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HACED LO QUE ÉL OS DIGA

Jacobo Zarzar Gidi

“Hubo una boda en Caná de Galilea, y estaba allí la Madre de Jesús… Fue invitado también Jesús con sus discípulos a la boda. No tenían vino, porque el vino de la boda se había acabado. En esto dijo la Madre de Jesús a éste: No tienen vino. Díjole Jesús: Mujer, ¿qué nos va a mí y a ti? No es aún llegada mi hora. Dijo la Madre a los servidores: Haced lo que Él os diga…” (San Juan 2, 1-11). En los momentos actuales, cuando observamos una decadencia muy importante en los valores morales y como consecuencia la devaluación del Sacramento del Matrimonio, es necesario hacer unas cuantas consideraciones de importancia: “El matrimonio” ha existido desde siempre y ya estaba antes de que viniera Nuestro Señor Jesucristo. Desde sus orígenes se establecieron normas que lo protegieran. Y desde siempre, el hombre entendió que salvar el matrimonio era salvar a la especie humana. Sin familia, no hay especie humana. Si existe la familia, existe la vida humana, porque no hay ser más frágil que el bebé recién nacido el cual necesita la protección de sus padres. Por consiguiente, la sociedad ha protegido siempre la familia que está formada por un hombre y una mujer.

Lo que hace Jesús en Caná de Galilea no es crear el matrimonio que ya existía, sino instituir “El Sacramento del Matrimonio”. Recordemos que un Sacramento es una Gracia o ayuda de Dios para un objetivo concreto. Es una medicina específica que va ligada a la existencia de un problema. El Señor sabe y sabía que estar casados es difícil, pero era y es necesario para que la especie humana sobreviva. Si en aquel entonces cuando vino Jesús era difícil sostener con fidelidad la unión de las parejas, el Señor de la Historia tenía el conocimiento de que cada día se iba a poner peor, y aprovecha que está en la Tierra para crearlo. Es un don, “es un plus” de gracia, es “un extra” que ha beneficiado y seguirá beneficiando a todos aquellos que lo reciban con amor, docilidad, y agradecimiento.

El Sacramento del Matrimonio no va a hacer surgir el amor, lo que va a hacer es que el amor no se rompa, que no desaparezca. Y va a hacer que si desaparece el sentimiento del amor -que no es lo mismo que el amor, va a hacer que uno de los dos o los dos prosigan a pesar de los tropiezos con su plan de sostenerse juntos. Se trata de una fuerza extra para soportar las diferencias de caracteres que conforme avanzan los años se van haciendo más notorias y difíciles de tolerar. Porque la verdad es que todos vamos cambiando. Nadie es igual que como fue el día anterior. El entusiasmo y la alegría con la que las parejas contrajeron matrimonio, en nada se parece a la que ahora tienen varios años después. En ese entonces, con nadie se casarían más que con la persona que seleccionaron, y veinte o treinta años después, posiblemente aceptarían a cualquier otra persona, menos con la que contrajeron nupcias. Por eso es importante hacer oración y renovar frecuentemente las promesas de matrimonio.

Con los años, aparecen grandes defectos de la pareja que antes no existían o por lo menos no se veían. Los golpes de la vida nos fueron haciendo más intransigentes y renegamos por todo como nunca antes lo habíamos hecho. Si arrojamos al Señor de nuestra vida para darle entrada al enojo, a la infidelidad y a la violencia, dejará de llamarse hogar el sitio donde vivimos. En esos momentos difíciles en los cuales se antoja la ruptura, se hace necesaria una mayor tolerancia, un mayor respeto y un mayor amor que el que sentíamos en un principio. Aquí es donde brota la Gracia de Dios para que el Sacramento del Matrimonio no se destruya. Se nos da una mayor capacidad de perdón y se nos impulsa a cambiar para bien. Se nos permite ver únicamente las cosas buenas de la vida y olvidar las malas a pesar de que hay tantas en el mundo. Se contempla la vida con esperanza porque hemos sido incluidos en un valioso plan de salvación que no tenemos ni idea de lo importante que es.

“Aquí estoy Señor, cuenta conmigo”. Esta podría ser la mejor de las oraciones para que vuelva a dar frutos nuestra vida en familia, y para ya no estar recordando una y otra vez las cosas terribles que acontecieron años atrás. Hay hombres que son respetados por todo el mundo menos por la esposa que está llena de soberbia; y hay mujeres que tienen muchas cualidades, pero por desgracia sumarido es el último en darse cuenta de ello. “Cuenta conmigo Señor, para sacudirme de una vez por todas esa pesada bola de acero que a diario cargo yme impide avanzar”. “Cuenta conmigo para colocarme en los momentos difíciles en el lugar de mi cónyuge”. Nuestras miserias y debilidades serán destruidas siempre y cuando habite entre nosotros la fuerza de Cristo. Recordemos los tres signos matrimoniales que nos impulsan a tener presente el compromiso contraído: “Los Anillos” son el símbolo de la alianza entre los cónyuges y nos indican que se pertenecen uno al otro. Cuando el novio entrega “Las Arras” a la novia, se compromete a que nunca faltará lo más indispensable en el hogar. Y con el “Lazo”, le están pidiendo ambos al Señor los mantenga siempre unidos.

En varias partes del mundo existen parejas de casados que al ver su matrimonio casi destruido, le imploran a la Santísima Virgen María -nuestra Madre, que les solucione su problema permitiéndoles regresar al amor inicial. Tengamos confianza en Dios, porque no es el amor humano el que nos da fuerzas para continuar unidos, sino el Amor profundo y misterioso de Dios que nos da vitalidad para soportarlo todo, que nos da energía, confianza, paciencia, fidelidad, abandono y respeto frente a la adversidad. ¡Qué hermoso es conocer a una pareja unida bajo el Sacramento del Matrimonio, de la cual todos puedan decir: “Mirad cómo se aman”! Ya San Pablo nos lo afirma: “El amor es generoso, es benigno; no es envidioso, no es jactancioso, no se hincha; no es descortés, no busca lo suyo, no se irrita, no piensa mal, no se alegra de la injusticia, se complace en la verdad; todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo tolera (1Corintios 13, 4 -7).

Cuando el amor se esté acabando, cuando las tinajas estén a punto de tocar fondo y la fiesta aún no ha terminado, el Señor -que pudo transformar el agua en vino-, también puede alejar de nuestra mente la figura del divorcio que tanto daño hace a la pareja y a los hijos. Con su ayuda podemos tener encendida la llama del amor que sostiene vivo el Sacramento del Matrimonio, a pesar de que tantos lo han querido destruir.

Por eso, la Madre de Jesús dice a los sirvientes en las Bodas de Caná: “Haced lo que Él os diga”. Y ¿qué es lo que Él nos dice a nosotros en estos momentos? Nos dice que amemos, que amemos a pesar de todo y de todos. Que amemos con amor sublime, con amor sincero, con ése que aparece en la primavera de nuestra vida y perdura hasta que ha transcurrido el invierno, porque al hacerlo de esa manera tan especial, tendremos en nuestras manos con la Gracia de Dios las anheladas Llaves del Reino.

jacobozarzar@yahoo.com

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