El delantero lagunero Oribe Peralta fue marcado de cerca durante los 90 minutos. (Fotografía de Jesús Galindo)
Corre, se desmarca, lo quiere intentar de derecha pero llega tarde al balón. Es el minuto 84 y el gol se le ha escapado a Oribe Peralta. El empate. La tranquilidad para ir a Monterrey. La anotación en una final y con su gente.
Es titular indiscutible y el goleador del momento con Santos. Lo avalan su segundo lugar en la tabla de goleo, al anotar diez tantos. Y su medalla de oro en los Juegos Panamericanos Guadalajara 2011 con la Selección. Ahora sólo piensa en el campeonato, pero esta simplemente no ha sido su noche.
Desde el primer minuto que empieza la historia entre Guerreros y Tigres, "El Cepillo" busca ir al frente. No olvida el sentimiento de aquella final que le tocó perder frente a Toluca en el Bicentenario 2010, ni tampoco la impotencia por perderse la siguiente final frente a los Rayados del Monterrey, en el Apertura 2010.
Ahora tiene su mente puesta en traspasar la portería felina. Pero parece que Vendrechovski ha venido a hacerle la vida imposible. El marcaje es personal, sin duda Ricardo "Tuca" Ferreti conoce la peligrosidad del atacante albiverde y ha pedido que no lo dejen ni respirar.
Pero Oribe no descansa. Siempre va al frente, siempre trata de desmarcarse, siempre busca romper el fuera de juego. Su juego es limpio. Nunca se olvida del balón, nunca pega con dolo, nunca tiene que fingir una falta para poder avanzar.
Se mantiene en constante comunicación con su línea media. En ocasiones hasta se molesta porque no le ceden el balón. En los tiros de esquina su intención es cabecear, pero esta vez el número cuatro de los regios le ha estorbado sin parar.
Se queda en la punta siempre, pero se mantiene atento a cualquier avance del rival. Se queda helado con la anotación de Damián Álvarez al minuto siete. Se lleva los brazos a la cintura, pero ya está al centro para cobrar rápido el saque y continuar el ataque.
Minutos antes ha tenido su primera oportunidad ante el marco, cuando en una aproximación de Christian Suárez no alcanza a llegar al balón. Minutos después tiene un desacierto, cuando no cede a tiempo el balón a Darwin Quintero y se pierde una peligrosa llegada.
Luego intenta una gran pared, que se queda en el intento y más tarde, al 16, tira un zurdazo directo desde fuera del área, que apenas pasa rozando la portería de Enrique Palos.
Un choque de cabeza, luego un planchazo, que toda la afición reclama como "foul", pero el silbante no quiere marcar. Se molesta cuando en otra jugada se quiere escapar con el balón y le pegan con todo y Paúl Delgadillo por fin le concede la falta.
A veces deja la punta, para ir a buscar el esférico más allá del medio campo. Otras más se mantiene en el área chica, ante cualquier aproximación para poder rematar.
Su vocación es ofensiva al cien por ciento. Casi desde Jared Borgetti, Santos no había tenido un goleador mexicano tan efectivo. Se habían lucido nombres como Matías Vuoso o Christian Benítez, pero ahora los Guerreros tienen en Oribe Peralta a su máxima esperanza al frente.
El nacido en La Partida, Coahuila, lo sabe. Quiere y sueña con el título casi tanto como cuando era niño. Quizás más, porque ahora sabe que puede estar en sus manos el conseguirlo. Antes se conformaba con ver al equipo local desde su casa, pero ahora tiene el privilegio de ser uno de los protagonistas.
Se quita a uno, se quita a dos al mismo tiempo, se quita a otro y a uno más, pero tiene que ceder el balón y la jugada se pierde.
Las ansias lo llevan a amontonarse con Carlos María Morales y ambos vuelven a perder el esférico. Luego llega la jugada que esperaba. Ese centro que ha buscado tanto y ahora sólo tiene que empujarla para anotar, pero no la alcanza y se queda tendido en el suelo, a tan sólo 6 minutos del silbatazo final.
Ha alcanzado la regularidad con Santos, el oro en los Panamericanos con la Selección Nacional y ahora quiere el campeonato, ese tan anhelado título que en 2010 no pudo abrazar. Su misión ofensiva lo perseguirá hasta el "Volcán", donde sabe que la cosa no será nada fácil, pues los felinos estarán en su propia jaula. Pero Oribe Peralta sólo sueña con el gol, como aquél que en el Invierno 96 marcara Jared Borguetti para convertirse en campeón.