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Ludopatía

Diálogo

YAMIL DARWICH

La comodidad de la vida moderna, que evita casi todo esfuerzo físico y facilita las tareas, también tiene su lado negativo al orientarnos a malgastar el tiempo en entretenimientos que nos pueden dañar.

Del descanso pasamos a los pasatiempos y en algunos casos a los entretenimientos dañinos que nos pueden enfermar; caso del tabaco, rampa para las drogas o las apuestas efímeras, camino a la ludopatía.

Los juegos de azar están presentes en nuestras vidas desde antes de nacer; cuando aún no se contaba con la tecnología para saberlo, apostar si el futuro bebé era niño o niña, fue un juego familiar "divertido"; luego, la naturalidad con que los mayores se entretenían en casa apostando, -participando menores- era algo común para todos nosotros: desde la tradicional lotería, pasando por el dominó, hasta llegar a los juegos de baraja.

Si en EUA juegan "bingo", nosotros apostamos escuchando la "corrida", con nuestra carta de figuras tradicionales: "el cantarito, ...el borracho ...la muerte", siendo elementos para apostar en la lotería que se juega en casa o en kermeses, muchas veces organizadas por religiosos que no dimensionan la "programación neuronal" que hacen entre los menores.

De hecho, el mismo gobierno participa de esa programación mental al inventar su "Lotería Nacional para la Asistencia Pública", justificación para violar la ley, que para el colmo ciudadano, ahora dicen está en peligro de quiebra financiera.

Algunos empresarios no podían quedar fuera del negocio y ya constituyeron sus propias empresas de juegos de azar, establecidos públicamente y en apariencia legal, favoreciendo una enfermedad más, entre las conocidas como de "adicción".

A unos -los ricos, relacionados y poderosos- se les permite violar la ley; a otros -los pobres, organizadores de "chicharras" y "vaquitas"- les cae todo el peso de la misma.

Con todos esos antecedentes, es natural consecuencia que aparecieran los explotadores de casinos de juegos de azar, que bajo la autorización y amparo de las autoridades destruyen patrimonios, familias y vidas humanas.

Ellos conocen nuestro deseo de tener dinero para comprar; de nuestra programación mental pasa aceptar el reto de apostar; y de nuestra ilusión de hacernos millonarios ¡de golpe!, confiando en la remotísima posibilidad estadística de "ganar la apuesta" o "pegarle al gordo". ¿Le suena conocido?

En el pasado, los casinos y sus jugadores eran perseguidos por ley; ahora están instalados hasta en los centros comerciales, avenidas o bulevares de alto flujo vehicular, atrayendo la atención con fachadas llamativas y luces de colores.

Así, la enfermedad mental se incrementa, dañando diariamente a más personas que entran en un proceso patológico que los lleva a la ruina personal, la quiebra de sus negocios o la pérdida del patrimonio familiar.

Los jugadores patológicos, -nombre castellanizado de la enfermedad¬- tienen personalidades ya bien conocidas por psiquiatras y psicólogos: el pensamiento obsesivo de jugar, porque piensan que finalmente van a ganar, evasión mental que le permite evitar enfrentarse a los problemas personales, laborales o sociales; enfrentar el choque familiar, la soledad, abandono o desamor, hasta el aburrimiento y tedio cotidiano.

Disfrutan de un sentimiento de emoción pasajera, ante la posibilidad real de ganar o perder, que la prefieren sobre la soledad y el permanente sentimiento de "no tener nada que hacer", creyéndose inútiles social y/o familiarmente.

Debemos comprender que en su disfunción cerebral, están plenamente convencidos que "ahora sí van a ganar", porque... "después de todo, ¡ya le toca!".

Jugar les produce liberación de sustancias químicas como la dopamina, que les dejan sensaciones de bienestar, algo similar al efecto de las drogas, caso de la cocaína entre los adictos a ese opiáceo.

Ahora conocemos del factor genético, el de la bioquímica corporal y la facilitación del ambiente social para que se presente la enfermedad, a pesar de algunos opositores, aunque la mayoría de los científicos considera a la ludopatía como enfermedad adictiva y coexistente con otras, como la neurosis, estados obsesivo-compulsivos y depresión.

Al hacer esfuerzo para alejarse del juego, el enfermo siente ansiedad, inquietud, desazón, resentimiento, sentimientos de frustración; síntomas conocidos por generar dolor psíquico que puede desencadenar la ira, con sus consecuencias. La solución que encuentran para romper ese estado doloroso es: regresar al juego, seguros que en esa ocasión "la revancha les favorecerá".

Con el paso del tiempo las apuestas menores se incrementan, hasta llegar a ser imposible atenderlas con recursos propios, desencadenando acciones de engaño y hasta robo entre familiares, amigos o en el ambiente laboral, incrementándose el sentimiento de culpa, que les va transformando en seres esquivos, solitarios, huraños y mentirosos.

Contradictoriamente: se sienten culpables y buscan en el juego, -patológicamente- la solución a los quebrantos económicos ocasionados, cerrando, aún más, el círculo vicioso.

Probablemente usted conoce casos de ludópatas; para ellos ya existen asociaciones que pueden ayudarles.

Si conoce alguno, lo invito en que intente rescatarlo. ¿Acepta?

Darwich@ual.mx

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