Pronto Calderón dejará el poder. Su gestión quedará marcada por la "guerra" contra el narcotráfico. Otras políticas de su período serán un asunto secundario. Pros y contras, la apuesta central fue ésa. Para algunos, haber enfrentado descarnadamente un cáncer que había invadido varias zonas del país será el gran mérito. Así lo miran en el exterior. La autoridad federal entró sin miramientos y muchos dicen que sin estrategia. ¿Podía de verdad haber una estrategia o quizá, como país, estamos pagando un altísimo costo de aprendizaje? Las preguntas asaltan. ¿Por qué no lo hicieron en el pasado, por qué dejaron que el problema llegara a esas dimensiones, cuál es la salida, hay victoria factible? No hay demasiadas respuestas.
Para otros, en contraste, esa acción habrá sido el gran error de Calderón. Los muertos contados por decenas de miles, infinidad de familias destruidas, el flagelo de narcoterrorismo. Hasta dónde ir, ha sido demasiada sangre. Pero ni los críticos más radicales aventuran una hipótesis de trabajo alternativa. ¿Acaso era mejor no hacer nada? En sus cinco años de gobierno Calderón ha defendido sin concesiones su estrategia y a las personas que la encarnan. El presidente advirtió también sobre la duración de este horror. Sin embargo, a pocos meses de que inicien las campañas presidenciales, se acerca el momento de evaluar. No se trata de juzgar las intenciones -correctas y en más de un sentido incuestionables- se trata -eso sí- de buscar conclusiones racionales de qué hacer en el futuro inmediato. Es muy fácil descalificar diciendo que es la "guerra de Calderón". Me temo que él se irá y nos quedaremos con los mismos problemas. Es un reto del país y más vale que exijamos a quienes quieren gobernar que propongan alternativas concretas. Veamos algunos de los dilemas.
De 2006 a la fecha el número de efectivos abocados a combatir el narcotráfico se ha incrementado en 68%. Hay por supuesto un incremento en el gasto, no demasiado significativo, pero incremento el fin. Sin embargo la destrucción e incautación de ciertos estupefacientes se ha desplomado, de casi 27,000 toneladas en 2006 a 13,000 en 2009 para el caso de marihuana. Y de 18,000 a también alrededor de 13,000 en el mismo período para la amapola. Más producción es más dinero. En paralelo, según el secretario de Salud, en los últimos seis años el consumo de cocaína se ha duplicado y el de marihuana ha crecido 50%. Pero sobre todo está la violencia, los muertos que rondan ya los 35,000 y que incluyen un altísimo número de miembros de las bandas, pero también una porción importante de miembros de las Fuerzas Armadas y de las Policías y, lo más doloroso, de ciudadanos que nada tenían que ver con el tráfico. Además la mayoría de los mexicanos percibe que la "guerra" la van ganando los narcos y que la inseguridad aumenta. No es cosa menor. El ánimo de muchos mexicanos está quebrado y eso tiene un costo invaluable. Las crecientes violaciones a los derechos humanos por parte de militares y policías es otro expediente negro de esta historia. Pero de nuevo, ¿qué hacer?
Afloran las carencias y vacíos institucionales. Si las Policías locales no se involucran con seriedad, la lucha es muy difícil. Sin un marco normativo claro para las Fuerzas Armadas, el descontrol será asunto de todos los días. Sin una Policía especializada y potente, el Ejército y la Marina Armada no pueden ser retirados de las calles. La responsabilidad también recae en el Legislativo -¿y la nueva ley de seguridad nacional?- y en los gobernadores cuya actuación está cruzada por claroscuros. Todos somos responsables de encontrar fórmulas realistas. Decir sin más que se debe seguir con la misma receta es insensible y tozudo.
Algo va mal, muy mal, en muertos, en inseguridad, en producción, en consumo, en percepción, por dónde se evalúe las cifras son demoledoras. Más allá de las intenciones están los resultados. Escuchar al secretario García Luna afirmar sin el menor empacho que faltan siete años más de narcoviolencia es una verdadera provocación. No hace mucho el propio Calderón afirmó que las cifras mejorarían en la segunda mitad del año. Más allá del muy gestionable espectáculo de capturas, qué saben las autoridades, -qué no saben- cuál el horizonte de espera y maduración de la estrategia. La insensibilidad del secretario no pudo ser mayor. El mismo día en que Javier Sicilia llamaba a rehacer el tejido social, García Luna lanzaba su cálculo. Pero ¿qué proponen PRI y PRD?
Calderón ya jugó sus cartas. Sabe que no obtendrá victoria. Quizá por eso en Cancún planteó el dilema: o lucha pareja de todos o legalización. Es otro discurso. Hoy tiene la autoridad moral para hacerlo. La inconsistencia internacional crece, más consumo, legalización parcial, venta de armas. Fuera máscaras, llegó la hora.
Me sumo a la exigencia de justicia en el caso del multi-homicidio de Morelos encabezada por Javier Sicilia. Ojalá la fuerza de la poesía rompa la sordera nacional.