Los otros mexicanos
Con frecuencia solemos limitar nuestra visión en lo que se refiere a la palabra ‘mexicano’, excluyendo de ésta a las comunidades indígenas pese a que suman un significativo porcentaje de la población nacional. Su existencia y permanencia forman una parte esencial de nuestro patrimonio, por ello hoy más que nunca es indispensable que los conozcamos y reconozcamos el valor de su presencia.
Por: Se dice que los mexicanos tenemos un sentido del humor muy especial. Que nos encantan las fiestas y siempre mostramos una actitud alegre y amable. Que en ningún otro país existe la calidez que la gente de México hace sentir a sus visitantes; que amamos a nuestra patria... Al escuchar comentarios por el estilo, usualmente asentimos con orgullo que “así somos los mexicanos”. Se habla también de que los mexicanos somos flojos y borrachos; que el apego por el país lo sentimos sólo cuando estamos lejos de él, pero estando en casa lo despreciamos; que nos quejamos de todo; que constantemente estamos buscando cómo transar; que nuestra actitud es malinchista. Y por supuesto, si oímos frases por el estilo de inmediato aseguramos: “Los mexicanos no somos así”.
Como sociedad nos sentimos libres de emplear la palabra ‘nosotros’ y hablar en nombre de todo compatriota. Sin dudar, decimos “la mayoría”, o “casi todos”. Sin embargo, esa imagen de quiénes somos no está completa. Cada vez que decimos “nosotros los mexicanos” dejamos fuera a un elevado porcentaje de la población nacional: los pueblos indígenas. Los otros mexicanos. Esos que se visten diferente, hablan lenguas que desconocemos, atesoran creencias disímiles... pero también nacieron en suelo azteca y son tan mexicanos como el resto.
EL ROSTRO OCULTO DE MÉXICO
Por décadas las palabras ‘indio’ e ‘indígena’ se han utilizado como una manera despectiva de referirse a alguien ignorante, poco estudiado o que muestre actitudes o atuendos que nos parezcan ‘de mal gusto’. Ese concepto está tan arraigado en la mentalidad del mexicano no indígena, que incluso dio pie al surgimiento del término ‘naco’, el cual deriva de totonaco, nombre de uno de nuestros grupos étnicos.
Así pues, cultural e históricamente hemos relacionado a las personas de origen indígena como miembros de una raza ajena. Encontramos en ellos una suerte de ‘curiosidad folclórica’ y externamos comentarios cargados de dudosa benevolencia como: “Ay, ¡qué bonito su vestido!”, “¡Mira! fíjate cómo se amarra al bebé”, “¡Qué gracioso hablan!” y cosas por el estilo. A veces pareciera incluso que los vemos no sólo como a una casta aparte, sino como si pertenecieran a otra especie. El simple hecho de que los indígenas tengan un tono de piel más oscuro provoca que se les vea con cierto desdén.
Tal percepción se ha transmitido por generaciones como algo implícito. No es necesario que los padres de familia digan a sus hijos que los indígenas son inferiores; basta con que los pequeños escuchen cosas como las mencionadas, o los oigan dirigirse a ellos con un tono lento (como si hablaran con alguien retrasado). A menudo los infantes notan las miradas altivas que incontables personas suelen mostrar en automático cuando alguien con vestimenta autóctona pasa por el sitio en donde están; incluso es común que en casos así reciban algunas monedas de sus papás “para que se las des al indito”, dando por hecho que la persona llegó a pedir limosna sólo por su aspecto.
Es por esa clase de reacciones que muchos indígenas ni siquiera pensarían en visitar un gran centro comercial. De acuerdo a la Encuesta Nacional sobre Discriminación en México 2010 realizada por el Consejo Nacional para prevenir la Discriminación (Conapred), el 19.5 por ciento de los indígenas encuestados cree que el principal problema para sus pueblos no es la pobreza sino la discriminación. Varios medios de comunicación han divulgado casos de indígenas que han sido objeto de hostigamiento y/o humillaciones al ir a un mall o intentar comer en algún restaurante.
Asimismo, los estereotipos presentes en la televisión y el cine mexicanos constituyen otro factor que ha perpetuado la imagen del indígena como un ser menor. Cuando representan a alguien de estos grupos lo plasman como noble... pero excesivamente ingenuo, torpe, carente de modales y en numerosas ocasiones hasta sucio. Ejemplos sobran, pero es suficiente hablar de ‘la india María’, personaje al cual posiblemente se le pueda atribuir que incontables individuos se refieran a cualquier mujer indígena como “una María”, por cierto, comúnmente catalogándola como tonta.
