El Instituto Electoral de Guerrero oficializará este domingo el triunfo de la coalición Guerrero nos une (PRD-PT y Convergencia), sobre la coalición Tiempos mejores para Guerrero (PRI-Panal y Verde). Dicho más claro: la victoria del PRD sobre el PRI pero, además, arrolladoramente, 13 puntos porcentuales arriba.
Los guerrerenses, por fortuna, salieron a votar, a pesar de las maniobras que inhiben ese derecho, a saber, las intimidaciones de uno y otro bando para desalentar a la gente, el robo de urnas y la compra de votos mediante la entrega de despensas o de dinero. De ello se acusó por igual al PRD que al PRI, pero este último, al conocer los números de la elección, dijo que no reconocía el resultado e informó que lo impugnará por la comisión de cochupos que son los mismos por los que al tricolor se le ha acusado por años. Las cosas, verá usted, son iguales con unos y con otros.
Los votos, entonces, favorecieron a Ángel Aguirre, un ex gobernador interino priista que por despecho -ya que el cacicazgo guerrerense de la familia Figueroa Alcocer, del que formó parte y fue servidor, decidió dar la candidatura, en lugar de a él, a su primo Miguel Añorve- aceptó la postulación del PRD-PT-Convergencia, formación que optó por un candidato que pudiera garantizar una victoria que se venía construyendo con el más sólido aspirante de la izquierda verdaderamente perredista, Armando Chavarría, pero que fue asesinado el 20 de agosto de 2009.
El PAN decidió no entrar en alianza con la candidatura de Aguirre, pero finalmente obligó a su candidato, por orden directa de Los Pinos, a declinar a su favor con su escasa presencia política en el estado (que no fue determinante del resultado), apostándole a reclamar para sí parte del beneficio político de la victoria sobre el PRI que postuló a Añorve.
Tal es el revoltijo: una coalición que supuestamente representa a la izquierda, un candidato priista despechado, un PAN sin presencia y oportunista, y una estructura electoral básicamente tricolor que decidió ser leal al ex gobernador-candidato y que es la misma que hace seis años llevó al triunfo al conservador Zeferino Torreblanca.
Por eso puede afirmarse que con Aguirre ganó el PRI, igual que hubiera ganado con Añorve. O dicho más claramente, sobre un grupo del PRI se impuso otro grupo del PRI aunque ambos, aunque parezca kafkiano, contaban con las simpatías del gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto, y el titiritero mayor de la política tricolor, el ex presidente Carlos Salinas de Gortari. Ambos tienen así algún beneficio político con el resultado de esta elección.
Pero quién es el gran ganador. Se dice, incorrectamente a mi juicio, que Felipe Calderón y su política de envenanamiento y perversión electoral encaminada a las presidenciales de 2012, de la que son parte fundamental las alianzas contranatura. Y, en cierto modo, el resultado cumple el objetivo de frenar el avance abrumador que marcan las encuestas de la candidatura presidencial de Peña Nieto y la racha del PRI ganador, lo que al menos es algo del mucho oxígeno que necesitan Calderón y el PAN en su declinante situación electoral. Pero aún así, ese hecho no puede interpretarse como una gran victoria para ellos ya que, de entrada, no apoyaron en los hechos a la alianza ganadora.
Constructor de ella -y acaso aportador de apoyos y recursos que podrían ser el fundamento de la impugnación que hará el PRI ante la autoridad electoral- fue el jefe de gobierno, Marcelo Ebrard, con su maestro y actual operador político, Manuel Camacho Solís. Ebrard es, por lo tanto, el gran beneficiario de la victoria electoral en Guerrero, lo que en este momento lo coloca como el que lleva la voz cantante de una alianza hacia el 2012. Así que en Guerrero ganaron Marcelo y el PRI, aunque este último con otro membrete.
PUEBLA. Tomó ayer posesión el nuevo gobernador aliancista Rafael Moreno Valle y llevó con él en la Secretaría de Gobierno a Fernando Manzanilla Prieto. Cuando desde el pasado priista de ambos este último decidió coordinar la campaña de su amigo, Moreno Valle suponía que Manzanilla no sería su secretario de Gobierno porque era novio de su hermana Gabriela, había planes de boda y eso constituía un impedimento legal para cualquier nombramiento. Pero no ha habido boda y, por tanto, no hay impedimento, aunque se asegura que el noviazgo sigue, circunstancia personal que no quita a Manzanilla el haberse graduado en Harvard como maestro en políticas públicas con magna cum laude, es decir, con "grandes alabanzas" o el reconocimiento muy destacado, apenas superado por quienes lo hicieron con summa cum laude, las "máximas alabanzas", lo excepcional. Suerte a ambos en el encargo.