LOS COLABORADORES DE LA I
Palabras al Viento
Sin embargo, fueron jaliscienses y sobre todo zacatecanos quienes en forma destacada llegaron a aportar su trabajo, sus conocimientos y su amor a la tierra que los recibió; y por eso, muchos laguneros estamos orgullosos de nuestros ancestros que procedían de la región central de nuestra Patria.
Esa gente que vino a formar las raíces torreonenses, trajo consigo sus aficiones, costumbres, cultura y gustos, y de allí que encontremos inclinación por todo lo que nos heredaron, como la charrería, la fiesta taurina, el beisbol, el basquetbol, la poesía, el teatro, las danzas, la literatura popular, el amor al terruño, y tantas cosas de las que podemos enorgullecernos para disfrutarlas y transmitirlas.
Precisamente en Zacatecas quedan vestigios de una de las primeras plazas de toros en el país, llamada "San Pedro", que hace pocos años fue acondicionada para que sirviera de complemento de la edificación de un elegante hotel, ubicado en el centro de esa ciudad junto a su famoso Acueducto. Por fortuna, el ruedo y las graderías ahora sirven de escenario para distinguidos eventos de toda clase, que aunque no relacionados con la tauromaquia, sí se disfruta de la esencia y prestancia originales.
Se recuerda que el 8 de julio de 1894 se celebró una extraordinaria corrida de toros en esa plaza, con un mano a mano entre los matadores José Bauzari -cubano- y el legendario Ponciano Díaz. Este famoso y máximo torero de la época, nacido en Atenco, México, tierra de afamada ganadería, ostentaba un grande y negro bigote puntiagudo, al más puro estilo charro, pues entre sus otras aficiones, era un consumado charro; y se dice que algunas veces toreó vistiendo el atuendo charro y se daba el lujo de utilizar su ancho sombrero en vez de la muleta.
Esa tarde, partió plaza Ponciano con un elegante terno negro y oro, mientras su alternante lo hacía con el suyo en verde y oro. Al saludar hacia el palco de honor, el torero mexicano detuvo su mirada en una bella damita jerezana llamada Rosario, quien le obsequió una hermosa sonrisa. Sorprendido gratamente, le mandó su capote de paseo a través de su mozo de estoques Casimiro Medina, para que adornara su palco.
Ante los bravos ejemplares de la ganadería hidrocálida de Venadero, desplegó Ponciano su valiente toreo, y a la hora de brindar la muerte del toro "Pilongo", se dirigió a Rosario diciéndole: "Por la reina de esta tarde, la más hermosa entre las hermosas zacatecanas..." Después de una faena estupenda, la remató con soberbio estoconazo que fue premiado con dianas, aplausos, flores, sombreros y hasta monedas de plata. Y Rosario, al devolver el capote le mandó al torero un medallón con el retrato de ella.
Sin embargo, no volvieron a verse... Los ricos tíos de Rosario se alarmaron y esa misma tarde se la llevaron a Jerez. Ella, nunca quiso casarse ni corresponder a ninguno de sus pretendientes. Siempre fue fiel al recuerdo de aquella gloriosa tarde de toros, y Ponciano tampoco se casó. Sabía que pretender casarse con la bella y acaudalada jerezana, era como querer alcanzar el cielo; y cuando murió cinco años después, le encontraron en su pecho el medallón con el retrato de la dama: su "amor imposible...", como él la llamaba.