Fíjate que se quemó mi casa, decía un tipo. ¡Ay qué malo! decía el otro. Pues ni tan malo porque adentro estaba mi suegra. ¡Uy qué bueno! Pues ni tan bueno porque no me dejó ni un centavo de herencia ¡Ay qué malo!... y así se iban encadenando suceso tras suceso, alternando lo bueno y lo malo.
Así suceden las cosas en nuestra vida, las cosas buenas y las malas, aunque a veces se cargan demasiado hacia un lado o hacia el otro, con las consecuencias imaginables.
Malo es un adjetivo que se aplica a todo aquél que carece de bondad, que tiene sentimientos no favorables hacia sus semejantes, que es capaz de realizar acciones que perjudiquen a los demás, pero también se dice que está mala una persona que está enferma.
¿Por qué no fuiste a trabajar? Le pregunta un tipo a su espectacular amiga, una de esas muchachas que tienen curvas por todos lados. ¡Es que, amanecí muy mala! ¿Mala? No, estás enferma, pero mala ¿cómo? ¡Si estás rebuena…! dice el libidinoso sujeto con los ojos brillosos que denotan su mala intención.
Tener mala leche es hacer las cosas con perversidad, con el propósito de perjudicar a alguien, malo es el que hace las cosas a la mala que es diferente que andar “de malas”. A veces anda uno así o porque anda enojado o porque parece que se levantó con el pie izquierdo y entonces se tropieza con una silla, se mancha la camisa, se le cae un vaso y se rompe… puras cosas malas le pasan, una tras otra.
¡Qué mala pata! se dice como un lamento cuando se tiene mala suerte. Los chicos malos generalmente no son chicos pero sí son malos, mientras que las chicas malas son aquellas muchachas “de la mala vida”, o sea que se dedican al oficio más antiguo del mundo. Las que llevan “la vida difícil de una mujer fácil” que no ha de ser tan difícil porque son muchas las que le entran.
Cuando alguien habla de “el malo” así, con el puro adjetivo, es muy probable que se esté refiriendo al que se considera el ser más malo del universo que es ¡quién? Pues ¡el diablo! ¡el chamuco! ¡el demonio! según las creencias religiosas que cada quien tenga.
Cuando contamos algo como un rumor que no puede comprobarse afirmamos “pues dicen las malas lenguas que la niña de los compadres está embarazada… ¡no me diga comadre!” y así va desparramándose el chisme como mala hierba que crece por todas partes y sin necesidad de que alguien la cultive.
También se califica de mala hierba a las malas compañías de los muchachos porque los inducen a hacer maldades y el que está recluido en un hospital o cursa estudios en una escuela de dudosa fama, tal vez se queje de que le dan “malos tratos” y por eso hace lo que le ordenan “de mala gana”.
Escríbale a don Juan Recaredo: La dirección de su correo electrónico es donjuanrecaredo@gmail.com
PREGUNTA DEL PÚBLICO:
José Luis Velázquez. ¿Hay alguna regla para aplicar los gentilicios? ¿Por qué se les dice panameños a los de Panamá y chihuahuenses a los de Chihuahua, por ejemplo?
RESPUESTA:
No existe regla alguna para aplicar los gentilicios: unos se forman con el sufijo “eños”, otros con “enses”, otros con “anos”, etc.
Pensamiento: La verdad es que cuando te haces viejo, no te haces más sabio: te haces más prudente. ¿Cómo dijo? LAS PALABRAS TIENEN LA PALABRA.