Cuando me platicó Alberto Carmona lo que planeaba hacer en Monterrey, no lo podía creer. Yo estaba enterado de sus grandes retos como el que realizó al apoyar generosamente durante años a jóvenes tarahumaras deseosos de estudiar en la ciudad de Torreón -dándoles alojamiento, ropa y comida, pero nunca imaginé que se propusiera un desafío tan importante y a la vez tan complicado: hacerse cargo de un refugio para indigentes enfermos de sus facultades mentales. Yo le dije varias veces que eso era muy difícil, casi imposible, pero ¡qué bueno que no me hizo caso! En la actualidad atiende en la Sultana del Norte a 20 pacientes hombres que recogió de la calle -todos ellos con problemas mentales, y muy pronto iniciará una nueva unidad para mujeres en el municipio de Guadalupe, N. L. en las faldas del cerro de La Silla. Cuando inicialmente me pidieron por Internet referencias de su persona los integrantes del patronato, yo les dije “que nadie -ni siquiera ellos, podrían hacer lo que él hace”. De inmediato lo aceptaron.
Durante una hora por la noche y otra por la mañana, leen las lecturas y el Evangelio de la Misa del día. Hacen comentarios espirituales acompañados de una reflexión que van profundizando cada vez más, tratando de reproducir las experiencias de las primeras comunidades cristianas. Después de asearse, tener la hora de reflexión y desayunar, salen de la casa hogar a las 7.00 a.m. y se dedican a diversas actividades, como lavar coches, cantar en los camiones, juntar latas de aluminio y cajas de cartón, etc. Una vez a la semana el psiquiatra los consulta y les prescribe algún medicamento en caso necesario, además les da pláticas relacionadas con la Salud Mental.
Al estar realizando su apostolado, Alberto Carmona se ha encontrado casos extraordinarios que vale la pena mencionar. Uno de los pacientes diagnosticado como sordomudo comenzó a hablar cuando sintió que alguien lo trataba bien. Escuchar su voz por vez primera después de varios años de estar en silencio, impactó, sorprendiendo a propios y extraños. Pacientes que llegan en camilla sin andar desde hace mucho tiempo, se recuperan y comienzan a caminar. Personas con depresión profunda que han intentado suicidarse varias veces al haber sido ignorados por su propia familia, empiezan lentamente a darle valor a la vida.
Tal vez la mayor sorpresa que se llevó Alberto Carmona -en su ministerio, fue cuando se enteró que entre las personas que había recogido de la calle se encontraba Humberto, un exseminarista del Seminario Menor de Durango. Todo iba muy bien en sus estudios para sacerdote, hasta que al año, un médico le hizo una revisión de rutina y “le detectó” erróneamente un problema cardiovascular, provocando su salida de la carrera sacerdotal. Al cerrársele las puertas del sacerdocio, estudió la carrera de derecho en la Universidad de Durango, en la cual se tituló a los 42 años de edad. A pesar de todo, su mayor deseo seguía siendo convertirse en sacerdote católico. Al darse cuenta de su historial, el Arzobispo de Monterrey -después de ver una nota sobre su vida que apareció en un noticiero de TELEDIARIO donde se dijo que en la actualidad recolectaba en las calles latas de aluminio y que pernoctaba en una agrupación de salud mental, le pidió que regresara al seminario para que tomase un curso intensivo de un año, y que posteriormente podría ser ordenado sacerdote. Desde este lunes 1º de Agosto volvió al Seminario, y prometió regresar al albergue todos los sábados para ayudar a atender a los enfermos. Dejó de ser indigente para convertirse de nuevo en seminarista. (Los caminos de Dios verdaderamente son sorpresivos e incomprensibles para la mente humana).
En el refugio también se encuentra Roberto que tenía 35 años de ser paciente en el Hospital psiquiátrico del Estado, es obsesivo con la limpieza y se encarga de lavar los platos de las tres comidas. Francisco, que está desubicado en cuanto al tiempo y el espacio, pero es tranquilo y pacífico. César -que también padece desubicación, ya que a pesar de tener actualmente 15 años en Monterrey, sigue creyendo que se encuentra en Cd. Juárez. Camina cojeando porque lo atropelló un automóvil cuando vendía chicles en la calle. Delfino, que es originario de Linares, N. L., tiene dificultades auditivas y hay que hablarle fuerte para que escuche. Esta es la persona que fue diagnosticada de sordomudo durante más de 20 años porque no hubo quien se tomara el tiempo de acompañarlo, estar con él un rato y platicar.
