Foto: ROBERTO ITURRIAGA
Con sus últimos 7 pesos en la bolsa para el pasaje, sin haber desayunado y siempre acompañado de "Piolín", es como José Bernardo Castillo, sube todos las mañanas a cerca de 20 camiones en Torreón. Ahí presenta un show cómico de ventriloquía con su muñeco "Piolín".
"Mi esposa está muy enferma de asma, son medicamentos carísimos y todo lo que gano es para que no se me ponga mal", dice.
Interrumpiendo la música popular de los camiones o rompiendo el silencio de los pasajeros, es la forma en que "Piolín" comienza con su rutina de chistes, los cuales hacen mofa de la situación económica y necesidades del mismo Bernardo.
"Yo soy el que tengo que trabajar para que comas algo flojo, deberías de arreglarme primero, aparte tienes las manos frías", reclama el muñeco con voz chillona mientras Bernardo mueve los labios levemente y sonríe al público, casi siempre indiferente.
A pesar de tener 20 años desempeñándose como payaso y ventrílocuo, Bernardo asegura tener el sueño de convertirse en cocinero un día. "Uno se cansa de pasar hambres y no encontrar trabajo en ningún lado".
Además de su espectáculo, Bernardo trabaja como intendente en un negocio de comida frente al IMSS No. 16 de Torreón, donde luego de repetir su rutina cómica durante el día se dispone a trapear y barrer hasta la noche.
"Gracias a ese trabajito puedo comprarle medicinas y comidita a mi esposa", explica.
Cuando termina su jornada, con alrededor de 50 pesos en una mano y "Piolín" en la otra, el ventrilocuo callejero regresa a su hogar en Saporiz, Durango, donde se encarga de pintar, coser y limpiar a su compañero desde hace casi 15 años.
"Se lo compré a un amigo y estaba muy roto, junté dinero, lo reparé y ahora vivo de él", cuenta.