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Los une el amor y los aromas

MOTIVADOS POR UN MEJOR FUTURO, DOÑA ELISA Y DON JUAN LLEGARON A TORREÓN HACE CASI 40 AÑOS

Pocas ventas. Los floristas aseguran que a la larga el negocio de las plantas podría desaparecer.

Pocas ventas. Los floristas aseguran que a la larga el negocio de las plantas podría desaparecer.

ROBERTO ITURRIAGA

Doña Elisa y su esposo Juan emprendieron juntos un viaje desde la Ciudad de México hace casi 40 años, se conocieron en un mercado de flores de la capital cuando eran jóvenes y buscaban oportunidades nuevas, motivo por el que llegaron a Torreón en los setentas.

Sin mucho dinero, un lugar donde dormir y muchas ganas de triunfar, fue como los Soto Guzmán decidieron subir a un camión cuyo destino era la Comarca Lagunera, un 23 de abril de 1972.

"Nuestros papás sabían a lo que veníamos, siempre nos apoyaron y estaban al pendiente de nuestra situación", asegura doña Elisa quien no deja de sonreír mientras recuerda su salida de la capital.

Luego de haber pertenecido a dos familias de floristas, la joven Elisa Guzmán y Juan Soto decidieron continuar con la tradición de sus padres al tener su propio negocio, sin embargo quisieron probar suerte en el interior de la república con los conocimientos que habían adquirido en sus años de infancia.

"Cuando llegamos fue una decepción total, todo era chico y hacía un calor de los mil demonios... pensamos que nos íbamos a morir de hambre" asegura Elisa, quien ahora cuenta con sesenta años de edad.

Antes de dejar el suelo capitalino, la pareja había conocido algunos amigos de la familia quienes visitaron la Comarca, mismos que relataban cosas positivas en cuanto a la calidad de vida y la tranquilidad de la zona.

"Nos comentaban que era una ciudad con mucha calma, que apenas empezaban muchas cosas y había oportunidades de crecimiento...", "todo lo contrario de lo que es hoy día", menciona Juan entre risas y sin soltar un arreglo que debía entregarse a domicilio.

 UN MODO DE SOBREVIVIR

El local que se encuentra sobre la avenida Hidalgo casi esquina con Blanco en Torreón, ha sido más que sólo una empresa para los Soto Guzmán, ya que significó la forma de salir adelante en una ciudad desconocida y la fuente de subsistencia de los cinco hijos que procrearon.

"Nosotros no tuvimos la visión de estudiar más, quisimos probar cosas nuevas y nos salió la jugada... pero la verdad no me gustó la idea de que mis hijos se quedaran sin ser alguien", comenta Juan mientras saca algunas fotografías de su cartera.

A pesar de la fuerte tradición que representan las flores desde hace generaciones, Don Juan decidió que cada uno de sus hijos estudiara una carrera universitaria, luego de valorar las posibilidades con las que contaba el negocio.

"Un día nos sentamos a platicar todos en la mesa y les dijimos: sí quieren salir adelante tienen que meterse a la escuela, su madre y yo vamos hacer el sacrificio" dice el florista mientras corta el tallo de un tulipán.

Lejos de las flores, sus hijos optaron por carreras como la contabilidad, medicina e ingeniería, donde se han desempeñado por su cuenta, gracias a lo que Elisa define como un sacrificio.

"Yo creo que es algo de las nuevas generaciones, en nuestros tiempos sólo se necesitaban ganas de trabajar y salir adelante, ahorita no basta con eso y muchas familias tuvieron que deshacerse de bienes o probar nuevas cosas como nosotros".

 NUEVOS GUSTOS

Debido a las bajas temperaturas que se registraron en las primeras semanas de febrero, la mayor parte de la mercancía de los floristas tuvo que ser desechada, por lo que desde este año tuvieron que incluir arreglos artificiales ante la falta de flores.

"No estábamos acostumbrados a eso, pero así pasan las cosas y tenemos que acostumbrarnos" asegura doña Elisa.

Desde este año los especialistas en el armado de flores tuvieron que cambiar algunas rosas por muñecos de peluche, los cuales fueron muy solicitados durante el 14 de febrero y fechas especiales.

Además incluyeron el armado de centros de mesa con globos y otros materiales desechables por la competencia que han experimentado.

"Nos dimos cuenta que hay que meternos en otros terrenos, ya no deja ser vendedor de flores solamente...los clientes siempre te piden cosas nuevas" asegura Juan mientras da los últimos toques a su arreglo de 15 flores y una base de madera.

El trabajo floral que le costó una hora a Don Juan es el único pedido que le realizaron ese día, el cual tiene un precio de 180 pesos, el transporte hasta el domicilio va incluido.

"Son 180 pesos en un sólo día, a veces gastamos eso de material y salimos en las mismas, no hay mucha ganancia" menciona el florista al entregar el pedido a un mensajero.

 CRECER ES UN SUEÑO

La pareja que cuenta con el mismo espacio para su negocio desde hace cuatro décadas, ha decidido que en los próximos meses podrían mover su local a el oriente de la ciudad, debido a las bajas ventas y poca afluencia de visitantes.

"Es un sueño que tenemos desde hace unos años, el Centro se ha deteriorado desde hace mucho tiempo y queremos cambiarnos a un lugar con más gente... siempre es bueno cambier de aires", asegura Don Juan.

40

 AÑOS

La pareja salió de la Ciudad de México en los años setenta.

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Escrito en: Relatos Urbanos

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