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Lo que pudo ser y lo que realmente fue

Agenda ciudadana

LORENZO MEYER

Historia Contrafactual. Para algunos, especular sobre lo que pudo haber sido y no fue es una pérdida de tiempo. Sin embargo, echar mano de la imaginación para plantear las consecuencias de algo que razonablemente pudo haber sucedido, es una forma de aproximarse a una explicación en torno a lo que realmente fue. De ahí la importancia de preguntarse ¿qué efecto hubiera tenido una evolución diferente de la relación entre los países de la América del Norte?

Debilidad. Hoy, casi todos los temas centrales en los procesos económicos, sociales y políticos de nuestro país están directa o indirectamente determinados o afectados por fenómenos cuya raíz y dinámica se localizan en Estados Unidos. Ante este carácter tan distintivo de nuestra situación internacional surge de manera natural una interrogante: ¿cómo fue que México adquirió esta condición tan vulnerable, es decir, cómo fue que la rica Nueva España devino en mera periferia de Estados Unidos?

Alejandro García Sudo propone en su tesis "Origen y consolidación de dos sistemas internacionales americanos", (El Colegio de México, 2010), que el desarrollo y posición internacional de México se explique, sobre todo, a partir de su carácter como miembro de una región políticamente dominada por Estados Unidos desde el Siglo XIX y que abarca de Colombia y Venezuela hasta Canadá y que incluye a toda Centro América, a las islas del Caribe, a México y, desde luego al país dominante, a Estados Unidos, es decir la América del Norte. Se trata de una buena idea y esta columna la toma como punto de arranque y lo combina con un interés por explorar lo que pudo haber sido y no fue en la evolución de esa región en los últimos dos siglos y medio. Se puede ir más atrás pero el espacio disponible no lo aconseja.

El Primer Paso. Un punto de partida para entender el surgimiento de una América del Norte dominada absolutamente por Estados Unidos puede ser uno que se dio incluso antes de que ese país naciera. Se trata del conflicto de mediados del Siglo XVIII entre las monarquías de Inglaterra y Francia -la "Guerra de los Siete Años"-, que tuvo uno de sus grandes teatros de guerra en la enorme geografía de lo que hoy es la costa atlántica americana y que involucró a ingleses, franceses, colonos norteamericanos y a las naciones indias de la región. Al final del conflicto, La Nueva Francia -que hubiera podido ser la base de una nación de lengua francesa y católica en el extremo norte de América- desapareció del mapa político y se perdió a un aliado potencial de México para dar paso al Canadá inglés, del que seguimos muy alejados. Poco después, y relacionado con las ambiciones y confianza despertadas por la victoria sobre los franceses, los colonos de La Nueva Inglaterra se rebelaron contra el gobierno del rey Jorge en 1776. En 1783 nacieron los Estados Unidos, que tras de otra guerra con Inglaterra -1812-1814- y la amenaza de una más en 1846 motivada por la disputa en torno al territorio de Oregón, lograron fijar de manera definitiva su frontera con Canadá. Aún antes de resolver en su favor esa disputa en el norte, los jóvenes Estados Unidos pusieron su mirada en el sur y arrancaron Las Floridas a España para después enfrentarse con México, primero de manera indirecta con la separación de Texas (1835-1836) y luego en la guerra de 1846-1848.

La derrota militar de México y la gran pérdida territorial que implicó a favor de Estados Unidos, marcó el momento en que nuestro vecino del norte se transformó en la fuerza hegemónica de la América del Norte y México debió mantenerse a la defensiva mientras se consolidaba penosamente como Estado nacional. Esa situación dejaría un sello indeleble que afectó el desarrollo posterior de nuestro país y de su política exterior.

Entre 1836 e inicios de los 1840 existió la posibilidad de que Texas se hubiera mantenido como república independiente --Inglaterra, la mayor potencia mundial, favorecía esa posibilidad- pero la negativa mexicana a reconocer la independencia texana y la fuerza expansionista de Estados Unidos se combinaron para anular una posibilidad que, a la larga, hubiera podido convenir a México, pues cualquier división de lo que hoy es Estados Unidos le hubiera permitido un mayor campo de maniobra. La posibilidad de un fraccionamiento del país del norte se presentó en 1861, cuando once estados norteamericanos del sur decidieron separarse para mantener su "institución peculiar": la esclavitud. Los Estados Confederados de América existieron como una entidad soberana en guerra con Estados Unidos hasta 1865, cuando finalmente fueron ocupados y forzados a reintegrarse a la unión original.

