El inicio de las campañas electorales en Coahuila, para elegir Gobernador y Diputados, inicia en medio de un reclamo ciudadano, que pide campañas de altura en las que predomine la propuesta y se evite la "guerra sucia".
La exigencia tiene como antecedente que en las últimas semanas, se ha desatado un intercambio de descalificaciones sobre todo en las redes sociales, entre presuntos partidarios de los dos candidatos principales a la gubernatura, Guillermo Anaya y Rubén Moreira.
El mandato de la ciudanía es válido y debemos empezar por aclarar que la lucha electoral no es una guerra, sino una competencia de fuerzas políticas diferenciadas en virtud de una pluralidad natural.
El sistema democrático tiene reglas que propician la renovación de los gobernantes en base al voto obtenido en campañas, en las que partidos y candidatos exponen su trayectoria y oferta política, al escrutinio del público. Los candidatos debaten, ciudadanos y comunicadores realizan una función crítica y al final, los electores deciden en función de una experiencia y un conocimiento previos.
Es cierto que en la práctica el bajo nivel educativo y la necesidad extrema hacen presa de la demagogia y el clientelismo a muchos electores, razón por la cual desde tiempos de Aristóteles, la existencia de una clase media ilustrada, se considera condición indispensable para el funcionamiento adecuado de la democracia.
En el caso de Coahuila, partidos y candidatos están obligados a dignificar la elección sin embargo, es necesario evitar que el justo repudio ciudadano a la llamada "guerra sucia", se use como pretexto para sacar la vuelta al tratamiento de los grandes temas de nuestra vida pública nacional y local, o para erradicar la crítica y amordazar a candidatos, ciudadanos o medios de comunicación.
Para ello es pertinente señalar los alcances de los derechos de libertad de expresión y de libertad de prensa, que como los define la Constitución de la República, no tienen más límite en el primer caso que la moral pública y los derechos de terceros y en el segundo, el respeto a la vida privada y la paz pública.
Dentro de esos límites, los temas de importancia deben ser tratados en las campañas con apertura y seriedad y entre ellos, destaca uno por su carácter insólito que se concreta en el caso de Rubén Moreira, que se presenta como candidato del PRI aspirando a suceder en la gubernatura a su propio hermano consanguíneo. El lunes pasado, al ser cuestionado sobre el particular, el candidato Moreira se refirió al señalamiento como "guerra sucia".
Sin embargo, el tema de la sucesión entre hermanos es importante, porque abre a debate la realidad de un modelo estatal autoritario en el que el poder ejecutivo carece de contrapeso, no rinde cuentas, controla al estado como feudo propiedad de una familia, y opera en base a intereses clientelares cupulares o populistas a conveniencia.
Esta realidad que amenaza ser apabullante, se opone al sistema democrático basado en una sociedad abierta y plural, que con la participación ciudadana a través de partidos y organismos intermedios, aspira a establecer un gobierno basado en el consenso de voluntades, obtenido mediante el voto libre, razonado y secreto.
Es evidente que el fortalecimiento de nuestras instituciones democráticas, junto al tema de la seguridad, son el presupuesto indispensable para progresar en materia de desarrollo económico, inversión y generación de empleo.
Con independencia de los límites que la Ley establece a la libertad de expresión y a la libertad de prensa, existe un referente ético ineludible que en esta elección y en todo tiempo y circunstancia, debe ser respetado por políticos, ciudadanos y medios de comunicación, y ese referente es la Verdad. La Verdad asumida como faro y guía, tanto de la lucha política como de la crítica.
