Sumido en una de las peores crisis económicas de su historia, California se convertirá en el laboratorio político de los demócratas con rumbo a las elecciones presidenciales del 2012.
La llegada a la gubernatura de Jerry Brown, un veterano demócrata de 72 años con un perfil conservador, plantea un nuevo esquema ahora que la figura del audaz y liberal Barack Obama ha quedado raspada y cuestionada.
Brown asumió esta semana su tercer periodo como gobernador del estado más rico de la Unión Americana al que todavía se le considera la octava economía en el mundo a pesar de sufrir un déficit fiscal de 28 mil millones de dólares, el desempleo del 13 por ciento y una profunda crisis del sector inmobiliario.
Al igual que en 1975 cuando reemplazó a Ronald Reagan, el demócrata Brown toma el estado de manos de un actor republicano, en esta ocasión de Arnold Schwarzenegger, quien recibió a California en el 2003 en medio de un bache que en siete años convirtió en un profundo agujero.
El inmigrante austriaco tomó el timón durante una grave crisis energética que sacudió a la entidad, pero nunca logró recuperar la bonanza de antaño. Realizó cortes severos a la educación y a los programas sociales, acciones que fueron muy criticadas a lo largo de su gestión.
Tras la crisis energética, los californianos sufrieron en el 2006 la caída del mercado de bienes raíces y dos años después, en el 2008, recibieron el tiro de gracia con la debacle financiera que afectó severamente a Estados Unidos y al mundo entero.
Este negro panorama le tocó enfrentar al actor y político, quien evidentemente no tenía la experiencia ni la habilidad para poder sacar al estado de una inminente bancarrota.
Acostumbrado al glamor y frivolidad de Hollywood, Schwarzenegger dedicó mucho tiempo a proyectar su imagen con su presencia constante en los "talk shows" de la televisión nacional y llegó al extremo de promover una reforma constitucional para poder aspirar a la Casa Blanca.
En cambio, su agenda diaria resultaba patética por el escaso número de actividades para un político de su investidura.
La llegada de Brown ofrece ciertas ventajas para California por dos razones:
Primero por su experiencia política de varias décadas que podría ser muy útil en estos tiempos coyunturales. Además de abogado y ex gobernador por dos periodos, Brown fue alcalde de Oakland, procurador de Justicia y secretario del Estado de California.
La segunda razón obedece a las escasas esperanzas que levantó su triunfo. Brown hizo pocas promesas en su campaña, más bien se dedicó a defenderse de su contrincante, la empresaria Meg Whitman, y a realizar "amarres" con los grupos de poder que apoyaron su candidatura. Por ello todo lo que haga y concrete será ganancia para su gestión.
No tiene, por cierto, mucho campo de acción. Su misión inmediata es reducir todavía más los gastos a través de negociaciones políticas y esperar a que la maltrecha economía de California recobre el vigor del pasado.
Lamentablemente los políticos californianos perdieron mucho tiempo en discusiones que han dividido a la sociedad como el matrimonio entre homosexuales, la legalización de la marihuana y el tema de la inmigración, pero se olvidaron de promover sus fortalezas principales que son producir y emprender negocios.
La entidad cuenta con sectores poderosos como el tecnológico, comercial, agropecuario y la industria del entretenimiento, sin olvidar que alberga a empresas líderes del tamaño de Google, Facebook, Apple, Wells Fargo, Qualcomm, Disney, Intel, entre muchas más.
Si Jerry Brown logra darle la vuelta a la economía en poco tiempo, California se convertirá en ejemplo y su influencia en las elecciones del 2012 será decisiva. Sería suicida pensar ahora en un candidato de 74 años para la Casa Blanca, pero en eso que llaman política todo puede suceder.
Pero si Brown fracasa y California se hunde todavía más, vendrán peores momentos para los demócratas y su líder moral Barack Obama, quien sin duda sería expulsado sin misericordia de Washington al término de su mandato.