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Lluvias, desastres y oportunismo económico

A la ciudadanía

MANUEL VALENCIA CASTRO

Cuando se revisan los resultados de los estudios de los efectos del calentamiento global sobre el clima de nuestro país, se observan tendencias generales en la temperatura y en las lluvias. En el caso de la temperatura se observa una clara tendencia a ser cada vez mayor en prácticamente todos los estados y municipios, lo mismo en Coahuila que en Chiapas o Tabasco. Por el contrario, la cantidad de lluvias tenderán a disminuir gradualmente también en la totalidad del territorio nacional. Aunque esto es cierto, es importante mencionar que tales cambios se espera se presenten en los próximos cincuenta y cien años, mientras tanto, otro efecto del mismo cambio climático, mucho más inmediato se presenta como una variabilidad climática cada año. Lo mismo una sequía, que un año con excedentes de agua o simplemente un año promedio, además de un mayor número de tormentas y huracanes de mayor intensidad.

Sin embargo, al margen del año que se presente, se ha convertido en un hecho común los desastres ocasionados por las inundaciones en algunas zonas del país como por ejemplo la del Valle de México. Colonias enteras de clase media, pero sobre todo de bajos recursos son arrasadas por las aguas de ríos, arroyos o incluso de las que salen de los pésimos drenajes subterráneos que debieran resolver el problema sacando los excedentes de agua. ¿Qué es lo que está pasando entonces? ¿Por qué suceden estos desastres que no necesariamente se deben al cambio climático?

La respuesta se encuentra en la mala a veces pésima planeación del desarrollo urbano. Las zonas metropolitanas son de hecho un ejemplo de un crecimiento urbano caótico. Muchos nuevos asentamientos humanos, se construyen sobre terrenos bajos en los que en otros tiempos se formaban lagunas temporales o sobre arroyos intermitentes y efímeros que sólo se presentan cuando llueve, y desde luego sobre zonas federales a orillas de ríos. La magnitud de las pérdidas materiales y por desgracia en ocasiones humanas, suele ser terriblemente grande.

En el año de 2005 por ejemplo, las inundaciones ocurridas en el Valle Dorado del Estado de México, tuvo un costo de 18.4 millones de dólares. Muy cerca de nosotros en un sector de la colonia La Fuente de Torreón, se construyeron varios bloques de casas sobre una depresión, debido a esto, un aguacero de esos que se presentan de vez en cuando en nuestra región, que son tan benéficos para amortiguar las elevadas temperaturas del verano, terminan inundando las casas de ese sector ante la indiferencia oficial que hace muy poco o nada por resolver el problema que pone en riesgo el patrimonio de muchas familias que han invertido en su casa los ahorros de su vida.

Entre tanto, un enfoque económico, no precisamente verde, empieza a considerar la variable climática y/o la mala planeación urbana, como una nueva variable de los negocios que seguramente producirá para un determinado sector, grandes oportunidades económicas. Resulta difícil aceptar que se planeen los negocios a partir de la vulnerabilidad que presenta el país y sus regiones al cambio climático, y desde luego del sufrimiento de mucha gente que pierde su casa o sus muebles. No debe verse esto como un casino en el que unos pierden, los de siempre, y otros ganan, también los de siempre.

El asunto del cambio climático y sus impactos, debe verse con un enfoque preventivo y los fondos internacionales como los del Fondo para el Medio Ambiente Mundial deberán aplicarse en la reducción del riesgo de México a contingencias catastróficas.

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