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Los 10 años que cambiaron el rostro del gigante

EU conmemora diez años de los atentados terroristas

Poder. Así lucía el poderío financiero y económico de Estados Unidos, en Nueva York, las Torres Gemelas eran símbolo de esto.

Poder. Así lucía el poderío financiero y económico de Estados Unidos, en Nueva York, las Torres Gemelas eran símbolo de esto.

AP

Después de diez años, los estadounidenses se congregarán en una unión solidaria donde se alzaban las abatidas Torres Gemelas; en el lugar en que se levanta el Pentágono como una fortaleza otrora vulnerada, y en un campo rural donde el Vuelo 93 de United Airlines se precipitó a tierra.

Se reunirán para orar en catedrales en las grandes ciudades y depositar rosas frente a las estaciones de bomberos de los pueblos pequeños, a fin de recordar de incontables modos el aniversario de los ataques terroristas más devastadores desde la fundación de la nación, y para conmemorar uno de esos hechos que configuran la historia.

Al igual que en conmemoraciones anteriores, las campanas volverán a tañer para lamentar la pérdida de los muertos en los ataques. Se llevarán a cabo ceremonias para consagrar nuevos monumentos recordatorios en el bajo Manhattan en Nueva York, en la zona rural de Pensilvania y en otros sitios, como símbolos concretos de la determinación de recordar y reconstruir.

Pero gran parte de la significación de las ceremonias este año radica más en lo que no se dice abiertamente: la ocasión del aniversario para que los estadounidenses mediten acerca de cómo los ataques los cambiaron a ellos y al mundo, y la continua lucha por comprender el lugar que ocupa el 11 de septiembre en la psiquis nacional.

"Mucho queda implícito", comentó Ken Foote, autor de "Shadowed Ground: America's Landscapes of Violence and Tragedy (Tierra ensombrecida: los paisajes estadounidenses de violencia y tragedia), al examinar el papel que la veneración de los sitios de muerte y desastre desempeña en la vida moderna. "Estos aniversarios son particularmente cruciales para concebir qué historia narrar, qué significa todo esto. Obliga a la gente a desentrañar lo que nos ocurrió".

En primer plano está la dedicatoria el sábado del monumento nacional recordatorio del Vuelo 93 en lo que fue una mina cerca del pueblo de Shanksville, en el oeste de Pensilvania. Los ex presidentes George W. Bush y Bill Clinton; el vicepresidente Joe Biden, además de familiares de los 40 pasajeros y tripulantes muertos cuando se resistieron a los secuestradores del avión, asistieron a la ceremonia en un día nublado y en un terreno empapado por la lluvia.

Clinton comparó a quienes iban a bordo del vuelo 93 con los defensores del Alamo en Texas o con los espartanos en la batalla de las Termópilas, librada hace 2.500 años, pero con una diferencia dramática y reveladora: "Ellos eran soldados. Sabían lo que tenían que hacer".

Faltan años para completar el parque recordatorio de Pensilvania. Pero la dedicatoria y la ceremonia para conmemorar el aniversario de los ataques son jalones significativos, afirmó Sally Ware, una de los "embajadores" voluntarios que ha trabajado como guía en el lugar desde el desastre.

Ware, cuya casa ubicada a unos tres kilómetros (dos millas) del campo fue estremecida por la explosión de la aeronave al chocar, recuerda cómo cientos de personas acudieron al sitio en los días posteriores para dejar sus mensajes de condolencias. Ella misma comenzó a trabajar como voluntaria tras encontrar uno de esos recuerdos a un costado de la carretera -una rosa roja colocada sobre el uniforme de una sobrecargo_.

"Esto me inquietó. Pensé que alguien tenía que ocuparse de esto", dijo Ware, ama de casa, cuya hija es sobrecargo. Una década después, reconoce que el monumento podría ayudar en muy poco para mitigar la pena de las familias de quienes murieron en el avión. Pero las ceremonias de este fin de semana recuerdan una historia con un alcance mucho mayor.

Las ceremonias rinden honores a quienes "libraron la primera batalla contra el terrorismo, y ganaron", dijo Ware. "Es algo que no quiero perder de vista. Se ha convertido en parte de mi vida".

El domingo, la atención nacional se volcará a las ceremonias en el Pentágono, en las afueras de Washington DC, y en el bajo Manhattan para la dedicatoria del Monumento Recordatorio del 11 de Septiembre. El presidente Barack Obama planea asistir a ceremonias en los sitios de los tres ataques y debía hablar el domingo por la noche en el Kennedy Center.

La ceremonia en Nueva York comienza a las 8:30 a.m., con un momento de silencio 16 minutos después, el momento exacto hace una década cuando la primera de las Torres Gemelas fue impactada por un avión secuestrado. Y después se leerán, uno por uno, los nombres de los 2.977 muertos el 11 de septiembre, tanto los que murieron en Nueva York como en el Pentágono y en Pensilvania.

Dar la vuelta a la página, lo más difícil

Las grandes ciudades son como el mar. Se tragan a sus muertos.