El Juego Europeo. Aprovechando la desunión endémica de los mexicanos y que Estados Unidos estaba inmerso en un conflicto mortal consigo mismo, la política imperial de Francia intentó hacer de México un "estado cliente". El objetivo de Napoleón III al dar su apoyo militar, político y económico al II Imperio Mexicano de Maximiliano era, por lo menos doble: dominar la minería de la plata mexicana y taponar el expansionismo norteamericano en América Latina (este término fue, justamente, acuñado en Francia para legitimar su proyecto). Sin embargo, la resistencia de los liberales juaristas y la derrota de la Confederación permitieron a Washington revivir la Doctrina Monroe y exigir con éxito a París que sacara a su fuerza expedicionaria de México.

La destrucción del proyecto francés en México fue el inicio de un empuje norteamericano para disminuir la presencia de los rivales europeos en la América del Norte. Los siguientes pasos fueron la intervención norteamericana en la guerra de independencia en Cuba y la espectacular derrota de la armada española por la norteamericana en Manila en 1898, más el fomento de la independencia de Panamá en 1903 para acto seguido arrancarle a su nuevo y débil gobierno el control a perpetuidad de la zona donde se construiría un canal interoceánico -el proyecto francés al respecto, había fracasado- y, finalmente, el "Corolario Roosevelt" de 1904, que anunció la intervención norteamericana en cualquier país latinoamericano sin orden interno para no dar pretexto a los europeos de intervenir en defensa de los intereses de sus nacionales supuestamente amenazados por el caos.

La Revolución Mexicana y la I Guerra Mundial coincidieron al inicio del Siglo XX. El primer movimiento fue, entre otras cosas, un esfuerzo nacionalista para aflojar las pesadas cadenas de los imperialismos económicos europeos y norteamericano. Ese objetivo se logró sólo parcialmente, pero la propuesta alemana a Carranza de enero de 1917 para concertar una alianza germano-mexicana contra Estados Unidos no hubiera tenido mayores posibilidades incluso si los imperios centrales no se hubieran rendido en 1918.

Como sea, la enorme debilidad en que quedaron entonces Inglaterra y Francia, no sólo confirmó a Estados Unidos como la potencia hegemónica de toda América sino como la primera potencia mundial. No obstante que el desequilibrio de poder entre Estados Unidos y nuestro país iba en aumento, el nacionalismo mexicano aún tuvo la capacidad de expropiar y nacionalizar la industria petrolera en 1938, aunque a la larga ese golpe afectó más a las empresas anglo-holandesas que a las norteamericanas.

Un triunfo de El Eje en la II Guerra Mundial hubiera tenido un efecto espectacular en el sistema internacional y obviamente en el subsistema de la América del Norte, aunque es difícil imaginar como hubiera resultado en algo positivo para un país "no blanco" como México. La Guerra Fría que siguió (1947-1989) resultó funcional para el régimen priista mexicano. El priismo ofreció a Estados Unidos estabilidad en su amplia frontera sur y éste apoyó sistemáticamente al gobierno mexicano en todas sus crisis económicas y políticas. Un resultado distinto de esa confrontación global Estados Unidos-URSS hubiera abierto varios escenarios para México y para el resto del mundo, desde el catastrófico -la guerra atómica- hasta la prolongación del equilibrio bipolar o el triunfo de un socialismo que ya no tenía nada de utópico y si mucho de "real".

Conclusión. El proceso histórico puede verse como una eliminación y una apertura de posibilidades. Para México, en cada giro de su relación con la comunidad internacional surgieron varios escenarios. Estudiar tanto a los que se materializaron como a los que se perdieron, no es un ejercicio inútil sino una forma, entre otras, de entender el pasado y el presente y, en particular, para usar esa experiencia acumulada para mejor enfrentar los desafíos del futuro.

RESUMEN: "IMAGINAR CON BASES EMPÍRICAS SÓLIDAS LO QUE PUDO SER, NO ES PÉRDIDA DE TIEMPO SINO OTRA FORMA DE ACUMULAR CONOCIMIENTO PRÁCTICO".

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