Siempre me ha gustado la frase que solía repetir Sir Bernard Shaw, en la que decía: "A temprana edad, tuve que interrumpir mi educación para ir a la escuela".
Y es que ahora que reflexiono sobre la formación de los hijos, me doy cuenta que cada día los mandan más pronto a la escuela, kínder o maternal, pero el cuento es tenerlos fuera de casa.
A nosotros nos mandaban entre los seis y los siete años; y la verdad iba uno con gran disgusto. La calle y los amigos del barrio eran mejor compañía que los maestros y compañeros que podía uno encontrar en las aulas.
Es más, nos formaban mejor los padres del barrio, que muchos maestros que estaban en los salones, sólo por la paga.
No entiendo ese afán temprano de deshacerse de los hijos dejándolos en manos de otras personas. Quizá lo acepte de las madres solteras, pero nada más.
Hace poco más de un año, Brenda y Mino, me regalaron un libro que en principio vi con recelo y después con verdadero interés.
El libro de llama: "Enciclopedia de malos alumnos y rebeldes que llegaron a genios". En verdad me sorprendió la cantidad de datos biográficos sobre grandes artistas, cantantes, escritores y pintores que aparecen en ella y la forma en que la escuela les estorbaba para alcanzar sus sueños.
Me permitiré aquí citar algunos de ellos, para justificar mi afirmación y tratar de despertar el interés por esta obra, que dicho sea de paso, no es fácil de conseguir:
Comencemos con Louis Armstrong, quien nació en un barrio pésimo de Nueva Orleáns. Se dice que esta ciudad oculta su miseria en la música y en ese ambiente crece el pequeño Louis.
Por un incidente de poca monta, lo mandan a un reformatorio, en donde conoce a un celador que también era maestro de música, quien le consigue un clarín para despertar a los internos y así, inicia su gusto por la música de viento.
Gusto que llegó a ser un arte inconfundible en el mundo, porque cualquiera puede ubicar la voz, y la forma de tocar de uno de los genios del jazz.
Otro: Salvador Dalí, pintor genial tachado de loco que pasó por las aulas sin pena ni gloria, pensando siempre en la pintura y el dibujo. El que presenta su primera exposición a los 15 años, y a los 17 es admitido en la Academia de Bellas Artes de Madrid.
A Dalí le urgía pintar, no aprender matemáticas ni química. El arte que le corre por las venas lo impulsa sólo a pintar y se convierte en uno de los geniales pintores del siglo XX.
Alexandre Dumas, mestizo francés que creció en la miseria, y a los doce años no sabía leer ni escribir. Se la vivía en la calle y leía historias fantásticas.
"Todos los imbéciles escriben bien", solía decirle su madre cuando él demostraba su interés por la caligrafía. Lo obligan a estudiar violín, y termina reconociendo que no sabe ni afinar su instrumento.
"Los tres mosqueteros" y "El conde de Montecristo", son sus obras más populares y más leídas en el mundo. Y podríamos decir, que nunca necesitó la escuela para llegar a ser lo que fue.
Y así podríamos seguir con las vidas de Flaubert, Disney, Picasso, Da Vinci, Lincoln, Einstein, y muchos personajes más que apelaron a la inteligencia emocional antes que al aprendizaje en las aulas.
¡Qué afán de mandar a los niños a la escuela tan temprano! Déjenlos vivir su niñez, y escoger su vocación por mero instinto. Si desean, más adelante, ir a la escuela, que vayan. Pero no los manden a fuerzas, porque pueden interrumpir su verdadera vocación.
Insisto, que crezcan libres y felices. Lo demás, lo hará su propia naturaleza.
Dejen a estos nuevos niños, como Paola, que crezcan desarrollando sus habilidades y siguiendo su instinto emocional. Si lo hacemos, veremos cuántos genios más aparecen en el mundo.
Y aprovechando que esta noche es Nochebuena, les deseo a todos una Feliz Navidad.
Por lo demás: "Hasta que nos volvamos a encontrar que Dios te guarde en la palma de Su mano".