Intelectuales y periodistas con agendas políticas y alineamientos empresariales, gente de negocios empeñada en la compraventa de prestigios en empresas informativas y cenáculos culturales, y legisladores y académicos adscritos a los proyectos políticos y empresariales en pugna, estas son algunas de las nuevas formaciones que concurren hoy al novísimo debate público mexicano.
Sin reglas, ni árbitros, ni costumbres cívicas, ni hábitos de juego limpio, a través de los tiroteos, emboscadas y escaramuzas de esos actores, se disponen a atrincherarse los grandes poderes e intereses y a tomar posiciones los actores públicos en el arranque, esta semana, de la fase semifinal de la eliminatoria de peleas campales por lo que quede del poder político en el año 2012. De allí la urgencia de elaborar un manual y un mapa de actores de actualización instantánea si queremos contar con claves útiles para descifrar el sentido -a todas horas cambiante- de las ráfagas de fuego cruzado, como vía para sobrevivir al riesgo de una bala perdida. Van dos ejemplos.
Por si fuera poco con los alineamientos de periodistas y académicos, están también sus realineamientos. Así, anteayer entró en refriega el grupo de Carmen Aristegui, Lorenzo Meyer, Denise Dresser y Sergio Aguayo. En la normalidad parece un grupo coral. Sus voces, más que discutir, se suelen armonizar con las causas que comparten y contra sus enemigos identificados. Sólo que su recolocación se originó esta vez tras los obuses que se lanzaron los partidarios y los enemigos de las alianzas entre el PRD y el presidente Calderón y el PAN. Y Aristegui y Meyer quedaron en el bando antialiancista de AMLO, mientras Dresser y Aguayo aparecieron formados en la estrategia proaliancista de Camacho y Ebrard.
Y no es que se dividan las tropas, sino los mandos. Recordé el dicho de un estratega militar, justo cuando surgía la complicación de que a esas mismas horas Ebrard iniciaba el salto de la desinflada balsa aliancista a la antialiancista. Y habrá que ver si cuando se vuelva a reunir el coro sus integrantes ya habrán afinado sus diferencias, o si Aristegui volverá con su calculado titubeo al balconear, como hizo el lunes, que "tanto Denise como Sergio formaron parte de este Consejo Ciudadano que patrocinó, finan..., este... apoyó, que impulsó una consulta en el Estado de México". Carmen enumeraba así actividades políticamente alineadas, pero a su juicio mal alineadas, aunque no reprobaba -porque no podría- el alineamiento como incompatible con las funciones del periodismo.
CON LOS MALOS, NI CUANDO SON BUENOS Tampoco escapó a los alineamientos de periodistas, intelectuales y académicos el otro tema dominante de la agenda de la semana: el "Acuerdo para la Cobertura Informativa de la Violencia".
Suscrito en medio de la guerra declarada entre Telmex-Telcel, por un lado, y 25 concesionarios de telecomunicaciones, con las grandes televisoras a la cabeza, por el otro, se descalificó -acaso desde el alineamiento con el caudillo empresarial de un grupo de políticos, periodistas e intelectuales- a los centenares de medios de todo el país que firmaron el acuerdo, por ser "afines" a las televisoras. O porque los medios estarían al servicio del presidente Calderón, aunque en su siguiente "análisis" aseguraran que los mismos medios estarían en campaña por Peña Nieto, la bestia negra a aniquilar por el propio presidente Calderón. O simplemente desde la simplificación conspirativa que "descubre" en todo momento el control de los grandes medios actuando con motivos ocultos sobre audiencias y lectores desprevenidos, para citar la definición clásica con que la academia moderna desestima las teorías conspirativas en el campo de la comunicación.
Lo más ilustrativo de estos alineamientos fue el caso de periodistas que dijeron compartir los puntos del acuerdo, pero que no pueden suscribirlo por no aparecer en la otra alineación, la de los malos, aunque propongan cosas buenas.
