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Los Juegos Panamericanos

GILBERTO SERNA

La maratón es la prueba atlética de resistencia con categoría olímpica que representa los juegos que se celebran en el mundo cada cuatro años. La distancia que separa las ciudades de Maratón y Atenas, es de 40 kilómetros, los que recorrió el soldado griego Filípides para anunciar que habían ganado la batalla contra el ejército persa. Era el año 490 a. d. Cristo. Sin parar un solo instante, en cuanto los persas se dieron por vencidos, agarró carrera para avisarles a los atenienses el triunfo. Pero ¿cuál era su prisa? ¿Qué lo apuraba para llegar, cuanto antes, a avisar que las tropas atenienses habían vencido? ¿Era el simple orgullo de ser el primero en dar la noticia o había otra motivación? ¿El correr sin parar lo dejó pasmado, muriendo en el esfuerzo? ¿Si hubiera sido enviado por los altos mandos le hubieran prestado un caballo o no? ¿O fue por su cuenta que apenas se rindieron los enemigos que, en su entusiasmo no esperó más y siendo un soldado de infantería tomó sus implementos de guerra, casco, peto, espada y partió a llevar la buena nueva a sus coterráneos? ¿Qué lo impulsó a tomar las de Villadiego para llegar a Atenas apenas terminó el combate? La lejanía es, más o menos, como ir de ciudad Lerdo al cercano caserío de Chocolate, por la antigua carretera que va a Durango.

No es un misterio. Los soldados persas habían jurado que tras vencer al ejército de los griegos irían a Atenas a saquear la ciudad, a violar las mujeres y a sacrificar a los niños. Ante esto los griegos decidieron que si los persas se levantaban con la victoria, las madres atenienses inmolarían a sus propios hijos, suicidándose a continuación. Para ello deberían recibir la noticia del resultado de la batalla antes de 24 horas. A los griegos les llevó más tiempo de lo esperado por lo que urgía se diera a conocer la derrota de los persas, de ahí que un general ateniense decidiera enviar un mensajero a dar la buena nueva a la ciudad de Atenas. Aquí es donde se pierde la verosimilitud histórica convirtiéndose en una leyenda. Al llegar a Atenas con la noticia el heraldo, tanto empeño puso en llegar, que no pudo resistir el esfuerzo sobrehumano para lograr su cometido y cayó desfallecido, muriendo mientras pronunciando la palabra: victoria. Una epopeya que estrujó el corazón de las siguientes generaciones que decidieron, aún en nuestros días, premiar la gesta heroica de aquel humilde recadero, instituyendo la corrida dentro de las olimpiadas.

El porqué de la distancia que debe recorrer el maratonista sea de 42 kilómetros con 195 metros, se debió a que celebrándose la Olimpiada en Londres, 1908, se añadieron los últimos metros para que el final tuviera lugar frente al palco presidencial del estadio White City. Esto es, a los 42 kilómetros se le añadieron 195 metros y así quedó establecida a partir de entonces como la distancia de la carrera de resistencia por excelencia. Es la distancia que separa a la ciudad inglesa de Windsor del estadio White City en Londres. En la pruebas de fondo recuerdo al checoeslovaco Emil Zatopec que ganó cuatro medallas de oro cuando se requería ser deportista amateur para participar en cualquiera de las disciplinas olímpicas. Su gran triunfo llegó en Helsinki en el ahora lejano año de 1952 en donde no sólo ganó en la maratón, sino que además triunfó en los 5,000 y en los 10,000 metros imponiendo nuevos records olímpicos. Eran tiempo en que los abuelos de ahora nos emocionábamos con las narraciones radiales pegados a los aparatos de la radio en aquel entonces de bulbos.

Los juegos olímpicos dentro de los cuales tenían lugar los maratones, se realizaban en el santuario dedicado a Zeus Olímpico. Hoy aquí y ahora, se practican desde tiempo atrás maratones patrocinados por una marca comercial, que tienen lugar en las tres ciudades laguneras, partiendo y con la meta de llegada, en el bosque Venustiano Carranza.

El pueblo asiste de buena gana a lo largo de todo el recorrido ovacionando a su paso a los corredores, asistiendo al lugar que se convierte en una verbena con gran regocijo popular. Los deportistas locales e internacionales obtienen buenos premios, tanto en dinero en efectivo como en bienes muebles.

En fin, los maratones tenían, en la Grecia antigua, la virtud de hacer una tregua en las hostilidades. Qué lastima que no podamos decir lo mismo cuando se están celebrando en Guadalajara los Juegos Panamericanos. La llama olímpica debe iluminar todos los rincones de nuestro México. Ojalá en un futuro cercano encontremos la ansiada serenidad y podamos vivir en santa paz. Así sea.

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