Bien dicen los expertos que hoy en día no basta un candidato carismático o una abultada cuenta de cheques para ganar una elección y menos cuando se trata de la presidencial.
Desde el año 2000 cuando se concretó la transición democrática en México, hemos visto varios casos de aspirantes que tenían todo para ganar -nombre, dinero y trayectoria-y que sucumbieron a la hora de la verdad.
Así ocurrió con el experimentado priista Francisco Labastida Ochoa, quien perdió contra Vicente Fox en una elección histórica y seis años después un panista que se rebeló contra la cúpula de su partido logró derrotar a un poderoso Santiago Creel en la elección interna y posteriormente a Andrés Manuel López Obrador a quien todos daban como seguro ganador.
El entorno político, económico y social influye decisivamente en el resultado de una elección, pero para lograr resultados positivos se requiere contar con una estrategia sólida tanto a nivel de partido como de los candidatos.
En ese sentido nos atrevemos a considerar que de los tres partidos con posibilidades reales de ganar en julio de 2012, es decir PRI, PAN y PRD, sólo dos de ellos cuentan con un plan estratégico que podría brindarles los resultados esperados.
De acuerdo a evidencias, en esta ocasión el PRD es el partido más desorganizado de los tres sin contar con un plan electoral bien definido. Ya vimos en días pasados como fue "reventada" la elección interna programada en varios estados del país.
El PRD sigue atorado en lo de siempre: luchas internas, egos desbordados, ambiciones extremas y escasa disciplina de sus militantes.
Es casi un hecho que la contienda que libran por la candidatura de su partido tanto Marcelo Ebrard como Andrés Manuel López Obrador, terminará en un choque de trenes y en una inevitable escisión interna.
Esto ocasionará que la izquierda mexicana se divida una vez más y se pulvericen los esfuerzos por incrementar la presencia perredista en el país. Además se corre el riesgo de perder buena parte de lo ganado en los últimos años, incluyendo la codiciada gubernatura del Distrito Federal.
En el Partido Acción Nacional se observa una estrategia de partido más definida y reglas claras que han sido respetadas por los tres precandidatos. Gane quien gane la elección interna se infiere que los perdedores se sumarán a la causa y no habrá divisiones ni estampidas.
El elenco panista hace recordar aquellas pasarelas de pre-candidatos que el PRI solía presentar con el fin de calentar el ambiente y aceitar la maquinaria del tricolor.
Pero los candidatos panistas no han desarrollado programas efectivos de proselitismo. El PRI se les adelantó con sus foros regionales mientras que los blanquiazules andan del tingo al tango sin planes estructurados, vaya ni siquiera han organizado un debate de altura entre ellos.
Al momento el PRI parece llevar la mejor estrategia electoral. Como partido lograron establecer las bases para la selección interna sin gritos ni sombrerazos y han mantenido una contienda interna civilizada entre los dos aspirantes Enrique Peña Nieto y Manlio Fabio Beltrones.
Al PRI le habría venido bien agregar un tercer aspirante que suele resultar útil y necesario --¿recuerdan a Ernesto Zedillo?-- y que ayudaría a evitar fracturas internas como ocurrió con la candidatura de Roberto Madrazo hace seis años.
Pero como partido el PRI ha mostrado una estrategia definida y de largo alcance al igual que sus precandidatos. En el caso del exgobernador del Estado de México impresiona saber que montó una estructura a nivel nacional para convencer a los indecisos de su propuesta.
Vienen por delante los procesos internos que serán claves para los partidos en contienda, quienes logren mantener unidad, hacer equipo y armar una estrategia sólida, seguramente serán los ganadores en julio de 2012.
Sin descartar por supuesto que también las campañas negras y otro tipo de artimañas sean estrategias que en ocasiones logran sorprender y confundir al electorado.
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