La guerra judicial abierta por la autorización, suspensión y ahora la reautorización para exhibir "Presunto culpable" ha servido para prolongar a otros campos los efectos de ese eficaz reportaje de las miserias del sistema mexicano de justicia.
Ha sido amplio el seguimiento del caso, llevado ahora a la defensa judicial de las libertades informativas de los documentalistas y del derecho de la gente a saber lo que revelan en su trabajo sobre el sistema judicial. Y el debate no ha desatendido los derechos de los involucrados en este proceso informativo, específicamente el de quien promovió la suspensión de exhibir el documental.
Y qué buenos reflejos de sus autores al proponerse filmar también, pasado mañana, la audiencia en que la jueza resolverá el fondo del amparo que gestionó el personaje del filme que se dice agraviado por el acto de la Dirección de Radio, Televisión y Cinematografía que autorizó la exhibición de la película.
Por otra parte, la alta exposición mediática del tema y del nombre del documental trajo también consigo una creativa extensión de los alcances de la palabra presunto, especialmente a cargo de comentaristas y caricaturistas. Y estos alcances resultaron de lo más perturbadores, en el saludable sentido de alterar la rutina, la docilidad o la trivialidad con que nuestros medios suelen registrar los dichos de los declarantes ricos, famosos, poderosos o simplemente afines al editor en gustos, creencias o intereses.
Del sustantivo presunción y del verbo presumir, en el sentido de suponer o sospechar, el adjetivo presunto equivaldría más o menos a supuesto o sospechoso. En el documental los medios mexicanos pudieron verse en el espejo de un sistema de justicia que como ellos suele tomar la palabra presunto como un formulismo del que se ha vaciado su sentido: el de quien es objeto de una presunción. Una presunción que tendría que probarse con elementos sólidos de convicción, y no con una declaración de un testigo no ocular -probablemente preparada por los acusadores, en el caso judicial-, lo que equivale a los opinantes frecuentes de los medios, no necesariamente conocedores de lo que declaran y frecuentemente interesados en el asunto ventilado, pero sobre lo cual los medios emiten a su vez sus sentencias.
Los "abogados con cámara" que llevaron al público las precariedades y las perversidades de este proceso judicial son una promisoria expresión de una nueva realidad en que cada vez hay menos situaciones y actores al margen o a salvo de los medios, tanto los convencionales, como el cine y el video, como de las redes sociales.
PRESUNTOS 'PRIME TIME' No hay presuntos -independientemente del poder que detenten- fuera del alcance de una lente o micrófono: ni presuntos culpables de delitos, ni presuntos prevaricadores en juzgados, policías, procuradurías o poderes políticos o empresariales. Por eso, más allá de los móviles de los grandes grupos empresariales, presuntos de cualquier cantidad de cargos en el imaginario social, al enfrentarse hoy en los medios, su debate está -como nunca había ocurrido- bajo cámaras y micrófonos de horarios "prime time" y en portadas de los impresos. El marcador presenta datos duros sobre los costos para el país y los consumidores que impone el monopolio telefónico, por un lado, y, por otro, las acusaciones enderezadas por el monopolio telefónico a las televisoras, sin responder a los números que frenan la competencia y drenan los bolsillos del público.
E igual que en "Presunto culpable", las cámaras aquí hacen también la diferencia, porque permiten pasar de las presunciones y los presuntos, de los supuestos, a la comprobación, a veces de lo impensado, lo inesperado, lo imprevisto, como la liberación del presunto culpable del documental o los cambios urgentes que espera el país en materia de antimonopolio.
(Académico)
