A mi tía Retórica nunca la veo. Nada más me la encuentro en las bodas y los velorios de la familia… Y en los velorios invariablemente ella hace alarmada el comentario de que “se está muriendo mucha gente que antes no se moría…”. Por eso en las bodas yo le digo que también se está casando mucha gente que antes no se casaba.
Hoy le propongo –a usted, no a mi tía- comentar un poco acerca del matrimonio y dejar la muerte para otra más fúnebre ocasión, aunque hay algunos que ven ambos acontecimientos como sinónimos porque dicen que “casarse es la muerte” y es que, así les habrá ido en la feria.
El verbo casar o casarse ¿de dónde viene? Pues de casa, porque el casado casa quiere, como dice el refrán. Un hombre y una mujer se unen para vivir juntos, se supone que hasta que la muerte los separe, aunque cada vez van siendo más numerosos los motivos por los que una pareja se desata, sin que haya necesidad de que uno de ellos “entregue el equipo” o “se le caiga el sistema”, dicho sea con todo respeto. Mientras tanto, necesitan un lugar, una casa para vivir, comer, dormir y hacer alguna otra cosa que se les vaya ocurriendo.
La palabra matrimonio viene del concepto madre porque se supone que ese es el mayor anhelo de toda mujer: ser mamá y ella se une al hombre con el deseo de lograrlo.
En el caso de los hombres debería decirse que contraemos patrimonio que es el equivalente masculino porque nos casamos para ser padres… aunque este propósito ya no siempre es el principal ni por parte de él ni de ella. Total que al llamar matrimonio al enlace le estamos dando la razón al tipo aquel que decía “yo soy soltero, la casada es mi mujer”.
Ahora la palabra patrimonio ya adquirió otro sentido. Es el conjunto de bienes materiales que posee, en este caso, la familia, por ejemplo el carro, la casa, los muebles, el dinero (si es que hay), etc.
Cuando vamos a una celebración matrimonial generalmente nos referimos a una fiesta de bodas, y la palabra boda viene de votum, voto y no porque sea tiempo de elecciones sino porque al casarse los dos contrayentes hacen un voto, es decir, una promesa de que se van a portar bien y no van a andar por ahí de “tingo lilingo”… Prometen que se van a guardar fidelidad. Nada más que a veces la guardan tan bien que después ya no se acuerdan dónde la dejaron.
Los que se unen son los cónyuges (no cónyugues). Cónyuge viene del latín cum juge que significa “con el mismo yugo” o sea que los romanos ya se quejaban de que casarse es echarse la soga al cuello y en Grecia la cuestión no parece haber sido muy diferente.
Se dice históricamente que Sócrates tenía problemas con su mujer porque no le daba el gasto y ella le reclamaba: No la amueles Socra, yo nomás veo que te la pasas platicando con puros muchachitos en los jardines de Academo pero acá no tengo ni un denario para “hacer el súper”. Y Sócrates siempre daba la misma cínica respuesta: Yo sólo sé que no sé nada.
Escríbale a Don Juan Recaredo: La dirección de su correo electrónico es donjuanrecaredo@gmail.com
PREGUNTA DEL PÚBLICO:
¿La palabra financía lleva o no acento en la í? pregunta Miriam Pérez Conde del mero Defe.
RESPUESTA:
La respuesta es NO. No se debe decir financííía sino finaaancia. En esta operación el banco me financia.
Frase razonamiento para terminar: En cada casualidad el optimista ve una oportunidad y el pesimista una calamidad ¿Cómo dijo? ¡LAS PALABRAS TIENEN LA PALABRA!