Nadie le preguntó: ¿cómo estás?, ¿cómo amaneciste? Actualmente se le toma en cuenta como alguien que puede oír, platicar y opinar. Martín, que tiene 50 años de edad, pero debido a un severo retraso, tiene una edad mental de 60 meses. Hace 6 años murió su anciana madre, pero él no registra ese hecho y todos los días pregunta, por lo menos 20 veces: “¿dónde está mi mamá?”.
Otro de los internos es Osvaldo que padece esquizofrenia, posiblemente originada porque alguno de sus ancestros abusó de las drogas. Tiene alucinaciones auditivas y visuales. Sus días son tranquilos, excepto cuando recibe el influjo de la luna. En esas noches se vuelve inquieto, agresivo y violento. Enrique -de profesión abogado que ejerció durante diez años, se habituó al consumo del alcohol y eso lo fue destruyendo. Por su depresión profunda, intentó suicidarse varias veces, pero actualmente con la atención que se le ha proporcionado, va mejorando, está contento y optimista. Julio, al nacer -refiere su madre, su hígado no estaba formado completamente y eso ocasionó perjuicios en todos sus órganos, entre ellos el cerebro. No habla y tiene que estar en un área aislada ya que se la pasa golpeando paredes, puertas, ventanas, y muebles. Además, allí se encuentran: Jesús, Benjamín, Rubén, Francisco, Alejandro, Antonio y José Luis. Todos ellos con diferentes problemas mentales, sumamente pobres, abandonados por su familia y con una gran necesidad de atención, cariño y cuidados.
Para medio sostenerse, Alberto Carmona organiza eventos como presentaciones de teatro, recitales, maratones, etc. Pero los resultados económicos no son suficientes para cubrir los gastos mensuales que se requieren. No son suficientes, y se lleva el riesgo de que estas pobres almas vuelvan a estar “al final de la fila”.
En el albergue, hay pacientes que por cuestiones hereditarias o problemas al nacer sufren de retraso prácticamente imposible de curar. Otros, el abuso del alcohol y las drogas provocaron una patología de salud mental. Son casos de la vida real, son nuestros hermanos en Cristo Jesús que claman ayuda. Piden en silencio que no se les abandone, que no se les regrese a dormir en las calles, que no se les maltrate, que se les dé un mínimo de atención para sentir que alguien se preocupa por ellos y que por lo menos una o dos personas los quieren. En nuestro sistema de salud, no hay lugar y atención para ellos. Sin embargo, son los preferidos de Dios, porque el mundo los ha abandonado, están enfermos y son pobres.
La Asociación se llama: “Comunidades Terapéuticas de Salud Mental, A.C.” Se ha calculado que el costo para atender a cada uno de los desamparados es de $100.00 diarios, eso incluye alimentación (tres comidas), medicamento psiquiátrico, salario para personal de enfermería (los tres turnos), y el pago de todos los servicios de la casa. Son $3, 000.00 pesos mensuales, por 20 pacientes $60, 000.00, de los cuales tienen seguros $30 mil, y cada mes luchan a brazo partido para juntar los otros $30 mil.
La Asociación me ha pedido que escriba un artículo en esta columna periodística para solicitar ayuda, y eso es lo que estoy haciendo. Si alguien pudiera auxiliarlos con una parte de los gastos, aunque sea mínima, yo estoy seguro que al hacerlo recibirán bendiciones de Dios para su persona y su familia. Su correo electrónico es: acarmona72@hotmail.com
Con la ayuda de la gracia, descubrimos en nuestro prójimo a Dios, y nos damos cuenta que todos somos hijos del mismo Padre y hermanos de Jesucristo. “Todo lo que hicisteis por uno de mis hermanos pequeños, por mí lo hicisteis”. Sin la caridad, nuestra vida estaría vacía. El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor. jacobozarzar@yahoo.com