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Mea culpa

Diálogo

YAMIL DARWICH

En tanto que países como Finlandia o Chile han mostrado altos índices de crecimiento basando su esfuerzo en la educación escolarizada y a distancia, en México, permanecemos estancados, hecho que, en términos reales, significa retroceso en la búsqueda de la calidad de vida de todos los mexicanos y más dificultad para romper con la pobreza.

Permítame citarle dos declaraciones: Tarja Halonen, presidenta de Finlandia, a la pregunta que le hiciera Oppenheimer, para poder comprender el secreto del éxito en el camino al desarrollo y crecimiento económico de su país, respondió: educar, educar, educar; y Carlos Peña González, rector universitario chileno, insiste en "universidades privadas con conciencia social. Visión de formación integral profesional". En México, aún no logramos un acuerdo efectivo y que soporte los cambios de políticas sexenales.

El problema educativo y de productividad se parecen a aquella pregunta de ¿qué es primero?: ¿el huevo o la gallina?, y se debe a que el sector productivo no intenta vincularse efectivamente con el educativo y los universitarios no aprovechamos la creatividad y posibilidad de romper paradigmas en las relaciones entre escuela y empresa.

Finalmente, unos y otros nos acusamos, todos haciendo declaraciones sensacionalistas y de reproche ante los medios de comunicación, sin atender el problema de fondo y con verdadera buena intencionalidad.

Según cifras de ANUIES, la oferta educativa a nivel superior ha crecido considerablemente, calculando en 2.4 millones el número de estudiantes que se preparan en las aulas de 2,551 planteles federales, estatales y privados.

El reto se escribe con la palabra calidad, encontrando en las instituciones educativas una amplia variedad; desde las muy buenas hasta las pésimas, aquéllas orientadas simplemente al lucro; entre todas, muy pocas buscan la formación integral; es decir: buenas personas para hacer de ellos mejores profesionistas.

En ese rubro habrá que mencionar el crecimiento de la oferta universitaria privada, que actualmente atiende a un poco más de 31 de cada 100 estudiantes. El reto está en los programas de formación para el trabajo, presentándose un variado nivel de calidad educativa y casi ninguna con verdadera enseñanza integral.

El sector productivo, por el contrario, muestra una alarmante baja en el crecimiento, con sólo 1.2% anual, que genera un cuello de botella entre la relación de graduados con capacidad laboral profesional y la absorción de esa producción universitaria por parte de las empresas.

El círculo negativo es sencillo de comprender: mayor número de profesionales -no todos capacitados para el trabajo y productividad- y menores oportunidades de empleo -bajo desarrollo del sector productivo-; conclusión: retraso en desarrollo.

Sume la dependencia con el extranjero, que es también fácil de formular: profesionistas no capacitados para innovar, crear e inventar -sólo instruidos para repetir procesos- y empresas que no quieren invertir -a largo plazo- en desarrollo propio, justificándose en la falta de profesionales capaces de generar nuevo conocimiento aplicado. Si los empresarios no invierten y los universitarios no orientan el esfuerzo a la investigación, la consecuencia es: dependencia tecnológica.

Para romper esos círculos viciosos, existen fórmulas fáciles de plantear y muy difíciles de llevar a la práctica:

Primero que nada, contar con un gobierno eficiente, eficaz e intencionado hacia el bien nacional y no el partidista, que impulse la investigación en las universidades y motive -realmente- al sector productivo.

Atender el desarrollo de la calidad académica, renunciando al logro de cantidad para cubrir objetivos políticos, sustituyéndolo por capacidad en el desarrollo de competencias para el trabajo. Esta es responsabilidad conjunta de universidades, empresas y gobiernos.

Motivar la investigación al interior de las universidades, con el apoyo económico de las empresas y el gobierno, con una metodología que deje prever, supervisar, medir y alcanzar resultados prácticos, tangibles. "Ganar-ganar y todos trabajar para lograr".

Insistir en programas emprendedores efectivos, con apoyo de los tres sectores y buscando objetivos más allá del simple autoempleo: la creación de nuevas empresas que generen círculos virtuosos en productividad, empleo y crecimiento económico.

Terminar con el círculo vicioso entre los egresados universitarios: la falta de preparación y capacitación para el trabajo, atendiendo el problema en las dos vertientes: la educativa, que no produce profesionistas con la calidad integral que el empresario requiere -razón que les hace volver la vista, buscando en el exterior- y encontrar formas eficientes de vinculación cooperativa; la empresarial, que comprenda su urgente necesidad de profesionalizase con calidad y competitividad internacional, proponiéndose romper cadenas de dependencia tecnológica con el extranjero y aplicar programas de investigación y desarrollo, vinculados con universidades.

Trabajar juntos, contribuyendo para transformarse en generadores de tecnología de punta.

Comprendamos que las escuelas que sólo instruyen y no educan, favorecen la caída de salarios en el sector productivo; y las empresas que no invierten en educación, investigación y desarrollo, tampoco pueden tener horizontes internacionales, condenándose a la dependencia. ¿Cree usted que algún día cambiaremos?

Ydarwich@ual.mx

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