplemente permanecen sentados en un lugar.
Algunos han llegado por propia cuenta, a otros los llevaron sus familiares, pero la mayoría se encuentran solos, porque los que aún tienen parientes reciben visitas cada mes o cada 15 días.
Son los albergues del Instituto Nacional de las Personas Adultas Mayores (Inapam), donde 150 personas reciben atención las 24 horas del día a cambio de las cuotas que determina Trabajo Social cuando aún queda un pariente que responda por ellos, de lo contrario, el servicio es gratuito.
Las casas de descanso se ubican en Nebraska 180, colonia Nápoles; en Alabama número 17, en la misma colonia; en Moras 818 colonia Acacias y en Gemelos 14, colonia Prado Churubusco.
Esta Navidad, se visitará estos espacios y llevará todo lo que nuestros lectores hayan donado.
Les invitamos a colaborar en la campaña "Ayúdenos a ayudar", con ropa, cobijas y zapatos nuevos o en buen estado que puedan regalar.
Las prendas se recibirán todos los días, con un horario de nueve de la mañana a ocho de la noche, en Bucareli número 8, en la colonia Centro.
OTRA ETAPA Margarita Leonar Granados permanece en una silla, tiene frío y por eso ha salido a la terraza del albergue Alabama, donde vive, a tomar el sol.
Lleva puesto un gorro tejido de colores, un suéter largo y cuando se decide a entrar a la casona, que fue adaptada como residencia para adultos mayores, vuelve a sentir frío.
Sufre un padecimiento vascular cerebral y tiene problemas para coordinar, explica Eduardo Martínez Calderón, trabajador social del lugar, y mientras ella habla combina ideas y situaciones que ha vivido.
Enrique Lorenzo Salazar tiene 82 años y es uno de los adultos mayores más funcionales del albergue. Lleva dos años y medio aquí y le gusta pintar, escribir y tomar fotografías, como en su etapa más productiva.
Afirma que con el tiempo libre que tiene ahora ha podido terminar de escribir siete libros, dar clases de pintura sin costo en la Universidad Motolinia y preparar un curso de fotografía para la Universidad de la Tercera Edad.
Su hermana pagaba su estancia en el albergue, pero desde que murió, hace un año, no cubre ninguna cuota y se encuentra muy agradecido con quienes le brindan aún la atención en el albergue.
Marcela Vega, responsable del lugar, dice que tiene 16 adultos mayores, 14 mujeres y dos hombres y sólo a seis de ellos los visitan de forma esporádica.
Uno de los requisitos de ingreso, explica, es que tengan una persona responsable a la que se pueda llamar en caso de requerir apoyo.
En las mesas que se usan para comer, grupos de mujeres se han dispuesto a jugar dominó y después de algunos minutos son interrumpidas por gente del voluntariado del Inapam para participar en el "Árbol de los deseos".
Adelia Mata Cruz y Blanca Aurora Tovar tejen juntas, sentadas en uno de los sillones de la sala. La primera tiene un hijo y dos nietos a los que se refiere con mucho cariño.
Adelia nos cuenta que de repente tiene sus ratos nostálgicos, porque no hay como estar con la familia, pero no puede, ni quiere, ser un estorbo en la relación matrimonial de su hijo.
Ella sola hizo sus gestiones para entrar a la residencia luego de darse cuenta que podría generar problemas. Con la pensión que recibe, después de trabajar por años como secretaria en el gobierno federal, paga su estancia.
Blanca Aurora lleva apenas ocho días en el lugar y aunque "de repente entra la nostalgia", no tiene otra opción.
No tiene hijos, sus hermanos nunca le permitieron trabajar y ahora ellos han arreglado todo los papeles para su estancia en el albergue.
En el interior de la casa marcada con el número 180 de la calle Nebraska, el señor Guillermo Enrique Lara Arreguín llena la boleta correspondiente para poder salir a la tienda.
Tiene tres años en el lugar y conoce muy bien la zona porque por años vivió a unas cuantas calles, con su hermano, el que lo llevó de alguna forma a aprender sobre leyes y a litigar.
Su sobrino lo llevó a la residencia del Inapam cuando su papá enviudó y no recibe visitas de familiares, su hermano falleció hace algunos meses.
Además de litigar, al señor Guillermo le gusta dibujar y pintar sobre óleo o con acuarela, una práctica que ejerce desde que era niño y que dice haber iniciado por obedecer a una voz femenina que se lo indicaba.
CUIDADOS ESPECIALES A unos pasos está Guadalupe Aguirre, una mujer de 90 años que depende en su totalidad de los cuidados de las enfermeras. Tiene una estancia larga, de 15 años, y recibe visitas esporádicas.
Juventino Monroy, médico responsable de la residencia dice que tiene 23 adultos mayores de 61 a 92 años de edad con padecimientos como diabetes, hipertensión arterial, Parkinson, enfermedades reumáticas y secuelas de problemas vasculares-cerebrales.
El personal, dice, atiende a los residentes en tres turnos diferentes, todos los días, incluidos los festivos porque al menos dos de ellos requieren apoyo total: Guadalupe y Carmen González.
Carmen es diabética cardiópata, recientemente le dio un infarto del que se repuso, pero le falta voluntad para caminar. Permanece en una silla de ruedas pero no por incapacidad, sino porque no desea moverse.