Nueva York ha sufrido una gran cantidad de tragedias, pero las huellas son borradas rápidamente.

Una vez existían las Cinco Esquinas, un área en el bajo Manhattan que era dominio de las pandillas inmigrantes. Hoy en día ni aparece en los mapas. La fábrica improvisada donde decenas de mujeres perdieron la vida en un incendio es hoy en día el ala administrativa de una universidad. Casi nadie se acuerda de las 1.021 muertes por el incendio en el buque General Slocum 107 años atrás.

Nueva York es una ciudad que trata de olvidar lo negativo y mirar hacia adelante: hacia la modernidad, el comercio, la urbanidad. Las tragedias son para dejar atrás, un escollo hacia el progreso.

Pero diez años después de los ataques del 11 de septiembre, el ánimo de los neoyorquinos ha cambiado y su espíritu renovador fue hecho a un lado: Se empecinan en recordar y homenajear a las víctimas.

Recordar, dejar algo permanente, es el ánimo de la ciudad estos días. Claro, las palabras "permanencia" y "Nueva York" no van bien juntas, son casi una contradicción de términos. Pero los neoyorquinos ansían algo que atenúe su pérdida, si no de manera permanente, al menos perdurable. Para poder entender el ánimo de los neoyorquinos, hay que recordar que en realidad ocurrieron dos onces de septiembre. Uno fue el hecho noticioso mundial, que todos vimos en nuestras pantallas de televisión. El otro es el propio de Nueva York. Fue Nueva York la que sufrió la magullante herida, fue Nueva York la que experimentó la tragedia de manera más personal, más traumática, más directa. Todo neoyorquino perdió a algún familiar o amigo en la tragedia, o conoce a alguien que lo perdió. Y es que todos de alguna u otra manera quedaron afectados, todos a partir de esa fecha siguieron sintiendo cierto rezago de temor.

‘Nos cuesta hablar de los atentados en las escuelas’

Hace casi tres años, el profesor de secundaria Jerry Swiatek llegó a dar su clase del 11 de septiembre cuando escuchó por primera vez a alumnos de primer año decir que jamás habían visto imágenes de los aviones que se estrellaban contra las Torres Gemelas.

Cada ciclo escolar desde entonces, aumentan los estudiantes de 15 años que lo dejan perplejo porque expresan lo mismo: que desconocen la experiencia de haber presenciado las escenas de horror cuando se derrumban las torres.

El suceso quedó grabado para siempre en las mentes de los maestros, pero el fatídico 11 de septiembre de 2001 no figura en el recuerdo de la mayoría de estos jóvenes.

Los estudiantes del último año de la secundaria en este 2011 iban en segundo de primaria hace una década, es decir, tenían siete años.

Sus recuerdos del día de los ataques son borrosos en el mejor de los casos. En contraste una profesora llora mientras la abraza otra colega y la retiran del auditorio en cuyos monitores se exhibían las escenas de horror. Para los chicos menores, el acontecimiento es incluso más distante.

Hoy los profesores afrontan el desafío gigantesco de cómo explicar la trascendencia del 11 de septiembre a los estudiantes que ni recuerdan cuando las personas podían caminar sin problemas hasta la puerta del aeropuerto o cuando el nombre de Osama bin Laden era desconocido.

Cualquier explicación no es sencilla y tampoco sería permanente a medida que cambia el discurso del país en torno a los ataques.

Este año, los estudiantes de todo el país asistirán a asambleas, observarán minutos de silencio y tendrán clases de historia así como de estudios sociales enfocados en los hechos del 11 de septiembre.

Los alumnos escucharán los relatos de profesores y conversarán con sobrevivientes o parientes de las víctimas.

Los estudiantes leerán titulares estridentes de primera página estridentes con letras gigantes como “IMPENSABLE”, “ACTO DE GUERRA”.

Aunque ha pasado una década, sólo unas cuantas escuelas y distritos escolares tienen un plan de estudios para la enseñanza del 11 de septiembre. A diferencia de Pearl Harbor, o los asesinatos del reverendo Martin Luther King hijo y del presidente John F. Kennedy, la historia del 11 de septiembre no ha terminado de escribirse y persisten las secuelas de ese hecho en el país.

Nueva Jersey presentó su nuevo plan de estudios de este año con motivo del décimo aniversario de los ataques, un plan de lecciones elaborado por familiares de víctimas del 11 de septiembre y la Comisión de Nueva Jersey para la Educación sobre el Holocausto.

El plan incluye 56 lecciones —con un inicio sencillo que aumenta de complejidad y profundidad en cada grado— y enfatiza a los estudiantes jóvenes en los aspectos positivos derivados de la tragedia. El análisis de la historia del terrorismo y otras lecciones complicadas se reservan para los estudiantes mayores.

Las lecciones recomiendan la ejecución de tareas, como la creación de arte sobre la tolerancia o proyectos de servicio para honrar o recordar a las víctimas.

“En realidad queríamos algo con un enfoque más amplio, para el contexto del 11 de septiembre”, dijo Donna Gaffney, cofundadora de la Iniciativa Acción 4, que conjunta los materiales.

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