El Antropólogo e investigador Carlos Zolla señala que considerar a estos pueblos como un sector aparte tiene por un lado apreciaciones no prejuiciosas, pues en efecto poseen lenguas y sistemas de organización distintos; pero también hay apreciaciones enjuiciadas hermanas de la discriminación, al considerarlos “no sólo como diferentes sino como atrasados”.
MÁS MEXICANOS QUE EL MOLE... PERO NEGADOS
Los integrantes de los pueblos indígenas no suman mayoría en el suelo azteca, pero no son tan pocos como se pudiera creer. De acuerdo a estimaciones del Consejo Nacional de Población (Conapo) los ciudadanos indígenas ascienden a más de 14 millones: el 12 por ciento de los mexicanos. De hecho México es el país con mayor cantidad de habitantes indígenas en todo el continente.
Existen 62 grupos étnicos con presencia en 26 de las 32 entidades federativas, todos distintos entre sí. Tanto, que sus lenguas alcanzan nada menos que 364 variedades. Ante cifras así es lógico que su presencia no pase desapercibida. De ahí que en términos de leyes, en los últimos años las cosas han cambiado para beneficio de estos pueblos. En 1990 México suscribió el Convenio No. 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que contempla sus derechos a fin de proteger sus estilos tradicionales de vida, organización social, instituciones políticas, idioma y costumbres. En 2001 hubo una reforma constitucional igualmente enfocada a los derechos y la cultura indígena. Entre otras cosas se modificó en integralmente el artículo 2°, dejando estipulado que la nación mexicana tiene una composición pluricultural sustentada originalmente en sus pueblos indígenas [...] que conservan sus propias instituciones sociales, económicas, culturales y políticas, o parte de ellas. Mientras que en 2003 se publicó la Ley General de Derechos Lingüísticos de los Pueblos Indígenas, que al menos en papel protege la promoción del uso y desarrollo de las lenguas de estas comunidades, así como sus derechos lingüísticos, individuales y colectivos. Decimos ‘al menos en papel’ porque entre sus 25 artículos hay puntos que se ven muy lejanos de concretarse, por ejemplo que el Estado destinará un porcentaje del tiempo que dispone en los medios de comunicación masiva concesionados [...] para la emisión de programas en las diversas lenguas nacionales habladas en sus áreas de cobertura; o que las lenguas indígenas serán válidas, al igual que el español, para cualquier asunto o trámite de carácter público, así como para acceder plenamente a la gestión, servicios e información pública. ¿Le parece que esto se esté llevando a cabo?
Hay asuntos que resultan más alarmantes. Según datos de la UNICEF el 76.1 por ciento de la población de habla indígena vive en pobreza, y su tasa de mortalidad infantil es 60 por ciento mayor al de sus connacionales.
Por otro lado, comparativamente con décadas pasadas, hoy en día más indígenas tienen acceso a la educación. De hecho el 62.6 por ciento de los jóvenes ha cursado por lo menos hasta secundaria y muchos han obtenido no sólo licenciaturas sino títulos de posgrado. Pero aún dista de ser suficiente. El Conapo apunta que de los jóvenes entre 15 y 25 años de edad, sólo el 28.3 por ciento asiste a la escuela. Y de acuerdo a la UNICEF el índice de analfabetismo en este sector es cuatro veces superior al del promedio nacional.
Tanto niños como adultos enfrentan problemas de desnutrición y falta de acceso a servicios de salud (ni siquiera existen indicadores estadísticos en este último renglón). Un significativo número de indígenas vive en localidades que no cuentan con agua entubada -ya no digamos potable-, drenaje, ni electricidad.
Aunque se han creado instituciones y programas que tienen como finalidad buscar progreso para los grupos étnicos, a la fecha los resultados no reflejan que esos proyectos tengan el alcance necesario. En opinión de la Antropóloga e investigadora María Elena Padrón, usualmente “se hacen propuestas desde el punto de vista de la sociedad nacional; son raros los casos en que se toma en cuenta la perspectiva de los pueblos y sus necesidades concretas para así formular iniciativas que los lleven a mejorar su calidad de vida”...
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