LOS COLABORADORES DE LA I
Palabras al Viento
Llegaba pues, el mes de septiembre y me alegraba intensamente ver que en cada una de las tiendas y edificios ubicados en todo el centro de la ciudad, se colocaban grandes banderas tricolores, mientras que en los "aparadores" hasta los "maniquíes" de pasta, cambiaban sus ropas habituales para vestirse de charros, chinas poblanas, o de rancheros muy mexicanos. Y eso ocurría por un verdadero interés patrio, no nada más porque la Cámara de Comercio patrocinaba un concurso para premiar los mejores aparadores adornados con motivos "patrios".
Pero como todo cambia en esta vida, uno de esos "septiembres" mi padre ordenó a mi hermano llevarme a inscribir en la Escuela Centenario; y ante mi resistencia para hacerlo, casi me llevaron a rastras. ¡Yo no quería dejar de ser libre de jugar, jugar, jugar y caminar y observar aquel hermoso centro comercial!
No diría que aquello fue un cambio radical, pero sí fue un acontecimiento lleno de tristeza...