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Medicinas

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YAMIL DARWICH

El negocio de las medicinas se ha transformado en uno de los obstáculos ocultos, muy difícil de vencer, para alcanzar la salud.

Hoy día, además de los laboratorios serios, aparecen infinidad de empresas dedicadas a defraudar, con las promesas de prevención de la salud, adelgazamientos o fortalecimientos corporales, particularmente en el desempeño sexual; por lo general, sus afirmaciones publicitarias no se apegan a la realidad y se apoyan en huecos de ley que no han sido subsanados por displicencia, deficiencia o complicidad.

En La Laguna, el Colegio de Médicos Cirujanos, encabezados por su presidente, el Dr. Adel Charara, mantiene una permanente lucha contra esas prácticas anómalas; sin embargo, sus acciones se ven palidecidas ante la aplanadora publicitaria que enfrentan con la contraparte extremadamente poderosa.

Ya desde finales del siglo XIX, aparecían los primeros comerciales de medicamentos: "Parches de cocaína para el dolor de muelas. ¡Efecto inmediato! Precio: 15 centavos. Preparados por Lloyd Manufacturing Co. 219 Hudson Avenue, Albany; Nueva York. De venta en todas las farmacias".

Así empezaba la influencia ejercida entre los médicos, por los laboratorios de medicinas, empresas que pretendían vender -aspiración lícita- sus productos.

Por cierto, aquel médico tradicional, que aplicara mucho de la medicina romántica y en base a la clínica de fuerte influencia francesa, acudía a las casas de sus enfermos a cualquier hora del día o noche; más aún, cuando sus pacientes no tenían dinero para pagarle, él no cobraba o daba crédito a la palabra: "para cuando tuvieran", ejerciendo la vocación con verdadero sentido humanista y de servicio social. Ahora, prácticamente no existen, aunque debo reconocer que se debe a las comodidades y la mayor seguridad diagnóstica y de tratamiento que representa atender al paciente en el servicio de urgencias de algún hospital.

Hoy, el médico se ve sometido a la fuerte influencia de los laboratorios; de hecho, ya desde la universidad, los futuros galenos empiezan a recibir mensajes, regalos y recordatorios de nombres e indicaciones de diversos productos.

Por otra parte, los laboratorios están pendientes de las investigaciones universitarias para registrar patentes, buscando obtener los derechos de comercialización.

Además, preparan agentes de ventas que tienen amplias capacidades para inducir a los facultativos a que receten sus medicamentos.

Es desconocido por el público en general que, el uso de medicamentos no efectivos o innecesarios, es fraude a la salud. Sólo en EUA, gastan doscientos mil millones de dólares anuales en medicamentos y este dinero es una buena explicación del porqué tienen a su servicio a médicos investigadores, políticos y medios de comunicación.

Para los médicos organizan congresos, eventos y se les dan todo tipo de regalos; desde artículos de oficina, hasta viajes "todo pagado", manera refinada de inducirlo a las prescripción. No son pocos los que caen en esas prácticas de tentación, distintas a las invitaciones a congresos serios, donde reciben información con soporte en investigaciones formales.

En las farmacias hacen lo mismo, aunque con artículos menos caros, como plumas o block de notas, siempre con leyendas promotoras de los productos, intentando inducir al dependiente a recomendarlas.

La fundación Henry J. Kaiser para la familia, en EUA, afirma que el 92 por ciento de los médicos jubilados declaró haber recibido algún tipo de compensación en el ejercicio de su profesión. En México debe haber cifras similares.

En estudiantes y residentes hacen una inversión a mediano plazo y no es raro que lleguen a recibir "becas" para asistir a algún congreso en playas.

La investigación es otro rubro que cuesta mucho dinero, buscando la comercialización de patentes que requieren campañas muy elaboradas por profesionales caros.

El apoyo a las universidades es otra inversión y el costo de adquisición de permisos para comercializar descubrimientos requiere desembolsos cuantiosos.

Esas son las causas del alto costo de los medicamentos.

Es interesante recordar a Marie Curie, que encontró la aplicación del radio a la medicina: "Si nuestro descubrimiento tiene alguna aplicación comercial en el futuro, no vamos a obtener ningún beneficio con ello. Si el radio se emplea para el tratamiento de ciertas enfermedades, no queremos nada a cambio".

La hematóloga Nancy Olivieri, en 1993, en Toronto Canadá, recibió apoyo para investigar un medicamento que ayudaba a evitar los efectos negativos del tratamiento de la talasemia -una especie de anemia crónica-.

De primera intención, sus estudios arrojaron buenos resultados, pero luego confirmó el posible daño hepático y decidió publicarlo.

El presupuesto le fue cancelado, la despidieron y recibió amenazas del laboratorio de ser demandada por 20 millones de dólares.

Finalmente fue exonerada y en un editorial de The New England Journal of Medicine se concluía: "El caso Olivieri, debe interpretarse como una advertencia importante del peligro que corre la libertad académica si no se le protege".

Le invito a que consulte a su médico y evite caer en manos de charlatanes. ¿Acepta?

Ydarwich@ual.mx

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