Imagínese que va un sujeto caminando por la calle, totalmente distraído, o para decirlo en términos muy actuales va “en la pura baba” y al cruzar una calle, no se da cuenta de que viene un auto a toda velocidad.
Otro transeúnte –supongamos que es usted- advierte el peligro y pega un hidráulico grito: ¡aguas! que en traducción libre significa ¡cuidado, baboso!… (o bueno, vamos a dejarlo en ¡cuidado!). El hecho es que el Babiecas oye el grito y hace lo que trataría de hacer un ministro de gabinete en fin de sexenio: brincar y ponerse a salvo.
Su salvación -la del Babuchas- es lo que llamaríamos un “acto cooperativo fundamental” porque lo que el sistema nervioso de él no captó, lo registró el suyo -el de usted- y podríamos decir que por unos segundos los dos se asociaron para lograr el mismo objetivo; salvar al Babioux.
Para que ese objetivo se lograra, era necesario no sólo que usted viera el auto que venía “hecho la mocha” sino que hubiera además una forma adecuada y oportuna de hacérselo saber al Babalú para que dejara de pensar en la inmortalidad del cangrejo y dedicara todos sus esfuerzos a salvar el pellejo y todo lo que lleva dentro.
A lo que yo quería llegar (y ya llegué) es a destacar el importante papel que juega el lenguaje en nuestra vida. No sólo para que se junten dos comadres a “echarse el chal” (modismo por chismear y platicar) sino también para una gran diversidad de funciones que pueden asociarse -entre otras- por ejemplo a la investigación científica, a nuestra vida en sociedad e incluso a nuestra supervivencia.
Uno de los casos de uso del lenguaje en que más nos tropezamos, ocurre a la hora de poner por escrito nuestras ideas. Hay muchas personas que, hablando se descosen y nadie los detiene… Dicen todo lo que quieren y hasta más, sin problemas.
¡Ah, pero a la hora de ponerlo “en blanco y negro”, o sea, a la hora de escribirlo, ahí es donde de plano, nos atoramos!
Redactar ciertamente es un arte y por lo mismo resulta un poco difícil precisar una técnica adecuada para hacerlo. Lo que puedo hacer es darle por lo pronto algún breve pero muy útil consejito:
Antes de empezar a escribir, piense detenidamente el asunto que va a tratar. Aclare para sí qué es exactamente la esencia, cuál es la idea principal de lo que quiere comunicar. Cuando ya tenga esa idea bien ubicada, ordene las ideas accesorias alrededor de la principal.
Es como cuando quiero salir a un viaje en vacaciones: lo primero que tengo qué hacer es tener bien definido a dónde voy a ir. Después ya decidiré en qué me voy, a qué hotel puedo llegar, cuánto dinero necesito y todo lo demás.
Empezar a escribir sin saber claramente el asunto que se quiere decir, es como abordar un avión sin saber a dónde va, cuál es su destino.
Escríbale a Don Juan Recaredo: La dirección de su correo electrónico es donjuanrecaredo@gmail.com
¡NUEVO LIBRO! Ya está a la venta “Palabras Y Cascabeleos! el nuevo libro de Don Ricardo Espinosa. Para adquirir éste o sus libros anteriores, pida información a libros@comodijo.net o bien al teléfono (0181) 8148 8141 de Monterrey, N. L.
PREGUNTA DEL PÚBLICO:
Juan Pérez Rendón de Querétaro pregunta el significado del adjetivo visceral.
RESPUESTA:
Visceral es el que actúa o lo que se hace más con la emoción que con la razón. Una persona muy visceral se supone que reacciona con las vísceras en lugar de hacerlo con el cerebro. Es impulsiva y reacciona emotivamente en lugar de hacerlo de una manera racional.
Frase en la defensa de un camión: El que ronca es el motor. El que maneja está despierto. ¿Cómo dijo? ¡LAS PALABRAS TIENEN LA PALABRA!