"Que otros se jacten de las páginas que les ha sido dado escribir; yo me jacto de aquellas que me ha sido dado leer."
Jorge Luis Borges
Hora resulta que todos los mexicanos, y en particular los políticos, son ávidos lectores y sólo Enrique Peña Nieto no puede acordarse de los libros que más han influido en su vida. No falta quien busque editar una nueva obra que se llamaría La inevitable levedad del gel. El propio candidato del PRI, Peña Nieto, ha sabido tomar con aplomo y sentido del humor la lluvia de críticas y burlas que ha surgido de su primer gran error en el camino a la Presidencia de la República. Mucho más daño ha hecho, me parece, el retwitteo de su hija Paulina sobre la "prole" que critica a su padre.
No es Peña Nieto el primer político mexicano que demuestra poca cultura literaria. Vicente Fox se refirió en una ocasión al escritor José Luis Borgues, que hasta la fecha los especialistas buscan infructuosamente en bibliotecas y librerías en las que sólo encuentran a un tal Jorge Luis Borges. Su esposa Martha Sahagún, quien fuera con anterioridad su directora de comunicación social, citó una vez un hermoso párrafo literario que atribuyó a la escritora Gran Rabina Tagore, sin darse cuenta de que se trataba del poeta bengalí indio Rabindranath Tagore. Los mexicanos, por otra parte, vivimos en un país en el que la maestra mayor, la presidenta vitalicia del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, nos advierte sobre los riesgos de la "influencia A HLNL".
El problema no es tanto la falta de lecturas sino el presumir de una cultura que no se tiene. Un breve intercambio de opiniones revela el desconocimiento de los políticos mexicanos incluso de textos que deberían ser obligatorios para ellos, como El príncipe de Maquiavelo o el Ulises criollo de Vasconcelos.
La cultura literaria no es garantía de un buen gobernante. Luis Echeverría y José López Portillo eran hombres de amplia cultura y buenos lectores de libros. Echeverría, en particular, hacía con frecuencia comentarios que demostraban que sí había leído las obras que citaba. Miguel de la Madrid fue director del Fondo de Cultura Económica. Carlos Salinas de Gortari tiene una sólida cultura literaria y una biblioteca impresionante. De hecho, podría decirse que los políticos del viejo régimen, que llegaban al poder por distinción meritocrática, eran usualmente más cultos que los de hoy, que llegan a sus cargos por su popularidad y presencia medática. Un Humberto Moreira nunca competiría en cultura con un Jesús Reyes Heroles.
La verdad es que los políticos no son más que el reflejo de la sociedad que los elige. La mayoría de los mexicanos difícilmente puede identificar a autores o libros por el simple hecho de que muy pocos leen. Los que pueden identificar algunas obras o autores hablan usualmente de los que han oído y no de los que han leído. Un vistazo a un autobús mexicano, en contraste con uno en Europa, Japón o los Estados Unidos, donde mucha gente lee, nos señala que los mexicanos simplemente no tenemos apego a la lectura.
Dentro de todo, quizá lo mejor que nos pudo haber ocurrido como país es ese tropezón de Peña Nieto en la Feria Internacional del Libro. Si hoy todos los políticos y la gente común y corriente que dicen que sí leen se ponen a leer, veremos un aumento importante en los índices de lectura en nuestro país. Aunque sólo lean esa nueva obra que se está poniendo de moda y que se llama Nosotros los proles y ustedes los Peña.
GAZAPOS
Los políticos deben tener cuidado de presumir de aquello de lo que carecen. En una conversación radiofónica conmigo Ernesto Cordero, el aspirante a la candidatura presidencial del PAN, incluyó ayer entre sus libros favoritos La isla de la pasión que atribuyó a Isabel Restrepo. En realidad la obra es de la colombiana Laura Restrepo, cuya novela Delirio es la más conocida en México. Ahora bien, cualquiera se equivoca. Yo lo sé: a Cordero al aire le dije Enrique en vez de Ernesto.
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