Las groserías liberan la risa
México, DF. Teatreros y cómicos explican que la picardía es el sello del humor mexicano, mientras una lingüista destaca que son palabras que constituyen un tabú que sólo puede compartirse entre amigos o en una catarsis colectiva.
Ejemplifican que al final de las funciones de la pieza teatral TOC TOC suele escucharse una carcajada. Pero el parlamento que provoca la risa colectiva (que dura hasta un minuto y es seguida por el aplauso unánime) no es un chiste, tampoco una broma ni un diálogo ingenioso. Es uno de esos anglicismos que se utilizan para que alguien vaya y salude a su madre en un lugar lejano e inhóspito.
El personaje de Roberto Blandón en TOC TOC padece síndrome de Touorett, un padecimiento que hace que la gente sea incapaz de controlar los exabruptos verbales.
La obra cumplió esta semana 200 funciones, lo que representa el primer éxito del Teatro Banamex, inaugurado en 2009.
El personaje de Roberto Blandón provoca el mayor número de risas, una por cada majadería pronunciada. ¿Por qué el público se divierte con las groserías en obras de teatro y espectáculos de cabaret?
“Porque nos libera; si de niños nos las prohíben, de adultos nos causa regocijo que podamos compartirlas con un actor en el escenario”, explica Blandón, quien, por cierto, no ha contado el número de groserías que dice en escena. “¡Pero te juro que no he agregado una más de las que vienen en el libreto!”.
Cinturonazos que dan risa
El día en que Héctor Suárez Gomís reprobó biología en la secundaria, su papá lo mandó llamar. Estaba tan enojado que en vez de decirle por su nombre se refirió a él con ese apelativo con que Octavio Paz llama a todos los mexicanos, incluyendo a Suárez Gomís: “hijos de... la Malinche”.
“A ver -dijo Héctor Suárez padre-, ven acá hijo de... ¿en qué te hemos fallado?”. El regaño aquel terminó a cinturonazos y con la frase: “Me duele más a mí que a ti...”. Y Suárez papá remató la golpiza con el apelativo que tanto inquietaba a Paz.
En lugar de pagar terapia para superar el trance, lo escribió en un monólogo. Al buscar productor para estrenarlo, todos lo rechazaban. Uno de ellos, Rubén Lara, le dijo: “¿Crees que la gente va a pagar un boleto para ver que insultas a tu padre, al gran comediante Héctor Suárez?”.
El monólogo El Pelón en sus Tiempos de Cólera lleva dos años en cartelera. “¿Y sabes cuál es la parte donde más se carcajea la gente? Cuando narro aquel regaño a groserías”, cuenta.
Freddy Ortega dice que “la televisión se vuelve un filtro simpático y te voy a decir por qué: puedes decir el mismo chiste en la tele y la gente lo resiente, pero dices ese mismo chiste en centros nocturnos y se ríe, no sé por qué. En cabaret se ríen y en tele se escandalizan”.
Polo Polo, conocido por su lenguaje de carretonero al contar sus chistes, recuerda que alguna vez participó en un programa de televisión con la condición de no decir una sola grosería. Y lo cumplió. “Este humor es mexicano, por eso nunca me ha interesado trabajar en el extranjero; es difícil que la gente entienda la picardía mexicana.
“Un día -cuenta Polo Polo- que trabajé en casa de un señor muy importante, me enseñaron la lista de invitados y había puros políticos. Empecé diciendo: ‘En los lugares donde yo trabajo si algo no le gusta a alguien, se para y se va. Pero aquí, si algo no les gusta, me paro y me voy, pero del país””.
Las razones de la lingüística y la Psicología
Pilar Montes de Oca, lingüista egresada de la UNAM, habla de su experiencia al ver TOC TOC: “Aunque la frase no sea chistosa, cuando el personaje de Blandón dice una mala palabra, la gente se ríe. Son palabras que constituyen un tabú que sólo puede compartirse entre amigos o en una catarsis. Al verlo en el escenario aparece la catarsis colectiva”.
La lingüista explica por qué razón ese fenómeno es imposible en televisión: “Las groserías, malas palabras, majaderías, como quieran llamarlas, tienen un registro. La primera vez que conozco a alguien yo no puedo saludarlo con una grosería. Se necesita un cierto código para que sean aceptadas. En televisión no existe ese registro porque es un ámbito donde impera no sólo el tabú de las malas palabras sino también el del sexo, la religión, y muchos otros”.
Eso explica el atrevimiento de Polo Polo quien se reserva cierto lenguaje para algunas ocasiones. Una vez, recuerda el comediante, acudió a develar una placa en la obra Defendiendo al Cavernícola. En su discurso dijo decenas de groserías. ¿Por qué? “Porque el público lo esperaba”.
Mónica Reyes, psicóloga que acudió a ver la puesta en escena TOC TOC, señala que: “Todos los tabúes nos dan un poco de nervios y la gente responde con carcajadas porque esas malas palabras son parte de nuestra cultura. La idea del humor picante es muy mexicana”.
Por eso es tan divertido ir al teatro y al cabaret para reírse a rienda suelta cuando se escuchan las majaderías que se dicen en el escenario.
O como dice el comediante Lalo España: “Lo interesante es que la palabra pueda verse con otro enfoque y el resultado de ese enfoque haga estallar la risa. Tiene que tener una doble connotación, eso es lo artístico”.