¿Qué pasa?, ¿qué sucede?, ¿qué acontece?, que no cunda el pánico. ¿Dónde es el incendio? Aquí a la vueltecita, nomás doblando la esquina, viniendo de la sierra de Arteaga con rumbo al cerro de Las Noas. Muy cerca de nosotros. Los rostros alterados, los ojos furiosos, atizando el fuego. Se dicen lindezas, hasta improperios, usando los medios. Es el clásico juego de tira la piedra y esconde la mano. Todo depende del dinero, a billete con cifras más altas, más grande es la piedra, como siempre. La receta no es un misterio, es la acostumbrada. Se usan monedas, de preferencia de curso corriente, un urinal y un cómodo, se le puede agregar una pizca de bilis, se le da vueltas en un recipiente, hasta que esté a punto de turrón; para eso se voltea el cacharro bocabajo, si los elementos se mantienen unidos, se logra una substancia viscosa que tendrá las características de un sabroso atole. Bueno, depende del paladar. Los hay que se tragan un potaje entero si está bien aderezado y se les da en cucharadas, mejor que mejor. Luego hágase el disimulado, corte una margarita, empiece a deshojarla, pregúntele a su hado si tendrá éxito, si la serie y orden de causas que están encadenadas unas a otras necesariamente mancharán la honra de sus contrarios, que al fin y al cabo en nuestro país no se necesita para moverse en el mundillo de la política.
Nada, que estamos en pleno proceso de renovar autoridades y las pasiones empiezan a desbordarse. Hasta ahora las instrucciones eran las de acudir a los tribunales para dirimir ciertas diferencias. Se esperaba que los asuntos problemáticos se resolvieran por la vía legal. No es conveniente que alguno de los contendientes pierda los estribos. El horno no está para bollos. Vimos desfilar en Cuernavaca a más o menos diez mil personas pidiendo justicia. Los encabezaba un poeta. Esperemos que la palabra no enmudezca. Todos de una manera u otra estamos involucrados, llevemos la fiesta en paz. Las quejas hasta ahora no han comprendido a las autoridades electorales. Confiemos en la segunda instancia dándose las condiciones de certidumbre que tanto requieren las resoluciones. Que al que gane le sea levantado el brazo por sus contendientes en señal de reconocimiento a su triunfo, sea el que sea. Nuestra entidad no ha sido ajena a los sangrientos acontecimientos que cimbran a nuestro país. En fin, todos estaremos envueltos en el maremágnum que tendrá la arena cívica estatal.
Estoy escribiendo de Coahuila y decir Coahuila, es decir Saltillo y es decir Torreón. Hasta ahora en lo que va de esta centuria, salvo honrosas excepciones los gobernadores laguneros, lo que se dice laguneros, han sido pocos. Se cuentan con los dedos de una mano y sobran dedos. Esto no quiere decir que las fuerzas no hayan sido parejas. Hay dos que estuvieron avecindados, Román Cepeda Flores y Nazario Silvestre Ortiz Garza de origen saltillense. Los dos, en su momento, ocuparon la alcaldía de nuestra ciudad. Pedro Rodríguez Triana, Braulio Fernández Aguirre y Eliseo Mendoza Berrueto son nativos de San Pedro de las Colonias. Hubo en el Gobierno Estatal, en diversos sexenios, cuatro interinos, Ricardo Ainsle Rivera, Paz Faz Riza y Francisco José Madero González, oriundos, los dos primeros, de Piedras Negras y el tercero de San Antonio, Texas, que previamente ocupó la Presidencia de este municipio. A la renuncia de Óscar Flores Tapia se nombró interino a Francisco López Serrano (1981).
Regresando a lo dicho en el primer párrafo de este opúsculo, debemos pedir que el panfleto difamatorio dé paso a la libre expresión de las ideas, dejando que la ciudadanía haga lo que tenga que hacer. Eso déjese para los tiempos en que se hacía política entre gente susceptible de desorientar a la que era fácil confundir. Utilizar un medio de publicación hebdomadaria para ensuciar a un contrincante deja su huella en las manos que difaman. Lo mismo cabe decir de los impresos que, como hongos después de una lluvia, salen de entre los desechos humanos. Estos últimos son impresos en que nadie se responsabiliza de su publicación y sin embargo se sabe de dónde provienen. Folletos que no ilustran, que no analizan que, a fin de cuentas, son innocuos para el objetivo que se persigue, pues si con esos impresos se pretende dejar en claro quién es consanguíneo de quién ¿a quién le importa? En los días que corren son otros los vicios a exponer. De otra manera lo que se diga convierte en un libelo infamatorio (escrito en que se denigra o infama a personas o cosas) a lo que se exponga en un periódico o en una revista cuyo autor se vende al mejor postor. Los coahuilenses ni nos fugamos, ni el terror se apodera de nosotros, ni huimos de nuestro destino, ni somos más ganado enloquecido que se deja conducir a un precipicio. En fin, ¿y las propuestas? De seguir así lo único que lograrán será convertir sus campañas en una maloliente y sucia zahúrda.