LOS COLABORADORES DE LA I
Palabras al viento
Una noche aquel buen padre de familia, pero de genio bien fuerte, estalló más terriblemente que en otras ocasiones y sus dedos se enrojecieron de jalar cabellos y sus manos se cansaron de repartir coscorrones y nalgadas.
Los chiquillos estaban atemorizados y las niñas lloraban desconsoladamente mientras la madre contemplaba aquel zipizape, y por primera vez en varios meses, lloró. Pero luego, valerosamente enjugó sus lágrimas, acostó a sus críos y volvió para servir la cena a su marido.
La gota de agua que derramó la cólera de su marido fue una real tontería: el hijo mayor traía del mercado una olla de sabroso pozole. El hermanito que le seguía andaba jugando luchas con otro más pequeño y en un brinco violento, chocó contra el hermano que traía cuidadosamente el pozole.
La olla cayó de las manos del muchacho, chocó contra el piso y los granos del pozole quedaron regados por el suelo mientras que el caldo enchiloso manchó el pequeño tapete que había en la habitación. ¡Se aguó la cena... No hubo pozole! Sólo frijoles con tortillas-
Cuando estuvieron solos marido y mujer, ella, con gran sentimiento le dijo a su marido: -Prefiero cenar únicamente FRIJOLITOS, PERO CON ALEGRÍA, a tener muy buena cena pero en medio de esas terribles borrascas en que tú te encolerizas y ellos lloran; una olla de pozole que se rompe no es para hacer una tragedia y pegarles a todos.
Y aquel hombre, que en el fondo era bueno, comprendió la lección. Se hizo más humano, más comprensivo con sus hijos, supo resistir más pacientemente los gritos de los chicos que tenían buena salud y buenos pulmones. Y al aceptar su vida como era, sintió también que LA ALEGRÍA VISITABA SU HOGAR.
En resumen: la Vida sí tiene chiste: ES LA ESCALERA QUE SIRVE PARA LLEGAR A LA ALEGRÍA ETERNA.
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