Cuando Mario Vargas Llosa definió al régimen posrevolucionario mexicano como la dictadura perfecta, nuestro sistema político tenía cuatro características que apuntalaban esa definición que tanto hizo enojar a unos pocos. Era un régimen con rasgos autoritarios, de partido único, pero con sucesión presidencial y no reelección. Las dos primeras características lo hacían un régimen dictatorial; la perfección estaba en que la sucesión y la no reelección aseguraban la permanencia del régimen de partido único. Era una dictadura de partido, que tan de moda estuvieron en el siglo XX, pero sin dictador. O si se prefiere, con dictadores efímeros, acotados por la temporalidad, y cuyo máximo acto de poder, que era elegir a su sucesor, significaba su inmolación: "el dedazo". Una especie de mantis religiosa que al conseguir el objeto de deseo encontraban la muerte en el mismo acto. ("El dedazo" es el ritual político más perverso, más mexicano, y uno de los menos estudiados).
Salir del régimen de partido único significó décadas de lucha. Fue una transición más pacífica de lo esperado, pero no exenta de violencia y momentos de tensión. En ese largo peregrinar de la transición, concentrados en desmontar un sistema de partido único, lo que construimos fue un régimen de partidos unívocos e ideologías intercambiables. No es gratuito que el PRD diga que el PAN y el PRI son lo mismo, ni que el PAN diga que PRD y PRI son gemelos. En el fondo los dos tienen razón y el PRI sabe que su problema es diferenciarse de sus alumnos, que en muchos casos lo han superado.
Mañana tres estados del país se enfrentan a una elección de gobernador cuyo rasgo de identidad ha sido el manoseo de candidatos. Eruviel Ávila, candidato del PRI al gobierno del Estado de México pudo perfectamente haber sido el candidato de una coalición del PAN y PRD. Como en esta ocasión el PRI no se equivocó, como sucedió en Sinaloa, no hubo sorpresa, ni candidato competitivo para una alianza. En el caso de Nayarit la historia fue otra. Ante la imposición de una candidato por parte de la dirigencia nacional del PRD, la perredista Martha García se convirtió en candidata del PAN. En Cohahuila el exgobernador y presidente del PRI, Humberto Moreira, dio "el dedazo" a favor de su hermano Rubén, y un distinguido militante del PAN, González Shmall, se convirtió en candidato del PT y Convergencia
Cuando el periódico Unomásuno se escindió para formar La Jornada, el viejo Fernando Benítez no dudó en decir: "felicitémonos, hicimos de un gran diario dos muy malos". Algo similar parece hacer pasado con nuestra transición: hicimos de un partidote (que no un gran partido) tres partiduchos y unos enanos más. Rompimos el monopolio para crear un oligopolio. Como las Baby Bells, las compañías telefónicas que nacieron tras la fragmentación del gigante de telefonía estadunidense, hoy los Baby PRIs controlan el acceso al poder, pero eso sí, en materia de ideología, como en el número de celular, la potabilidad está asegurada.