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Jacobo Zarzar Gidi

L O Q U E P E R D I M O S

(Una propuesta para el futuro)

Muchas veces nos preguntamos: ¿Por qué México está así?, ¿por qué tanta violencia y tanto desorden?, y no encontramos respuesta, pero nos duele, nos duele mucho, porque antes, nuestra Patria no se encontraba en esa situación. Yo recuerdo que cuando éramos niños entrábamos al colegio a las 8:30 de la mañana y salíamos a las 12:30. Llegábamos a casa a comer y desde lejos nos recibía nuestra madre. Al llegar mi padre del trabajo, comíamos todos juntos, reíamos y platicábamos lo acontecido durante el día. Después, a las 2:30 volvíamos al colegio hasta las 6:00 de la tarde. Por la noche, todos cenábamos en lamisma mesa, y después de quemi padre escuchara las noticias en su viejo radio de bulbos, que a veces a golpes hacíamos tocar, buscábamos el descanso para continuar al día siguiente. Y lo mismo hacían todas las familias a mediados del siglo pasado.

Ahora, las cosas son diferentes. La educación de los hijos se ha complicado, las ciudades crecieron en forma desordenada, los valores morales perdieron importancia frente a los ojos de la humanidad, y se privilegió “el tener”, más que “el ser”. Los niños mal almuerzan a la carrera y muchas veces comen y cenan sin platicar con sus padres. Las madres se han visto en la necesidad de trabajar -incluso horas extra-, para dar a sus hijos lo más indispensable. Al no tener clases por las tardes, esos niños y jóvenes se la pasan viendo televisión o jugando con algún aparato electrónico que induce a las adicciones violentas, en lugar de leer un buen libro; le dedican poco tiempo a las tareas, y el resto de sus horas se la pasan vagando por las calles en busca de amigos que muchas de las veces no son recomendables. Todo eso nos ha llevado a una grave desintegración familiar y a un grado enorme de confusión, con las consecuencias que ahora estamos viviendo. Generaciones enteras han ido pasando por la misma situación. Décadas desperdiciadas que en estos momentos dan la impresión de ser irrecuperables. Y los adultos las toleramos por estar inmersos en un sueño profundo.

El mundo ahora tiene prisa, pero, ¿prisa para qué?, ¿Adónde quiere ir?, ¿Adónde quiere llegar?, ¿Acaso no se da cuenta que avanza a su propia destrucción? Quedaron atrás los sabios consejos del abuelo y las palabras consentidoras de la abuela, las órdenes correctivas del padre y las oraciones fervorosas de la madre. Se violaron las reglas, se desintegró la familia, destruimos lo construido y dejamos de predicar con el ejemplo. Ahora nos duele el alma, más que el cuerpo, porque hemos caído en una grave indigencia espiritual.

Se perdió el respeto, se olvidó el pasado y no se planeó el futuro. Al surgir la televisión allá por los años cincuenta, “aumentaron” las necesidades de la gente. Muchas personas se sintieron pobres porque la vecina o el vecino de al lado había comprado tal o cual cosa, y quisieron imitarlos. Si pudiésemos investigar cuáles son los niveles de fe, esperanza y caridad que tenemos en estos momentos y los comparamos con los del siglo pasado, tal vez nos daríamos cuenta que en la actualidad han decrecido bastante, a pesar de ser los goznes sobre los que gira la vida.

La autoridad que ejercía el padre, casi ha desaparecido. Por comodidad, o por no batallar tanto, cedió las decisiones importantes a la madre. Cuando discute con gritos o golpes la pareja al intentar alguno de ellos recobrar el bastón de mando, dañan a los hijos gravemente y los están enseñando a que en el futuro hagan lo mismo con su compañero o compañera.

La niñez y la adolescencia son las etapas más importantes en la vida de los hijos, y es cuando más los estamos descuidando. Al permanecer por las tardes sin estudiar y en compañía de “amigos”, llevan el peligro de engancharse en la ociosidad que los puede conducir a la adicción de drogas perversas y al alcoholismo, siendo después muy difícil rescatarlos para que sean personas con educación, con valores humanos y con futuro. Muchas veces atender las cosas pequeñas a tiempo rinde grandes beneficios.

Sería muy conveniente regresar cuanto antes a esos horarios escolares del pasado que dieron frutos nobles, e hicieron hombres y mujeres de bien. Pueden recibir clases de ética, de filosofía, de pedagogía, y de civismo -que tanta falta nos hace-; pueden ser horas dedicadas al ejercicio de la mente y del cuerpo, de investigación, de computación, de música, de teatro, de oratoria, de idiomas extranjeros o de creatividad. ¡Hay tantas cosas buenas que enseñar a la juventud! De esa manera se daría trabajo a más profesores para los cursos vespertinos, y los jóvenes saldrían mejor preparados para competir el día de mañana con los egresados de otros países que en estos momentos nos llevan la delantera. Se gastaría más en educación, pero menos en armamento, y menos en ejército y en policía, porque la delincuencia tendería a bajar en las siguientes décadas. México sería un mejor país, un ejemplo para las demás naciones.

Habría nuevas e importantes inversiones al aumentar la seguridad, y el turismo derramaría grandes beneficios a las comunidades más pobres de nuestro país. Si ahorita no tomamos medidas que alejen a nuestra niñez de los peligros que les acechan, pondremos en riesgo la tambaleante estructura familiar, y los valores morales llegarán a ser tan sólo un recuerdo amable del pasado.

Con una mayor educación, cultura y espiritualidad, podrán las futuras generaciones enfrentar los retos que se presenten. Lo harán con fuerza, entusiasmo y valor, porque estarán mejor preparadas. Niños y jóvenes ya no sentirán temor por el día siguiente, ni pensarán que están extraviados, porque sabrán que la vida es un reto con éxitos y sobre saltos, pero sobre todo es una aventura misteriosa que con actos positivos se puede influenciar silenciosamente al resto de la humanidad. Transmitamos una orientación humana integral que favorezca el desarrollo de las cualidades de los que ahora se educan, para que el día de mañana lleguen a ser hombres y mujeres plenos.

El Reino de los Cielos padece violencia por la forma como nos estamos comportando. Comencemos un nuevo proyecto que tenga sus bases en una moral superior, en una ética a toda prueba que enfrente con éxito el desorden que impera en estos momentos. Hagámoslo por aquellos que apenas se están abriendo paso en la vida. Y no nos olvidemos de Dios, porque el día en que el mundo decidió darle la espalda, comenzaron a suceder cosas extrañas y malas que aún no podemos asimilar.

Preocupémonos por las múltiples desorientaciones, las desviaciones y las conductas aberrantes que desintegran personas, familias y sociedad, en las que se originan tantos problemas que nos agobian. Descubramos las muchas y valiosas huellas que el Señor nos dejó y nos sigue dejando, para que nadie pierda el único camino por donde se puede transitar por las veredas del tiempo rumbo a la eternidad, donde Dios mismo, cual Padre bondadoso, nos espera con los brazos abiertos.

jacobozarzar@yahoo.com

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