Lucha. Un grupo de periodistas y fotógrafos se reúne en torno a Abdalá Kanshil, negociador del gobierno provisional.
Consumida la tregua, fuerzas de elite rebeldes libias asaltaron ayer el oasis de Ban Walid, donde se toparon con una dura y bien organizada resistencia gaddafista que hace prever una operación larga y sangrienta.
Poco después del amanecer y escoltadas por baterías de cañones antiaéreos y municiones de mortero, pelotones armados con fusiles de asalto FN y AK-47 "kalashnikov" penetraron rápidamente desde posiciones en extrarradio norte, sur y este de la localidad, con dos objetivos precisos.
El primero, garantizar el control de los barrios periféricos, limpiar el paso de francotiradores y hacer retroceder a los leales del antiguo régimen hacia el zoco, donde parece que los rebeldes pretenden librar la batalla definitiva. El segundo, bloquear cualquier vía de escape que permita a los líderes gaddafistas huir hacia el secarral y atravesar el desierto rumbo a los otros dos grandes bastiones meridionales aún en su poder: los oasis de Sebha y Jufrah.
Los rebeldes creen que el mando de la resistencia en la ciudad está en poder de Seif al Islam y Saidi, dos de los hijos más belicosos del coronel Mumar Gaddafi, y de su jefe de la inteligencia militar, Musa Ibrahim.
"No sé si en el interior esta el propio Gaddafi. Puede ser, pero lo que si le garantizo es que están sus hijos y Musa Ibrahim. Fueron vistos hace dos días y están localizados", declaró Abdala Kensil, uno de los jefes negociadores que han tratado en los últimos días de lograr una capitulación pacífica.
Kensil aventuró que la batalla por el control de esta urbe, situada a unos 150 kilómetros al sur de Trípoli, será complicada, ya que los atrincherados han aprovechado ese tiempo de diálogo para armarse y recibir refuerzos.
"Calculamos que en el interior de la ciudad están apostados unos 600 hombres, armados con fusiles de asalto, lanzaderas de misiles al hombro y lanzagranadas ARP. Entre ellos, un centenar de francotiradores", señaló.
Efe