Lo aborigen es lo autóctono, lo que nació aquí mismo, y las lenguas aborígenes, son las que ya estaban aquí cuando llegaron los conquistadores. Son esas lenguas nuestras, las que hoy nos hacen diferentes a ellos en lo que se refiere a la manera de hablar.
Ellos –los españoles- le dicen pavo a lo que nosotros llamamos originalmente guajolote. Incluso para los españoles hacer pavadas, es hacer bobadas, niñerías o sonseras, como las llamamos en el norte del país. Eso quiere decir que no tienen al animalito en muy alta estima, que digamos.
Guajolote es una palabra procedente del náhuatl hueyxólotl (sin relación alguna con el huey que ahora usan tanto nuestros jóvenes… ¿qué onda huey?). Esto es otra cosa.
Huey en náhuatl significa grande y xólotl es gemelo. Entonces el hueyxólotl, el guajolote, es el gemelo grande. Es que los aztecas creían que su dios Quetzalcóatl, tenía un “gemelo” al que llamaban xólotl y que literalmente se hacía guajolote a la hora de cumplir las obligaciones que tenía chambeando de dios.
Es que una de las responsabilidades que tenían los dioses en un momento dado era convertirse en cuerpos celestes y xólotl le sacó y huyó. Nada más que para despistar a los demás, de manera que no lo encontraran, se transformaba en diversas plantas o animales. Por eso digo que se hacía guajolote. Todo esto sucedía –claro- según la mitología de nuestros antepasados aztecas.
En nuestro vocabulario cotidiano tenemos muchas palabras de origen náhuatl que han llegado hasta nuestros días en pleno uso de sus facultados, como la palabra cenzontle.
Cenzontle es ese pajarito muy cantador también conocido como sinsonte, sensonte o sisonte. En náhual era cenzontli que significa cuatrocientos.
Eso quiere decir que el cenzontle es el pajarillo de las 400 voces. ¿Y quién se puso a contarlas? Nadie. Los aztecas decían 400 como un número muy elevado y difícil de determinar.
Nosotros tal vez lo hubiéramos llamado “el pájaro de las mil voces”, sin que eso quisiera decir tampoco que el ave tuviera 10 centenas exactas de voces en su repertorio, sino que en ese caso, mil equivale sencillamente a muchas.
En realidad el cenzontle es un imitador, pero en lugar de imitar a Juan Gabriel o a Vicente Fernández, reproduce fielmente el canto de otros pájaros. A veces llega a imitar el sonido de algunos instrumentos musicales e incluso hasta la voz humana, como lo hace el perico.
A propósito, yo creía que el apodo de Perico que les imponen a muchos Pedros, era nada más porque las palabras se parecen, pero es al revés. A los pericos les pusieron ese nombre como un derivado del nombre de Pedro y no es ése el único caso. Hay muchos nombres de animales, en español y en otros idiomas, que son derivados de nombres de persona.
De hecho la palabra perico nosotros la tomamos del francés antiguo perroquet que es un apodo cariñoso para Pierre, que como sabemos por la tradición cristiana, viene de Petrus (piedra) en latín y se traduce como Pedro a nuestro idioma.
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PREGUNTA DEL PÚBLICO.- “En mi caballo retinto, he venido de muy lejos…” dice cantando “La Feria de las Flores” y Mary Flores (que no creo que sea nada de la feria) nos pregunta desde Cholula, Pue. si el color retinto es morado o es negro intenso.
RESPUESTA: Pues ninguno de los dos, Mary. El color retinto en el caso de un caballo, es un café castaño muy obscuro.
FRASE REFLEXIVA PARA TERMINAR: Hay mujeres que necesitan 20 años para convertir a su hijo en un hombre. Hay otras que con 20 minutos les basta para convertir a un hombre en un tonto. ¿Cómo dijo? ¡LAS PALABRAS TIENEN LA PALABRA!