Las lecciones de la crisis
Si alguna lección ha dejado al mundo la crisis financiera que empezó en 2008 y que en algunos países como Grecia e Irlanda continúa, es que la economía no se presta a soluciones mágicas.
Los gobiernos estadounidenses de George W. Bush y Barack Obama, a pesar de sus diferencias ideológicas, han aplicado fundamentalmente el mismo tratamiento a la economía de su país. En un esfuerzo por provocar una recuperación financiera han aumentado de manera muy importante el gasto público y lo han hecho de forma deficitaria. El déficit de presupuesto del gobierno de los Estados Unidos se acerca hoy al 10 por ciento del producto interno bruto. Es una cifra realmente escalofriante, muy superior a las que tuvimos en México en los años setenta y ochenta y que provocaron el gran desplome económico de nuestro país.
La Reserva Federal de los Estados Unidos ha seguido una política similar a la de la Casa Blanca. Ha impulsado una expansión enorme del dinero en circulación en el país. Para eso ha reducido las tasas de interés a niveles cercanos a cero y cuando esto no ha sido suficiente ha comprado bonos de deuda del gobierno federal, en un proceso que se ha llamado alivio cuantitativo pero que no es otra cosa que impresión de dinero.
Estas fuertes inyecciones de efectivo, sin embargo, no han tenido la capacidad de generar un crecimiento sólido y sustentable de la economía estadounidense. De hecho la Unión Americana está sufriendo una situación similar a la que ha vivido Japón en las últimas dos décadas: el gasto deficitario y las irrigaciones de dinero no han servido para generar un crecimiento saludable en las finanzas niponas. Hay buenas razones para creer que lo mismo puede pasar ahora con la estadounidense a pesar de todo el gasto gubernamental y las inversiones de capital.
Grecia es otro ejemplo interesante. Las calles de Atenas han sido escenario de una serie de protestas por parte de personas que se niegan a aceptar un recorte en el gasto público del país. Piensan que la crisis que ha aniquilado empleos y actividad mercantil en Grecia es culpa de un complot internacional de banqueros y no se dan cuenta de que han sido precisamente las malas políticas económicas las que han postrado a un país que durante mucho tiempo ha vivido de un gasto deficitario y de dádivas de los gobiernos de los países más ricos de Europa.
El problema es que ni las protestas ni los nuevos préstamos aprobados por la Unión Europa y el Fondo Monetario Internacional serán suficientes para rescatar al país. Éste no podrá recuperar su nivel de vida de antes de la crisis a menos de que mejore radicalmente su competitividad. Para esto no es sólo necesario reducir el gasto púbico sino aumentar la inversión privada en nuevas actividades y mejorar de manera radical la infraestructura y la productividad.
Ojalá que las finanzas de un país pudieran mejorarse con protestas o inyecciones de dinero. La crisis nos demuestra una vez más que son el trabajo y el ahorro los únicos caminos para construir una economía más próspera.
www.sergiosarmiento.com