La semana pasada un amigo sacó su carro del taller debido a una afinación y algunos otros detalles que hacían que no funcionara adecuadamente, en el trayecto del taller, ubicado en la ciudad de Torreón, un agente vial le pidió detuviera la unidad para hacerle la infracción correspondiente.
El trato del oficial, llamado por sus compañeros "El Pajarito", fue amable y cordial, a decir de mi amigo, pero siempre con la firme intención de realizar la multa adecuada por portar permiso vencido, además se le comentó al infractor que si pagaba antes de tres días el pago equivaldría a unos 40 pesos. Al final se retiró y a los pocos días recogió su infra-cción quedando las cosas tal cual le dijo el uniformado.
Alberto, como muchos de los mexicanos, siguió transitando con el permiso vencido y fue nuevamente sorprendido en el bulevar Alemán de Gómez Palacio, a tres días del incidente en Torreón.
Nuevamente un agente lo saludó cordialmente a pesar de su cara de pocos amigos y le levantó la infracción correspondiente por infringir el artículo de transitar sin placas.
Le preguntó al oficial que cuál sería el monto a pagar, a lo que el agente le respondió que era aproximadamente la cantidad de 200 pesos. El enojo del conductor no se hizo esperar pero aún así acató el reglamento, y ni él ni el tránsito hicieron siquiera el intento por evadir la infracción a pesar de costar 500 por ciento más en una ciudad que en otra.
Dos días después el amigo multiinfractor recogió su licencia y nuevamente la información proporcionada fue la adecuada.
Beto, que es más terco que político en ejercicio del poder, circuló su coche con el argumento de que no tenía tiempo para sacar el permiso, por lo que ahora fue detenido en la ciudad de Lerdo, Durango, por el agente Cobos, quien se baja del vehículo a toda velocidad y le dice al conductor que le levantaría la multa.
Al recibir la licencia del susodicho, el agente le dice que su infracción rebasará los 450 pesos por ir a exceso de velocidad y traer permiso de circulación vencido. La pregunta obvia de Beto fue que él no evadía su responsabilidad, pero que la multa en cuestión le parecía demasiado onerosa.
El empleado municipal le comentó, sin hacer la infracción, que aparte del permiso, el exceso de velocidad correspondía a esa sanción, cosa que el conductor no había hecho.
Para no hacer de esto la segunda parte de Teresa, finalmente el tránsito dejó ir a mi amigo sin la infracción y con la licencia, incumpliendo tanto con el reglamento como con el trato ofrecido al ciudadano.