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Marcha al pasado

René Delgad

En la teoría nuestro régimen partidista es plural y equilibrado por

cuanto que abarca al conjunto del espectro político –derecha, centro e izquierda–, pero en la práctica ese abanico

se funde en un profundo conservadurismo.

Las diferencias doctrinarias entre ellas son coincidencia en la acción política,

ahí todos practican las peores tradiciones, vicios, costumbres y usos políticos. Las

tres principales fuerzas no

marcan diferencia: gobiernan y administran al viejo

estilo, legislan con la vista

en el espejo retrovisor, reivindican la extorsión y el

chantaje político así como

lasmañas y lamarrullería, y

son desde luego más reactivas que proactivas. Las tres

resisten el cambio, rehúyen

los nuevos recursos.

Estos primeros días del

año, esas fuerzas han renovado el acuerdo de decirle no

al futuro y dejar a la ciudadanía colgada de una falsa

expectativa.

***

Revolucionario Institucional. El ungimiento de

Humberto Moreira y su inmediata y rocambolesca actuación avanza a paso acelerado hacia un muy próximo

pasado.

En cuestión de días, la

fuerza tricolor rehabilitó dos

viejísimos recursos de su

subcultura política e incorporó uno aportado por el panismo. La cargada como mé-

todo democrático de selección y el corporativismo sindical como seguro de vida,

además de la ocurrencia foxista como un efectivo recurso de campaña.

La cargada en favor del

coahuilense como insospechado líder partidista deja

entrever el regreso de Elba

Esther Gordillo por sus fueros dentro del tricolor y, evidentemente, si el gobernador

Enrique Peña sale bien librado del concurso electoral en

el Edomex, abrirá la posibilidad de que el corporativismomagisterial apoye la elección presidencial de Peña.

Esa viejísima práctica de

encontrar amparo en el corporativismo sindical –de la

cual también echaron mano

el foxismo y el calderonismo– es entender el futuro como la vía corta al pasado. La

lideresa magisterial sabe

que, en ese concepto de la política, el valor de su mercadería la hace un factor imprescindible. Así, la oferta

tricolor no es recuperar el

poder a partir de su replanteamiento, sino sobre la base

de sus más viejos resortes.

Asumen que pueden regresar no por que sean mejores

que quienes los desplazaron,

sino porque éstos resultaron

peores.

Por esa añoranza tricolor

por el pasado, no cobra fuerza la propuesta del senador

Manlio Fabio Beltrones de

debatir para qué regresar al

poder. El priismo quiere el

poder, eso es todo. Quiere recuperar el pasado, no construir el futuro.

***

Revolución Democrática.

El perredismo ha hecho de

su crisis una forma de vida y

de las prerrogativas electorales y los presupuestos pú-

blicos razón suficiente para

mantenerse juntos, pero desunidos. Pueden chocar, pero no romper. No es que no

se atreva a refundar su organización, no quiere.

Por eso, la contradicción

entre sus corrientes internas es el símbolo de su cohabitación. Una puede plantear

alianzas sin importar con

quien y la otra imponer arbitrariamente candidatos propios aunque no satisfagan

los requisitos legales para

competir. Ambas corrientes

coinciden en que, ante el fracaso de una u otra estrategia

o el descarrilamiento de su

eventual triunfo, podrán

echarmano de la descalificación de la elección y derivar

ganancias aun cuando no sean las esperadas.

Esa histórica actitud de

la izquierda mexicana de

empezar por eliminarse entre ellos siempre le hace perder de vista a la ciudadanía,

ayuna de una izquierda moderna, fuerte, democrática y

cohesionada. El interés del

perredismo está puesto sobre sí mismo, no en la sociedad. De ahí, el vicio de correr siempre por las dos pistas: la institucional y la no

institucional, elmovimiento

y el partido, la participación

dentro los cauces legales para exigir derechos y por fuera de esos cauces para evadir

obligaciones.

Y, como novedad integrada a esa vieja forma de hacer

política, el clientelismo, que

los emparenta con el resto de

sus contrincantes.

***

Acción Nacional. En la

primera quincena del año,

como gobierno y partido,

esa fuerza reivindicó varios

de los vicios que cancelan el

futuro.

Los cambios en el gabinete y en el partido ratificaron

una vieja costumbre: el gobierno es la agencia de colocación del partido y éste el

paracaídas de los funcionarios desahuciados. Esos ajustes confirmaron que un partido en el gobierno debe privilegiar los intereses electorales, no los nacionales. Voluntaria o involuntariamente, el panismo y el gobierno

reivindicaron la subcultura

política priista: si un mal

funcionario es amigo, su ineficiencia y falta de efectividad no supone castigo. Si Cecilia Romero no pudo con los

migrantes, si Juan Molinar

no pudo con las comunicaciones, déseles cabida en la

dirección del partido. Ya se

verá qué hacer con el gobierno.

Además, en esta primera

quincena del año, el jefe del

Ejecutivo hizo suya una viejísima práctica: si el gobierno comete errores o fracasa

en la implementación de una

política, debe sostenerla a

como dé lugar para no dar

muestra debilidad y mucho

menos actuar bajo presión.

Si antes dijo que se libraba

una guerra contra el crimen

e incluso vistió el uniforme

de campaña, niéguese el dicho y el hecho. Si son muchos los muertos a causa de

esa estrategia fallida, divúlguese la captura del 51 por

ciento de los jefes criminales. Hágase lo necesario, pero por ningún motivo reconózcase el error.

***

La riqueza ideológica de

nuestro régimen partidista

es a la vez, por absurdo que

parezca, su miseria política.

Pueden marcar sus diferencias doctrinarias frente a

asuntos que exigen una definición ideológica, pero subrayan su coincidencia en la

práctica política. Así, acceder al gobierno u ocupar

asientos parlamentarios es

disponer de plazas laborales

para los compañeros y de recursos extra a las prerrogativas para el partido. Así, a

la ciudadanía es menester

considerarla en temporada

electoral, pero no fuera de

ella ymenos en la implementación de las políticas nacionales. Así, los grandes pendientes nacionales es preciso atenderlos siempre y

cuando no se afecte la posibilidad de beneficiarse de los

poderes fácticos que resisten

su atención.

Esos vicios, usos y costumbres políticas unifican e

igualan al conjunto de los

partidos y anticipan que no

habrá de dónde elegir en su

momento y sí mucho que temer. Esta vez, el crimen y

violencia juegan sus cartas.

***

Por todo eso, es cierto,

hay que exigir nueva política, más futuro, menos pasado... no más sangre.

sobreaviso@latinmail.com

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