LOS COLABORADORES DE LA I
Palabras al viento...
Junto a la cantina había una tienda de "abarrotes y ultramarinos", también de los señores Pruneda, quienes vivían enseguida. Para los "chavos del ocho" de la Vecindad, entrar allí era como llegar a un templo, porque el ambiente era finamente español: los anaqueles de la mercancía, los cristales, la decoración sobria, las básculas, los mostradores, los taburetes para los clientes, el piso de duela... todo era precioso.
Rara vez "se nos hacía" entrar allí a comprar. Quizá algún caramelito "Larín", y eso cuando teníamos la suerte de que nos dieran en casa cinco centavos. Aparte de aquella bonita experiencia, nos quedaba el gusto de coleccionar los envoltorios de esos caramelitos, porque aparecía en cada uno un animal, que luego pegábamos con engrudo casero en el Álbum Zoológico; que por cierto, nunca pudimos llenar.
Más acá, había varias casa de gente "rica", entre ellas la de don Jorge Batarse, que tenía su tienda en contra esquina de la casa Chamut. Allí vivía también Estrellita, una inolvidable dama que luego sería nuestra catequista en el Perpetuo Socorro.
Después de esas casas, estaba la entrada de "nuestra Vecindad" junto a la peluquería de don Evaristo Soto, que era el encargado de la misma. Luego estaba la "Casa Recio" y en la esquina de Falcón, su competidor, Bodegas del Norte... Hasta allí eran mis andanzas y correrías porque, "ay de mí" si osaba atravesar la calle o si me iba "a la vuelta"... Sólo de lejos veía el Mercado Juárez, y el templo "del Socorro".